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Revisé el refrigerador comprobando que las latas de alcohol estuviesen a la vista y que estuviese a la mano toda la carne y vegetales que necesitaría estos días.

Ayer intenté comprar todo lo que necesitaba para recibir a mis visitas que, por cierto, no habían especificado precisamente en que momento vendrían, por lo que tuve que dejar todo listo en caso de que llegaran a departamento antes que yo.

Cerré la puerta del refrigerador y me dirigí hacia uno de los cajones.

-Bien, las golosinas también están listas y...-recordé mentalmente-todo lo demás está limpio y ordenado.

"Estas exagerando", habló Akira burlándose.

Sabes que necesitaré todo esto para lograr calmarlas, suspiré tomando todo lo necesario para mis clases, no sabemos de lo que son capaces de hacer.

Rezaba que todo saliera bien.

Al otro día no pude concentrarme en ninguna de las clases que tuve, estaba muy nerviosa para preocuparme por ellos.

En los intervalos que tuve entre clases me dediqué plenamente en evitar a mi mate, no estaba de humor para hablar con nadie; también agradecía internamente que Joshua no tuviese clases hoy.

Por un estúpido momento pensé que me había relajado completamente cuando la última clase del día acabo. No pude contenerme y tomando mis cosas salí apresurada, la universidad era el peor lugar para pasar el día, pero no podía faltar a más clases solo porque me diera la gana.

Fue justo ese momento en el que pasé la puerta de entrada cuando parte de mis miedos se cumplieron, y no, no hablaba del olor fuerte a vainilla que percibí a un lado en un grupo reunido de chicos, no, no fue eso.

-¡Erahia!-grito una de las razones de mi pesar.

Bajé mis hombros viéndola menear su mano en forma de saludo mientras seguía gritando mi nombre.

-Mamá-susurre casi sin aliento.

.

En todo el viaje no me moleste en levantar mi rostro de mis manos.

-Oh vamos, fue divertido.

Al escucharla levanté mirada.

-No fue para nada divertido, lo hiciste a propósito porque sabías que sería bochornoso para mí.

-Pues yo lo disfrute-dijo dedicándome una mirada divertida.

-Muchos chicos incluso se voltearon a verte-no había prestado mucha atención a mi alrededor pero no lo necesite, después de todo mis madres se mantenían con magia lo suficiente para parecer jóvenes-¿No tienes vergüenza?

-No-se encogió de hombros-soy joven después de todo.

Levanté mis cejas.

-Dices algo inadecuado y puedes olvidarte de tu voz lo que te resta de vida.

Automáticamente cerré mi boca sabiendo que hablaba enserio.

-Minerva y Fidelia están en el departamento-me miró de reojo sonriendo-el cual está bastante limpio, por cierto.

Sonreí aliviada, mis madres eran muy diferentes en lo que actitud respecta, pero la limpieza era igualmente esencial para las tres, y por supuesto yo era su karma.

El orden nunca fue mi fuerte.

-¿Quién te dio las llaves de mi auto?-pregunte recordando que yo todavía seguía teniendo las mías en mi bolsillo.

-Cariño, tu madre es bruja-meneo la cabeza riendo mientras entrabamos al estacionamiento del departamento-debemos visitarte más seguido.

Estacionó el auto y luego de apagarlo se volteó hacia mí con sus brazos extendidos.

-Ven aquí-dijo sonriendo.

Enternecida no dude ni un segundo en lanzarme a sus brazos.

-Hola, cariño-dijo acariciando mi cabello.

Tenía un dulce aroma bastante conocido para mí, pero lo que más extrañaba era esa conocida calidez que siempre me trasmitía.

-Hola mamá-dije compungida notando todo lo que la necesite este tiempo.

ErahiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora