Capítulo 20

439 39 13
                                    

C. 20: Perderte
La sonrisa en su rostro se disolvió como bicarbonato de sodio dentro de un vaso de agua. Justo como lo hizo mi garganta.

-¿Qué?

-Besé a Violetta...

Se levantó, con los ojos cristalizados y la mente retorciéndole el corazón.

-Lo siento mucho, en verdad...-inicié yo, con la voz en la boca del estómago-Ha pasado de repente, hace un par de días, en su cumpleaños...

-¡¿De repente?!-manifestó levantando la voz y con los ojos húmedos-¡¿Cómo es que un beso puede pasar de repente?! ¡Explicáme, Diego!

-N-no ha significado nada...

-Lo sabía...lo supe desde el inicio...

-Por favor, no te enfades, no sobrepienses las cosas...

Francesca parecía absorta en sus pensamientos, alterada y derramando lágrimas, hablaba consigo misma. Me asesinaba verla de esa manera, y me sentía culpable sobre todo.

-Fran...yo te amo...a ti...lo prometo...

Francesca no respondía.

***
-¿Pero qué haces?

-Me voy.

-¿Por qué?

-Porque es dañino continuar con esto.

-¿Esto?

-Sí, Diego, esto. Todo esto, esta relación, este compromiso. Nos lastima a ambos dos.

-Eso no es cierto...

-Es más que cierto.

-Lamento haberme comportado así, te prometo que cambiaré.

-No puedes cambiar tus sentimientos, Diego. Y por supuesto que no te obligaré a que lo intentes.

-Eres toda mi vida.

-¿No me estarás confundiendo con ella?

-Soy un idiota, lo sé.

-Lo admitiste tú mismo, tienes miedo a dejarla ir.

-Pero trataré de dejarla ir, si eso implica estar a tu lado.

-Toma mi mano.

-...te quiero...

-Sh, basta, no llores. Ambos sabíamos que esto pasaría tarde o temprano.

-Todo por mi culpa...

-No puedes construir un monumento encima de un montón de bloques rotos.

-¿Y qué se supone que debo hacer ahora?

-Construir un nuevo monumento. Uno mejor estructurado.

-¿Acaso eres tú los bloques rotos?

-He estado rota desde hace tiempo, no te preocupes.

-¿Qué harás con el anillo?

-Supongo que lo conservaré. Y después de un tiempo, cuando asimile y comprenda todo, lo lanzaré al océano. Me parece algo filosófico, ¿no crees?

-Por favor no te vayas.

-Es tiempo.

-Francesca...no quiero perderte...

-Pero Diego, es que ya me perdiste.

***
Seguí a Fran hasta nuestra habitación, sus sollozos incesantes me martillaban el cráneo.

-Perdóname, Fran, perdóname en serio...

-No puedo siquiera verte en este momento.

-Lo arreglaré todo, lo juro, la sacaré de mi vida...

La italiana levantó la mirada, por primera vez pude notar sus ojos hinchados y sus mejillas enrojecidas. Y hasta ese momento, esa imagen de ella era lo más martirizante que había presenciado.

-¿Crees que esto sigue siendo sobre ella? ¡¿En serio?!-se cubrió el rostro con las manos, desesperada-¡¿Pensás que es todo su culpa?! ¡¿Ahora qué?! ¡¿Se te insinuó?! ¡¿Se quitó la ropa frente a ti y forzó sus labios contra los tuyos?! ¡No! ¡Esto es de confianza! ¡La puta confianza de esta maldita relación con la que jugás todo el tiempo como si fuera una pelota de tenis! ¡Desde hace un montón de tiempo que perdí esa confianza con vos, un montón! ¡¿Pero sabés por qué seguía acá, tragándome el orgullo y nublando mi vista?! ¡PORQUE TE QUERÍA, CABRÓN!

-...¿m-me querías?...

-Tomá, ya no lo necesito.

La chica se desprendió el dedo anular del anillo de diamantes, aquel anillo que algún día vi en un catálogo exclusivo de la joyería situada a unas cuadras del departamento. Aquel anillo que planifiqué comprar por más de cuatro meses, aquel anillo que compré con mis ahorros de los últimos seis años, aquel anillo que resplandecía cada vez que lo veía en su hermosa mano.
Aquel anillo que mi novia lanzó contra mi pecho frenéticamente, seguido de un empujón fuera de la recámara y un portazo que retumbaba en mis oídos con más fuerza en cuanto me concentraba en ello.

Sentí mi rostro entero húmedo, estaba llorando. Debía estar llorando. Pero siquiera me cercioré de eso.
Escuché a Francesca tumbarse contra la puerta, ahogándose en llanto. Pero la cerradura me impedía entrar y abrazarla como lo hacía habitualmente cuando necesitaba consuelo.

-Fran...mi amor...por favor, déjame entrar...

Nada.

-Te necesito...por favor no me hagas esto...

Nada.

-...te amo...

Nada.

-...¿qué significa esto?...

Esta vez sí hubo respuesta.

***
Abrí los ojos. Cansado, retorcido y atareado, me había quedado dormido en el suelo.

Me levanté con las pocas fuerzas, el poco ánimo que tenía para continuar mi vida. Y al creer que todo había sido más que un sueño, que había sido culpa de mi subconsciente, y que despertaría con la sonrisa de mi prometida junto a mí, un instante de realidad me punzó el corazón.

Estaba todo a oscuras, debí haber dormido demasiado. Pero al girar el picaporte que conducía a mi habitación, un poco de esperanza me reanimó. Ya no estaba el seguro puesto.

Abrí la puerta, aceleradamente, quizás la suerte estaría de mi lado por una vez.

Caminé hasta la cama, entre la oscuridad, esperando a sentir un cuerpo femenino adormilado sobre las sábanas.
Pero no había nadie allí, y la verdad es que no había nadie en el departamento. Estaba yo, desalmado, desolado, solitario, parado frente a una pequeña ilusión.
La única ilusión que quedaba dentro mío.

Me preparé un poco de café, pero no había nadie con quien compartirlo. Tomé mi celular de la mesa, pero no había nadie sentado ahí. Tomé las llaves de mi auto, pero no había nadie por quien conducir. Me sentía triste, pero no estaba Francesca ahí para consolarme.

Salí del departamento, jadeante y vacío. Me adentré a la noche exterior, sintiéndome menos cada vez más. Y al bajar la mirada y observar la sortija que permanecía en mi mano, recordé las palabras de Francesca, consiguientes a mi estúpida e inocente pregunta.
Por supuesto que yo sabía que significaba todo esto, tan sólo no quería admitirlo.

-Se acabó.

Novela Diego - Ser quien soy 2da TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora