Rojo XII

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La noche paso con lentitud, la mirada de ojos verde esmeralda miraron la luna con fascinación, el brillo le parecía hermoso y de alguna manera ayudaba a relajarla a lo que pronto tendría que hacer, una mano se posó sobre su cabeza, fue suave, gentil y aquella calidez hizo que quisiera acurrucarse en el pecho de la única persona a la que permitiría hacer todo esto, entendiendo lo que ella quería, él se acercó, su brazo libre la rodeo en un agradable abrazo que casi hace que Haruhime cayera dormida, no lo hizo, las caricias en lugar de dormirla la mantuvieron despierta todo esto para diversión del chico.

- ¿Está seguro de fingir ser un dios en este caso, Bell-sama? – ella pregunto mientras volteaba a verlo.

-Sí, sería raro que justo no me encontrará a pesar de que esta en las posibilidades que el ataque ocurra – él respondió con calma, acercándola un poco más si era posible – pero si todo se pone muy complicado, quiero que corras sin mí.

-No – ella se negó de inmediato, provocando una sonrisa suave en el chico – si hago eso, ellos trataran de herirlo, de lastimarlo para dejarme sin dios, si lo hacen se darán cuenta de que usted no es uno y serían muchos problemas, demasiados.

-Vale, vale, estaremos juntos en todo momento – él dijo haciendo que ella volviera a sonreír.

La llegada de la mañana fue lenta para ambos, aun así, los dos prefirieron que fuera así, pues de esa manera parecería que estuvieron mucho más tiempo juntos, el pensamiento, aunque sabían que era mentira, los lleno de paz, de tranquilidad, les permitió pensar que esas horas fueron un momento que brillo en sus corazones, ella se había vuelto atrevida, al menos comparada a como era en un principio, pues no dudo en besarlo en varias ocasiones, no le importó quien pudiera estar viéndolos, solo lo hizo, una y otra vez, pero eso no quería decir que fueran muy apasionados, todavía quedaba un poco para que ella llegará a eso.

-Bell-sama, ya están aquí – Haruhime dijo después de que sus orejas captaran ruido – y son muchos, parece que armamos una gran revuelta.

-Bueno, lo insulté delante de todos sus invitados, así como el hecho de que lo hice quedar mal en su propio hogar, no es raro que quieran venganza, pero me esperaba más de un dios.

- ¿Entonces, así dónde corro, Bell-sama?

-No vamos a correr, atravesaremos directo e iremos de nuevo a su hogar, quiere jugar con fuego, vamos a mostrarle que puede quemarse.

-Como diga, Bell-sama.

Ambos caminaron hacia la salida mientras ella recitaba su magia, lo hizo en forma de canción, provocando que el chico se alegrará de escucharla, entonces, en el momento que ambos dieron un paso fuera ella dijo el nombre de su ataque al tiempo que otras magias les eran lanzadas, las llamas los protegieron, pero no se podía decir lo mismo de la casa, está termino derrumbándose bajo los ataques mágicos de la Familia Apolo, ella lo cargo con facilidad y con un salto los llevo sobre los tejados, sus llamas moviéndose como un escudo que los protegieron de las flechas.

-Es raro que sea yo el cargado – él dijo con cierto nerviosismo.

-No se preocupe Kairós-sama – ella dijo divertida – después podrá cargarme a mí.

- ¿Al altar? – él pregunto divertido.

-A dónde usted quiera, yo dejaré que me lleve.

Sí, ellos estaban ignorando por completo a la Familia Apolo, ni siquiera prestaron atención a los ataques, al menos hasta que escucharon lo que parecía ser una profecía, una que decía algo como "en la noche estrellada un zorro acecha, sus fauces abre y al sol devorá", eso hizo sonreír al peliblanco, no era la primera profeta que se encontraba y el hecho de que la propia profecía sonará como una tontería hizo que él se fiará un poco de aquellas palabras, por lo que supo que las cosas saldrían bien.

Aquel de ojos rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora