Capítulo VIII

3.3K 342 30
                                    

—Es demasiado tarde, vamos a tu casa..

Che se levantó sintiendo el cuerpo pesado, comenzaba a tener mucho sueño y aunque el piso de la azotea era demasiado duro para dormir cómodamente, Kim podía servir como cama improvisada.

—Bien, vamos. Pero te quedarás hasta que amanezca.

Kim levantó una ceja divertido mencionó algo sobre cómo Che debería invitarlo a salir primero. Sólo quería fastidiarlo, era un blanco demasiado fácil.

—No me jodas, Kim.

—¿Acabas de besarme con esa boca tan sucia?

—¡No lo digas así! Haces que suene... —Kim volvió a levantar una ceja divertido. Che soltó un suspiro y comenzó a caminar sin esperarlo.

Una vez en casa de Che, acomodaron el sofá para acostarse un rato. Habían pasado toda la noche saltando de un lado para el otro, estaban cansados.

Kim se quitó la chaqueta y la arrojó a un lado acostándose, Che hizo lo propio con su suéter y se derrumbó junto a Kim.

Che lo había tomado por sorpresa ese día. No esperaba verlo, Kim se había esforzado por mantenerlo lejos pensando que de esa forma iba a desalentarlo, el efecto fue todo lo contrario. Mentiría si dijera que no estaba feliz por ello, pero tarde o temprano tendría que salir de esa burbuja.

Todos esos días lejos de Che, se mantuvo ocupado haciendo tareas, trabajos para Kinn y fingiendo que su padre no le desagradaba. Ni siquiera había podido concentrarse en su música sin pensar en el niño que se estaba durmiendo entre sus brazos.

¿Qué pasaría por la mañana cuando Kim tuviese que irse y enfrentar la realidad? Seguía sin saber la conexión de Che y Porsche con su familia, y en caso de que lo peor sucediese había estado toda la noche atacando a su propia moral.

¿Cómo iba a explicarle a Kinn que ambos habían estado jugando con fuego todo ese tiempo? ¿Qué su padre se había divertido a sus espaldas viéndolos caer en ese juego perverso?

Aunque Kim quisiera creer que tenía control sobre su vida, sabía que sólo era una fantasía. Su padre siempre estaba en la sombras, observando. Renunciar a su séquito de guardaespaldas no garantizaba su soledad. Para ese momento, puede que su padre tuviese al menos tres hombres rondando cerca de él y supiera exactamente qué había estado visitando a Che en cálidad de algo más que su tutor.

No podía confiar en el viejo. Jamás podría. No era como Kinn, él estaba demasiado cegado por el respeto a sus mayores. Había crecido viendo su desconcertante servilismo hacia ellos.

Al pensar en su infancia, veía a Korn y Kan buscando la validación del abuelo, y como hacían que ellos (la tercera generación) hiciera lo mismo a través de absurdas competencias.

—Aún no quiero dormir.

Kim tampoco quería hacerlo. Si se dormía, el despertar no podía traer nada nuevo. A esas horas de la madrugada comenzaba a temer las repercusiones de sus acciones de esa noche.

—Yo tampoco —dijo besando la coronilla de Che.

El pequeño levantó la cabeza y dejó caer un beso en sus labios, demasiado corto y efímero. Antes de que pudiese acomodarse entre su brazos, Kim le levantó el rostro para darle un beso de verdad. Algo en su interior le estaba diciendo que no podría volver a hacer eso pronto. Che tenía que saber la verdad, y ya había dejado correr demasiado tiempo.

No esperaba que la intensidad de beso incrementara tan rápido. Debía detenerse, era la orden que su cerebro le gritaba con desesperación. El problema estaba en que su cuerpo se negaba a responder.

MAFIA LOVER (Kimporchay/jeffbarcode ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora