4. Feliz primera misión.

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Luego de todo el asunto del Oráculo saliendo del desván en el que se mantenía y caminando vaya a saber los dioses cuánto solo para decir una profecía, habían convocado una reunión con los líderes de cada cabaña.

Los Stoll habían arrastrado a Presley hasta la reunión, a pesar de sus protestas de que no quería estar allí por si decidían darle un asiento al Oráculo. Quirón les había recordado que solo era una reunión entre los líderes de cada cabaña cuando entraron con Presley.

—¡Tú nos pediste que le mostráramos el campamento! —exclamó Travis.

—De hecho... —trató de decir Quirón, pero Connor habló:

—Así que le enseñamos la diversión de las reuniones.

—Sí, muy divertidas —Asintió Travis, como si estuviera plenamente convencido de que las reuniones entre líderes de cabañas eran lo mejor que podría pasarle.

Presley tomó asiento entre ambos gemelos, alrededor de una mesa de ping pong. Dioniso había hecho aparecer nachos, galletitas saladas y unas cuantas botellas de vino con un movimiento de mano. Los ojos de los Stoll brillaron mientras miraban las botellas, probablemente queriendo poner una mano en ellas tan pronto como fuese posible. Pero Quirón le recordó al señor D sobre su prohibición, y el vino se convirtió en Coca Diet. Presley no la probó de todos modos. ¿Por qué tenía que ser Diet?

Estaban Zoë Belladona con Bianca, que parecía haberse convertido en su asistente o algo por el estilo; Percy estaba junto a Grover, y Thalia estaba del otro lado del sátiro, los dos semidioses parecían evitar mirarse por completo. Beckendorf y Silena estaban cerca de Presley y los Stoll. Los de la cabaña de Ares tendrían que haber enviado a algún representante, pero todos se habían roto algo durante la partida de captura la bandera, así que estaban en la enfermería. Presley había intentado alegar lo mismo, pero la herida hecha por la flecha estaba completamente cerrada, y no podría haber dicho que ahí había estado una herida antes si no lo supiera. Aún no entendía cómo se había curado tan rápido, pero lo atribuyó a alguna extraña ventaja de ser semidiós.

Zoë abrió la reunión con una nota positiva:

—Esto no tiene sentido.

—¡Nachos! —exclamó Grover, y empezó a agarrar galletitas y pelotas de ping pong a dos manos, y a untarlas con salsa.

—No hay tiempo para charlas —prosiguió Zoë—. Nuestra diosa nos necesita. Las cazadoras hemos de partir de inmediato.

Presley quiso darle la razón: una diosa perdida parecía un asunto bastante serio, además, Artemisa había sido amable con ella... al menos con los estándares que tenía después de pasar más tiempo del necesario en una misma habitación con Dioniso. Pero se mantuvo callada, diciéndose que, como no era líder de ninguna cabaña, no debía hablar.

—¿A dónde? —preguntó Quirón.

—¡Al oeste! —dijo Bianca. Llevaba el pelo oscuro trenzado como Zoë y recogido de manera que ahora sí podías verle la cara. Tenía un puñado de pecas esparcidas en torno a la nariz, y sus ojos oscuros eran... bonitos, en opinión de Presley. Daba la impresión de haber hecho mucho ejercicio y su piel, como la de todas las cazadoras, brillaba levemente como si se hubiera duchado con luz de luna—. Ya has oído la profecía: «Seis buscarán en el oeste a la diosa encadenada». Podemos elegir a seis cazadoras y ponernos en marcha.

—Sí —Asintió Zoë—. ¡La han tomado como rehén! Hemos de dar con ella y liberarla.

—Se te olvida algo, como de costumbre —dijo Thalia—. «Campistas y cazadoras prevalecen unidos». Se supone que tenemos que hacerlo entre todos.

State of Grace || Annabeth ChaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora