33. El sudario de Beckendorf.

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Al día siguiente, Presley desayunó en la mesa de Hermes y después se pegó a Annabeth cual garrapata.

Annabeth tenía la tarea de inspeccionar las cabañas y Presley iba tras ella, dando sus opiniones.

—Yo a este le ponía un uno sobre cinco —le susurró cuando entraron en la cabaña de Percy.

—¡Escuché eso! —exclamó él de inmediato, mientras que Julieth, que estaba sentada sobre su cama, se reía.

—Y tiene a alguien que no es de su cabaña dentro... bájalo a cero —siguió Presley, mientras Julieth se reía aún más. Annabeth contuvo una carcajada, viendo a Percy.

—¡Mira, puse muy bien el cuerno del minotauro en la pared! —Percy se acercó a la pared y lo señaló—. ¡Está recto!

—Está inclinado —le dijo Annabeth—. Tres sobre cinco.

Percy resopló, pero no intentó convencerla de cambiar la calificación.

—Mira, ahí tiene una media debajo de la cama... bájale dos puntos.

Annabeth se rio cuando Presley le susurró al oído.

—¿Y si mejor me subes un punto por la molestia que Presley está siendo?

—¡Eh! —se quejó ella de inmediato—. Bájale los tres, Annie.

—Parecen niños pequeños —dijo ella con una sonrisa antes de dar media vuelta y salir de la cabaña.

—Ve, perrito faldero —se burló Percy cuando Presley se apresuró en seguirla.

—A ver si vas a seguir riéndote tanto si le digo a Quirón que Julieth durmió aquí anoche —Presley le sacó la lengua antes de salir rápidamente de la cabaña para alcanzar a Annabeth.

Caminaron juntas hacia la cabaña de Afrodita, que, por supuesto, sacó un cinco sobre cinco. Las camas estaban hechas a la perfección y la ropa guardada en baúles y ordenada por colores. Había flores frescas en los alféizares de las ventanas. Presley había querido molestar con que les bajaran puntos por apestar a perfume, pero cuando vio a Silena decidió quedarse callada.

—Impecable como siempre, Silena —sentenció Annabeth.

Silena asintió lánguidamente. La pared detrás de su cama estaba empapelada con fotografías de Beckendorf. Ella permanecía sentada con una caja de bombones en el regazo.

—¿Quieren un bombón? —preguntó—. Me los ha enviado mi padre. Ha pensado… que quizá sirvan para levantarme el ánimo.

—¿Son ricos? —preguntó Presley, acercándose para tomar uno.

Ella negó con la cabeza.

—Saben a cartón.

Presley consideró devolverlo a la caja, pero se lo metió a la boca, no queriendo ofender a Silena... aunque ella misma había dicho que sabían a cartón.

—Mmm, cartón —Presley le mostró una sonrisa de boca cerrada y pulgares arriba antes de salir de la cabaña—. Qué asco, cartón —dijo después de salir, escupiendo al piso.

Annabeth se rio.

—Ella te dijo que sabían a cartón —le dijo, sonriéndole.

Mientras ambas cruzaban la zona comunitaria, se desató una pelea entre las cabañas de Ares y Apolo. Varios campistas de Apolo provistos de bombas incendiarias sobrevolaron la cabaña de Ares con un carro tirado por dos pegasos. Presley nunca había visto aquel carro, pero daba la impresión de ser cómodo y ligero. El tejado de Ares empezó a arder enseguida, y las náyades del lago de las canoas se apresuraron a echarle agua para apagarlo.

State of Grace || Annabeth ChaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora