Rojo XXI

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Guardaespaldas, era algo que él no había esperado, pues en sus planes tenía otro tipo de acercamiento con la encargada del Gremio, pues con ella sería capaz de obtener información privilegiada a diferencia de cualquier otro aventurero, no quería avanzar la relación más allá de la amistad, pero por el bien de quien consideraba importantes, haría lo que fuera necesario, así que, con ojos que brillaron bajo su capa, él salió de un callejón y espero bajo la luz de la luna, sentado sobre un tejado, su turno vigilando al ejército de Ares había terminado, por lo que justo ahora, tenía toda la noche para proteger a la mujer.

-Por favor, Bell-san – Eina dijo a modo de saludo, inclinando un poco la cabeza.

-No es necesario eso, Eina-san – él dijo con un tono suave, una sonrisa tranquila bajo su capucha – ¿vamos?

Colocando su brazo para que la medio elfa se engarzará, él espero su respuesta, su mente planeando muchas cosas al mismo tiempo, todo para incrementar su cercanía, el hecho fue que ella aceptó cruzarse de brazos, pronto comenzaron a avanzar entre las calles, con él sintiendo la mirada de una única persona, por lo que sintió, podría decir que se trataba de un enano, luego vinieron otras dos miradas, dos cuyas presencias eran de dioses, ante eso solo soltó un silencioso suspiro, pues termino cayendo en un juego de dos aburridos dioses.

- ¿Puedo hacerte una pregunta, Bell-san? – Eina pregunto haciendo que él pesará que ya había hecho una.

-Sí, responderé a lo que pueda – él acepto ignorando su último pensamiento.

- ¿Qué buscabas al convertirte en aventurero?

Eso lo puso a pensar, él en verdad no tenía una respuesta clara a esa pregunta, pues en realidad nunca pensó en querer ser un aventurero, también abandono la idea de ser un héroe, al final, solo se volvió un aventurero porque no le quedó otra opción, con manos manchadas de sangre, tanto de monstruos como de humanos, él aceptó el camino que comenzó a seguir, uno que solo le mostró oscuridad, una más oscura que otra, exterminándola y volviéndola suya, solo para, irónicamente, encontrar luz en otro lugar más oscuro al que conoció antes, una luz tan puro que se decidió a pulirla y hacerla todavía más hermosa, entonces, cuidando a aquella luz, aparecieron otras que fueron ocultas por la oscuridad, pero que brillaron con poder.

-En realidad no buscaba nada, solo fue la alternativa que tuve – él respondió habiendo pensado en todo lo anterior en cuestión de un segundo – fue el camino que se me abrió cuando todos los demás estaban cerrados.

- ¿Sucedió algo para que no pudieras tener otras alternativas? – ella pregunto haciendo que él volviera a pensar, esta vez en cómo responder.

-Malas decisiones, esa fue la principal razón – él respondió sin preocuparse – igual, eso ahora no es importante, pues simplemente ando por este camino.

-Lo dices como si no pudieras elegir otro camino en este momento – eso lo puso curioso.

-Tal vez pueda, tal vez no, al final, cuando no hay nadie más dispuesto a hacer lo que tú haces no te queda otra opción que seguir haciendo lo que has estado haciendo.

Ella lo entendió, supo a que se refería, no sabía que tan pesado sería la carga que él llevaba, pero si comprendía que si lo hacía solo él, era porque no había nadie más que estuviera dispuesto a hacerlo, fue así, como con solo una conversación que no duro más que unos segundos, Bell había conseguido poner de su parte a Eina, volverla su aliada, bajo la capucha aquellos ojos rojos parecieron brillar por un instante, pues al siguiente lanzo una cuchilla hacia un muro, allí solo había quedado la capa del sujeto que los estuvo siguiendo.

-Parece que tendré que seguir cuidándote un poco más – él dijo mirando hacia el callejón por el que escapo el enano.

-Sí, por favor – Eina pidió un poco nerviosa.

Aquel de ojos rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora