Capítulo XXXIII

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Los pasos de Kim resonaron por toda la estancia, el lugar parecía lúgubre y vacío. Se trataba de una habitación oscura, sin ventanas y aunque cómoda era pequeña.

—¿Estás bien?

No hubo respuesta. Tampoco esperaba que la hubiese.

—Sólo vine para que entendieras mis razones. Ha pasado un tiempo, me ha ayudado a reflexionar y entender que no te odio como creí hacerlo.

Kim se movió por la pequeña estancia observando los títulos de los libros que estaban esparcidos en la esquina de la habitación, tomó uno al azar y lo ojeo hasta que escuchó un quejido de protesta.

—Sé que no te gusta que toquen tus cosas, mis disculpas. —Kim se dio la vuelta y tomó asiento en la cama, de forma nerviosa alisaba las arrugas de la colcha solo para darle a sus manos algo que hacer—. A lo que he venido es a decirte que todo se torció cuando Chan apareció frente a mí.

Para ese momento, Kim comenzaba a estar ancioso. Vegas y Porsche no tardarían en hacer una locura, había rastreado sus pasos a sus intentos por indagar en el pasado de su padre, lo mejor que pudo hacer para ayudarles fue mantenerlo lejos y bien ocupado.

Sin embargo, Korn tenía una agudo sentido para percibir el peligro, tal vez por eso insistía en estar presente en todas las reuniones de Kim, en que estas se llevasen a cabo en la casa principal. Y aunque eso limitaba los propósitos de su hijo, igual terminaba colaborando con sus planes. Tal vez por eso, le había pedido a Chan que mantuviese un ojo sobre todos sus hijos, y sobrinos.

—... estás rutas de distribución nos permiten tener mejor acceso a las zonas donde sabemos que habrá mayor compra de productos.

Kim escuchaba a medias lo que uno de los ancianos decía, le interesaba más el temblor incontrolable que Korn se estaba esforzando por ocultar. Él no era el único que lo había notado, muchos otros miembros de la mesa habían dirigido miradas discretas hacia sus manos durante toda la noche.

—Padre, será mejor que Chan te lleve a casa —dijo Kim una vez que todos los miembros del consejo hubiesen salido—. Pareces cansado.

—Últimamente mi salud no es la mejor, todos los años me están cayendo encima.

Korn no era un hombre viejo, por desgracia a sus casi cincuenta años había padecido de varias enfermedades que estaban arrebatando parte de su vida. Kim solía recordar al hombre alto, fuerte y orgulloso que acompañaba a sus hombres a donde fuera, porque un verdadero líder demostraba cuan unido estaba a sus subordinados.

Esa era la clase de líder que Kim quería ser. No iba a condenar a un puñado de personas a una posible muerte desde la comodidad de su oficina, él prefería mantenerse cerca y tener las mismas posibilidades de vivir.

Había visto a su hermano hacer lo mismo infinidad de veces, Kinn se aseguraba del bienestar de sus hombres ya que en cierta medida formaban parte de la familia.

—¿Señor Korn, podemos hablar?

Su padre se alejó unos metros para hablar con uno de sus socios, y Kim se quedó junto a Chan, podía notar la tensión en los hombros del guardaespaldas y la forma en la que movía los ojos en su dirección de manera nerviosa.

—Si quieres decir algo, solo tienes que hacerlo.

—Sé lo que hace, señor Kim.

Kim se apartó y camino, seguido de Chan, hacia el ventanal lateral. Se apoyó en la cristalera con los brazos cruzados y una sonrisa cínica en los labios. La única razón por la que Korn había conservado a Chan por encima de cualquier otro miembro del grupo de guardaespaldas era por la fidelidad que le tenía, no había persona más leal y comprometida con las causas de su padre, aunque fueran una perdida de tiempo.

MAFIA LOVER (Kimporchay/jeffbarcode ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora