Capítulo XXI

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Che no sabía como sentirse al ver a Honey. Una vez la euforia inicial hubo pasado, el miedo se hizo presente. No sólo porque la mujer frente a él fuese una pieza más en el retorcido juego de Korn, sino porque no tenía idea de quien era. Durante toda su vida había amado al fantasma de esa madre, y ahora estaba frente a él.

Honey vivía, pintaba de forma compulsiva y evitaba ver a sus hijos. Porsche tenía más esperanzas, Che comenzaba a perderlas. Él era un bebé cuando todo sucedió, así que había creado una imagen de ella a través de los recuerdos de su hermanos. Y hasta el momento, lo único que resultaba verídico era la parte de la pintura.

-Estás haciendo eso de nuevo -dijo Kim sacándolo de su estupor.

-¿Qué cosa?

-Rascar tu brazo de forma compulsiva.

Es cierto, últimamente había tomado la mala costumbre de aliviar su incomodidad al frotar su brazo tras ser sometido a tanto estrés. Che comenzaba a perder la fuerza de voluntad ante la poca respuesta por parte de su madre, desde que se abrazaron la primera vez que le permitieron verla, no habían tenido ningún otro tipo de contacto. Ni siquiera una mirada.

Porsche se sentaba y hablaba, Che intentaba seguir la conversación. Solo intentaba que todo fuese bien, más ligero y menos incómodo. Pero ella solo pintaba, jamás levantaba la vista del lienzo.

-¿Has pensado en hablar con Porsche de esto?

-¿Has pensado tú hablar con Kinn y Khun sobre lo que sabes?

-No es lo mismo.

-Sí, lo es, Kim. No confías en ellos, y yo ya no confío en Porsche.

Kim se había mantenido al margen en todo ese embrollo. No daba su opinión a menos que Che la solicitara, no intentaba influir en la situación y se limitaba a ser un mero espectador. Sin embargo, no podía evitar preocuparse por la forma en la que Che se apagaba cuando ya no había nadie observando.

Una vez, mientras Che cantaba, Kim había pensado lo lamentable que iba a ser para él enfrentarse al mundo, y todo porque Porsche no lo había preparado para ello. La desconfianza de su hermano, el exceso de sobre protección, y el que no pudiese verlo como algo más que un niño habían hecho mella en el carácter de Che en los últimos meses. Kim temía que antes de acabar el año no quedase nada de él.

Mientras más se involucraba Che en el mundo de la mafia, menos reconocía del niño que le había pedido ser su tutor. Kim tenía parte de la culpa en eso, pero no iba a llevarsela completa cuando todos habían contribuido.

-Iré a ver a mi madre -soltó un suspiro rascando el entrecejo-, luego iré con Macao a ver a Vegas, nos vemos por la noche.

-De acuerdo.

Che solo se alejó unos pasos cuando Kim lo atrajo de nuevo hacia él, lo abrazó por la cintura y dejó caer la cabeza en su hombro.

-Dile a Porsche que te vas a quedar en el dormitorio de un amigo, solo por unos días.

-¿Todavía quieres que vaya contigo a tu viaje?

-Sí. Y no es mi viaje, es nuestro. Lo estoy organizando para ambos. Así que... nos vamos el viernes, más te vale estar listo.

Che asintió, al romper la jaula de brazos que solía hacer Kim sobre su cintura, se dio la vuelta para quedar de frente a él. Se sentía mal por abandonar a Porsche en un momento como ese, pero su salud mental requería un descanso así que iría con Kim e intentaría pasarlo bien.

Besarlo se sentía bien, tan familiar y tan dulce al mismo tiempo. Se estaba convirtiendo en una de sus actividades favoritas. Che le empujó el pecho para hacer que Kim se recargara sobre la estantería, días atrás habían tomado la costumbre de verse en la biblioteca porque pocos en la casa la usaban, era un escondite perfecto. Y la mejor manera de cambiar de aires, Kim se volvía loco de estar todo el tiempo encerrado en su habitación y Che no podía culparlo, él comenzaba a molestarse también.

MAFIA LOVER (Kimporchay/jeffbarcode ) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora