Rojo XXVI

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Él se había levantado temprano, demasiado para su gusto, pero tampoco era algo de lo cual pudiera decidir, su mente reaccionaba de maneras extrañas siempre que dormía, si no era recordándole cosas de un pasado que solo existía en sus recuerdos era haciendo que despertará con sensaciones extrañas, sintiéndose en algunas ocasiones decaído sin sentido aparente, sin saber que quería, no era el caso en esta ocasión, está vez solo se había levantado antes de lo que había esperado y ya, ni siquiera había salido el sol y la sensación extraña que tenía al momento de abrir los ojos era algo que quería despejar, pues podía sentir que algo marchaba mal.

-Pensar que ustedes dos se quedarían dormidas sobre mí así sin más – él murmuro mientras acomodaba unas almohadas bajo las cabezas de Wiene y Haruhime, así mismo, cubriéndolas con unas mantas – (una familia, ¿Podré considerar cosas como está lo que hace una familia? No, concéntrate, tienes un objetivo)

El silencio fue tal que él no quiso romperlo, por lo que como si fuera una sombra, se movió por la mansión, subió al segundo piso y se dirigió a la única habitación de la que provenía luz, sin pensar en que estuviera siendo irrespetuoso o no, golpeo la puerta de la habitación escuchando como la persona dentro se ponía nerviosa, entonces, cuando vio a Artemis abrirle la puerta, él solo observo al espíritu que flotaba en medio de toda la habitación, aparentemente sin hacer nada, sin embargo, cuando observo las pequeñas lágrimas solo soltó un suspiro.

- ¿Puedo entrar? – él pregunto viendo a la diosa directamente a sus ojos, entonces cuando la vio asentir, entró en la habitación.

Moviendo una silla y apuntándola en dirección a la cama, él se sentó y espero a que Artemis también lo hiciera en su cama, entonces, cuando los dos estuvieron acomodados soltó un último suspiro antes de comenzar a hablar.

- ¿En qué parte de la historia quedó? – él pregunto dispuesto a terminar su propia historia.

X X X

Haruhime se despertó encontrando que solo se encontraba con Wiene durmiendo a su lado, sonriendo con suavidad, dio un par de caricias a la cabeza de la vouivre, no queriendo despertarla al considerar que podía ser demasiado temprano, ella la levanto con cuidado y la llevo a su cuarto, bueno, al cuarto que en un principio compartía con Bell, pero que hace un tiempo solo ella usaba, aprovechando que iba hacia allá decidió ir a darse un baño, lo que no espero fue ver al peliblanco sentado en el tejado de la mansión mirando hacia el horizonte con un rostro pensativo, casi nostálgico.

Por alguna razón que no fue capaz de comprender se sintió nerviosa cuando esos ojos rojo rubí se posaron en ella, si no hubiera decidido ir a su cuarto habría visto la aparente tristeza que trataban de ocultar aquellos ojos que parecían piedras preciosas, tristeza que con un parpadeo pareció desaparecer, reemplazada por la habitual mirada del chico, el cual volvió a mirar más allá de las murallas, pensando que cuando el asunto de Wiene terminará haría un viaje de un par de días, aunque primero tenía que asegurarse de que los demás dioses no planearan algo así como un Denatus, pues eso sería problemático según su manera de ver las cosas.

Ella había decidido adelantarse al gremio, quería ver si podía escuchar rumores sobre los monstruos armados, así como comprobar que no hubiera salido ningún rumor sobre Wiene rondando por la ciudad, en el camino hacia el gremio le agrado saber que la vouivre no había sido descubierta, pues lo último en lo que quería pensar era en tener que escoger un bando en lo que podía convertirse en una posible guerra, no abandonaría a Wiene, pero tampoco quería tener que enfrentar a otros cuyo único pecado era no confiar en los monstruos, cosa que no les pediría, no si no podía dar pruebas, pruebas que fueran irrefutables e indestructibles y, aun así, dudaba de que siquiera pensaran en creer lo que pudiera decir.

Aquel de ojos rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora