19. Presley vive su primera invocación satánica.

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Esperar a que Percy terminara con los establos había sido aburrido.

Presley y los demás habían terminado en un rincón, atados con las muñecas y tobillos juntos.

—Todo el mundo está loco —se quejó Presley—. Percy se compromete a hacer algo, probablemente, imposible y, por si fuera poco, estamos en peligro mortal. Odio esto.

—Ese es un buen resumen de una misión —respondió Annabeth, tampoco muy feliz con las circunstancias.

Luego de eso, Presley trató de pasar el rato cantando la intro de Friends, después de la decimoquinta vez que la cantaba, Gerión decidió ponerles mordazas.

—Gracias, Presley —espetó Nico, mientras Euritión se inclinaba para colocarle la mordaza.

—De nada, Nico, cuando quieras —respondió Presley con tranquilidad, entonces Euritión también le puso una mordaza.

Entonces tuvieron que esperar, mientras Gerión hacía barbacoa. «Un buen negocio se celebra con una buena barbacoa» había dicho.

Percy apareció cuando el sol ya casi había caído.

—¡Suéltelos! —gritó él, jadeante—. ¡He limpiado los establos!

Gerión se volvió. Llevaba un delantal en cada pecho con una palabra en cada uno, de manera que el conjunto decía: «BESA - AL - CHEF. »

—¿Ah, sí? ¿Cómo lo ha logrado, señor Jackson?

Percy parecía impaciente, pero aún así lo explicó. Cerca del establo había un río, y había pensado en usarlo, pero una pobre náyade vivía ahí y habría enfermado si usaba su agua para limpiar los establos. Así que Percy había conseguido que ella le hablara de que, donde estaba, antes había mar. Y Percy había usado sus poderes de hijo de Poseidón. Lo normal.

Él asintió, admirado.

—Muy ingenioso. Habría sido mejor que hubiese envenenado a esa náyade latosa, pero no importa.

—Suelte a mis amigos —exigió Percy—. Hemos hecho un trato.

—He estado pensando en ello. El problema es que, si los suelto, no me pagarán.

—¡Lo prometió!

Gerión chasqueó los labios.

—¿Acaso me lo hizo jurar por el río Estigio? ¿Verdad que no? Entonces aquí no ha pasado nada. Cuando se hacen negocios, hijo, es imprescindible un juramento de obligado cumplimiento.

Percy sacó su espada. Ortos —el perro con nombre estúpido— gruñó, y una de sus cabezas se inclinó junto a la oreja de Grover mientras mostraba sus colmillos.

—Euritión —dijo Gerión—, este chico está empezando a molestarme. Mátalo.

Euritión observó a Percy.

—Mátelo usted mismo —replicó Euritión.

Gerión alzó las cejas.

—¿Cómo dices?

—Ya me ha oído —refunfuñó Euritión—. Usted me manda continuamente que le haga el trabajo sucio. No para de meterse en peleas sin motivo. Y ya me he cansado de morir por usted. Si quiere combatir con el chico, hágalo usted mismo.

Presley habría aplaudido si no hubiera tenido las manos atadas.

Gerión arrojó la espátula al suelo.

—¿Te atreves a desafiarme? ¡Debería despedirte ahora mismo!

—¿Y quién se ocuparía de su ganado? Ortos, ven aquí.

State of Grace || Annabeth ChaseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora