Rojo IX

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Haruhime no se apartó de él ni por un segundo, ni siquiera cuando ciertas personas fueron presentadas, con su rostro estando oculto y sus orejas gachas, las personas que se supone que la conocían no pudieron reconocerla, más porque su cola desde la parte donde ellos estaban no era visible, por su parte, Lili y Welf miraban con cierta ira a esas personas mientras Emma trataba de mantener las buenas vibras, todo esto provocando que cierto dios no pudiera presentarse frente a la renart, todo esto hizo que el peliblanco soltará un suspiro que llamo la atención de Haruhime, la cual volvió a ocultar su rostro cuando su cabeza fue acariciada otra vez.

-Vayamos a una tienda de campaña y allá pueden hablar – él dijo ya sin ningún tipo de rencor, todo siendo dejado atrás al ver a su Familia intacta – lo que me recuerda, Aiz Wallenstein-chan...

El "chan" hizo que la espadachina obtuviera un puchero que divirtió a Bell, el cual solo le sonrió para ligera molestia de ella, sabía que la estaba molestando, pero parecía querer ocultar algo, así que no dijo nada, entendió que él era un misterio para la mayoría de la ciudad y respeto que eso fuera así, solo esperaba que mostrar dos caras no le jugará en su contra en algún momento, pero dejando eso de lado, ella espero para saber que quería.

-...me gustaría agradecerle a quienes sanaron a mi Familia – él pidió y ella asintió.

-Hablaré con Finn, debería poder hablar con ellos mañana.

-Muchas gracias.

Él sonrió y ella también, por motivos que la chica no entendía, estar con él y verlo sonreír la relajaba, a pesar de eso, se mantuvo profesional, por así decirlo, por lo que los guío hacia la tienda de campaña donde se hospedaban en un principio los miembros de la Familia Kairós y Welf, esto provocó que Haruhime mostrará su rostro y ciertas personas la reconocieran, lo que solo hizo incrementar la culpa dentro de cierta pelinegra que parecía comportarse más como samurái que como aventurera dada su forma respetuosa de dirigirse a todo el mundo y a su manejo de la katana.

- ¡Lo siento mucho! – la espadachina, de nombre Mikoto, dijo con gran pena, su frente pegada al suelo, casi como si quisiera romperlo.

-Mikoto-sama – Haruhime dijo mientras detenía a Lili y Welf de decir algo – por favor, levante la cabeza.

La chica obedeció con lentitud, tenía miedo de ver los ojos de la persona a la que le dijo que iba a ayudar siempre, a la que dijo que siempre podía confiar en ella, tenía miedo de ver decepción, ira, sin embargo, cuando se encontró con la mirada de la renart, no hubo nada de lo que pensó que habría, la chica simplemente la miraba con calma, sin rencor, aquel color verde la relajo, pareció mostrarle una gran pradera llena de vegetación, lleno de una vida que no había visto cuando era niña.

- ¿Entiendes lo grabe que pudo haber resultado? – ella pregunto con una seriedad que sorprendió incluso a Bell.

-Sí – Mikoto respondió sin bajar la cabeza.

-Bueno – eso fue todo lo que ella iba a quejarse, todo lo que iba gritar – me alegro de verte otra vez, Mikoto-sama.

La espadachina del lejano oriente fue sorprendida con un abrazo que no dudo en corresponder, su corazón latía con fuerza por la culpa y el agradecimiento, a un lado Lili solo soltó un suspiro mientras Welf negaba un poco con la cabeza, Emma por su parte no había entendido mucho y los demás solo permanecieron en silencio, esperando a ver que más ocurría.

-Cuento con ustedes para que nos apoyen cuando tengamos problemas y así van saldando la deuda que tienen con mis amigos – Haruhime dijo levantando la cabeza y mirando a los otros dos miembros de la Familia Takemikazuchi.

-Tendrán nuestra ayuda – el hombre, Ouka, dijo inclinando un poco su cabeza, rindiéndose ante la amabilidad de Haruhime, admitiendo la culpa detrás de sus acciones.

Aquel de ojos rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora