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—¡De acuerdo, escuchen bien todos! Estamos aquí reunidos por que se nos hizo saber que el traidor y el inflirtrado andan unos tatuajes que pueden señalar que trabajan para Tártaro. Así que cada uno, uno por uno va a pasar con el señor D para revisarle ambas muñecas y descartar a los que no tienen los tatuajes. Y si encontramos a quienes estamos buscando con los tatuajes de Tártaro, serán llevados de inmediato a la celda subterránea para un interrogatorio —explique a todos los presentes—. Así que pasen uno por uno.

Y así inició la búsqueda por los tatuajes del traidor y el Infiltrado que trabajaban para Tártaro. Desde que Hazel me despertó avisándome sobre esa información, no he podido descansar y lo único que he echo es pensar y pensar. Maquinar ideas y teorías sobre quienes son los que trabajan para Tártaro y atraparlos. Tenía miedo de ver en Percy la marca del tatuaje de Tártaro y tener la razón de que es controlado.

Todos mis amigos pasaron a revisión y cada vez que el señor D los revisa y no hay nada, niega con la cabeza. Eramos muchos, eran ambos campamentos, los amigos de Magnus, los de Carter, las cazadoras, las amazonas, los semidioses más adultos que vivían fuera de los campamentos. Jamás íbamos a terminar. Me levanté e hice fila detrás de un semidiós romano, segundos después sentí detrás mio a alguien y cuando me giré, vi a Percy quien me sonreía tristemente. Y no sabía si era por que lo iban a descubrir o por otra cosa.

—Hola, Annie.

—Percy.

—¿Cómo... Cómo estás?

—Como siempre, pensando y pensando sobre nuestro siguiente paso. ¿Qué hay de ti?

—¿Yo? —preguntó él, asentí. Percy soltó un suspiro tembloroso—. No lo sé, me siento como un completo extraño casa vez que me acerco a ti. Me siento mal por lo de ayer, por haber gritado y que no tuvieras la razón, por que tu listilla, siempre la tiene.

—Percy...

Él negó.

—Esta bien, supongo que me lo merezco.

No. No es cierto, sesos de algas.

—¿De qué hablas, Percy?

—Que dudes de mi —yo frunci el ceño—. Has estado muy sola durante tres meses y semanas, Annabeth, siento que no te correspondo por haberte dejado sola.

—Pero ambos teníamos problemas, ambos tenemos responsabilidades que no nos permiten pasar mucho tiempo juntos, sesos de algas, no eres solo tu.

—Lo sé, lo sé, pero es por él quien... —Percy se detuvo abruptamente y me miró a los ojos asustado. Jamás lo había visto así—. Yo... Olvida lo que dije, no es nada.

—¿Qué querías decirme? —mi lado orgulloso salió a la luz. Genial, perdón Percy.

Percy me miraba nervioso y comenzó a mirar a todos lados, hasta que su vista cayó en alguien que estaba detrás mio, Percy abrió los ojos como platos y trago saliva fuertemente. Entonces hizo algo inesperado en aquella dirección, negó repetidamente con la cabeza, dando una señal a alguien y supongo que yo sabía quien era.

Luego Percy me miró y negó nervioso de nuevo. Vale, no tenía que preguntar eso, tenía que confiar en él. Asentí muy despacio para que esa persona no me viera y vi sonreír a Percy por mi gesto.

—Annabeth, es tu turno querida. —dijo con cariño Quirón.

Me acerqué al señor D y alce mis dos manos para que las revisara y al no ver nada a través de la magia, asintió y miró a Quirón quien apuntaba todo.

—Esta limpia.

Quirón apuntó lo que el señor D dijo y asintió despacio.

—Tu turno, Percy.

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