55

50 1 0
                                    

[Evan]

Desde antes del día del accidente, mi vida era totalmente normal, siendo un estudiante de medicina, tecnología, química y física. Siempre había tenido el sueño de salvar vidas como un doctor, pero cuando mi madre tuvo un accidente, le juré qué trabajaría y así poder salvarla. Ella estaba realmente feliz por escuchar mi sueño que yo quería cumplir. Dijo que era posible, solamente tenia que poner de mi parte. Ella me apoyó muchísimo en toda mi vida, desde que nací, hasta entrar en la universidad para complir al fin mi sueño.

Los días pasaban y conocí a muchas personas en el camino, unas se iban, otras se quedaban. Pero lo que agradecí más que nada, fue que mi mejor amigo, Tomas se quedó conmigo en todo momento, sin importar que era malo o bueno. Eso me ayudó mucho a seguir adelante así como a él también. Mi familia era un poco distante a la de mi madre, por eso no sabía casi nada sobre mi padre, mamá jamás me lo dijo y cuando le preguntaba por él, siempre esquivaba el tema o hablaba de otras cosas, nunca entendí por que lo dijo, hasta aquel día.

El día en que me entere de que mi padre era más ni nada menos que Zeus, dios del trueno, el cielo y el viento. Al principio no le creía, hasta que ese mismo día un montón de monstruos nos atacaron de la nada. Mamá dijo que era por mi sangre y mi olor, eso hacia qué vinieran para acabar con mi vida. No vencimos a los monstruos, pero pudimos escapar a tiempo antes de que mamá hiciera explotar nuestra casa. En el camino nos encontramos a Tomas herido, le pregunté que había pasado y me contó su loca historia sobre su padre que era un dios romano, igual que el mio. Solamente con la diferencia que el suyo era Neptuno.

Desde ese día no nos hemos vuelto a separar jamás, ni aunque nos peleábamos entre nosotros, siempre permanecimos unidos y siempre estoy agradecido por eso. Un año atrás estaba todo tranquilo, hasta ese día donde ambos recibimos una propuesta de un profesor de química que nos pedía ayuda en su proyecto para poder salvar vidas, obviamente aceptamos en su momento, sin saber que eso iba a ser nuestro peor error.

Pero volviendo al presente, desde que llegamos a esta ciudad subterránea, pudimos lograr establecernos por un tiempo, mientras investigabamos sobre los símbolos y los amigos de Percy. Al fin y acabo, ellos podrían ser nuestra salvación, la clave para salvar al universo.

Katerina, la chica de la cual siempre estuve enamorado, no la he vuelto a ver y rezo a los dioses qué este a salvo, sino, no se que haría con mi vida. Pero por el momento estoy tranquilo sabiendo que esta en buenas manos, su mejor amiga, la chica de Tomas.

***

Luego de haber ayudado a Quirón y Castor, decidí dar una vuelta antes de volver a casa para descansar, ya que mañana tocaba un día duro. Tenía que ponerme a resolver lo de la cura, tenía que encontrarla para salvarlos a todos, salvar a Percy.

Caminé por las calles qué apenas estaban iluminadas por los postes puestos, miraba algunas personas pasar por allí, me alegre mucho por ellas. Seguí avanzando hasta llegar a un pequeño claro, donde con tranquilidad me senté en el pasto para tratar de relajarme.

Estaba todo lugar en un silencio qué estaba apreciando, hasta que de la nada escuché un suspiro detrás mio, pero antes de haber dicho algo, alguien más se me adelantó.

—¿Evan? —esa era la voz de Reyna.

¿Qué hacia allí?

Lentamente me giré para verla mejor, y cuando lo hice no dude en preguntar.

—¿Reyna?

—¿Qué haces aquí? —fue su respuesta.

Frunci el ceño levemente.

—Estaba buscando un lugar para relajarme antes de ir a descansar. ¿Tu?

Ella soltó un suspiró pesado.

—Solo... Solo quería alejarme un poco de todo esto. Es abrumador no saber que va a suceder y aún tengo mis dudas. Así que también decidí dar un paseo, qué se nos ocurrió a ambos. Pero eso ya no importa, me iré y te daré tu espacio.

Reyna estaba tan decidida qué de inmediato se puso de pie para irse, sin embargo yo también me levanté de pronto y le sujete su brazo, a lo cual ella me miró en forma de advertencia, ya que sus ojos mostraban enfado. Más sin embargo no la solté. La mire directo a sus ojos y sonreí apneas.

—Quédate, podemos hacernos compañía entre los dos. Si después te aburres, puedes irte cuando quieras, tu decides, Reyna.

Solté su brazo y me alejé unos pasos para dejarla decidir. Ella pareció analizarme de pues a cabezas, hasta que finalmente asintió un poco convencida.

—Esta bien.

Fue lo que dijo. Yo le sonreí en respuesta.

Me senté de nuevo en el suelo, la mire y coloqué mi mano sobre el suelo, dándole a entender que se podía sentar conmigo. Ella poco convencida lo hizo y en silencio contemplamos el claro lleno de animales y disfrutando del viento.

—¿Es bonito, no crees? —pregunté. Reyna a mi lado pareció extrañada con mi pregunta y le señale con mi cabeza el pequeño claro—. Los animales, están tranquilos.

Fue allí donde lo entendió.

—Oh, tienes razón. Es muy bonito.

Los peces qué nadaban en esa pequeña superficie, estaban realmente felices. Durante un tiempo ninguno hizo o dijo nada, hasta que finalmente Reyna comenzaba a jugar con los animales y reía de forma natural.

Por lo menos ya no estaba estresada, pensé con una pequeña sonrisa en el rostro.

El tiempo fue pasando, hasta que finalmente me estaba durmiendo. Y al parecer no era el único, ya que Reyna también estaba cayendo. Así que me levanté del suelo donde antes estaba sentado y estiré mi mano en dirección de Reyna. Ella miró mi mano sin entender.

—Vamos, ya es tarde.

Ella aceptó mi mano dudosa y al final caminamos por las calles de nuestro hogar y cuando llegue a mi casa me volví hacia Reyna y hablé.

—Aquí me quedo yo. Desearía poder acompañarte a tu casa, pero sabiendo de lo que eres capaz y saber quienes somos, me quedaré más tranquilo.

—Gracias de todos modos.

—No hay de que. ¿Nos vemos mañana?

Reyna pareció confundida por mi pregunta y yo me di cuenta del por qué segundos después. Abrí mis ojos como platos y negué.

—Yo... Yo no era lo que quería decir, era solamente costumbre, lo siento... Yo... Maldición, buenas noches Reyna.

Me despedí rápido y sin esperar su respuesta, caminé a paso rápido hacia la puerta de mi casa, estaba muerto de la vergüenza. ¿Cómo se me ocurría decirle eso? ¡Apenas la conocía! Solté un suspiro y cuando metí la llave para abrír mi puerta, algo me detuvo.

—Esta bien, Evan. Nos vemos mañana, en el mismo lugar. Que tengas buena noche.

Fue lo último que escuché de ella antes de que desapareciera en un segundo. No pude evitar sonrojarme al pensar que la volvería a ver. ¡Concéntrate Evan! Abrí la puerta de mi casa y entre en ella, cerrando la puerta detrás de mi. Subiendo a mi habitación, recordé las palabras de Reyna antes de irse.

«Nos vemos mañana, en el mismo lugar»

Sonreí inconscientemente y al lanzarme a mi cama, el rostro de Reyna fue lo último que vi antes de caer rendido ante el sueño.

El FinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora