Rojo V

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Los ojos rojos parecieron brillar dentro del Calabozo, arrodillado delante suyo había un monstruo, la apariencia de toro dando a entender que se trataba de un minotauro, pareciendo un enviado de la muerte misma, el chico hizo que el monstruo se volviera a poner de pie a la fuerza, no le importó que el pelaje de su oponente se pusiera rojo, consideró que todavía no era suficiente, si él quería que su heroína avanzará, necesitaba de un verdadero desafío para ella y dado el Estado que la renart tenía, hizo todo lo que estuvo en su mano para que ella pudiera crecer.

-Párate – él obligo al monstruo una vez más, su cuerno derecho faltando – todavía no hemos terminado.

Unos minutos después él vio como el pelaje dejaba de brillar con un tono rojo para volverse más oscuro, como si fuera sangre seca y con eso supo que el primer enemigo real de la renart estaba listo, con un rápido movimiento noqueó al monstruo y se lo llevo, a mitad de camino se topó con cierto boazman que lo miraba con aparente aburrimiento, en movimientos que la mayoría no serían capaces de ver, ambos desenvainaron sus armas, el filo apuntando a sus cuellos, ambos se vieron con aburrimiento.

-Eres valiente, nivel siete – él exclamo solo dejando que su mirada mostrará sus intenciones.

-Son órdenes de mi diosa, eso es todo – el hombre respondió, su tono grueso incrementando su aura intimidante.

A pesar de eso, el chico solo siguió avanzando sin darle mucha importancia la persona delante suyo, en ningún momento sintió miedo real, el único ser que en verdad lo asustaba ya estaba muerto y fue asesinado por su propia mano, por eso ya no tenía cosas a las que temer, ni siquiera al Calabozo, nada de lo que este ser le mandará lo asustaría, no después de tantas pesadillas con un solo ser, no después de prácticamente haber muerto más veces de las que cualquiera podría imaginarse.

-No te pediré que me perdones, Haruhime – él murmuró mientras regresaba a la casa – pero tampoco lo sabrás y si no puedes, te salvaré del riesgo en el que yo mismo te puse.

X X X

-Supongo que este es el último día entrenando ¿no? – él exclamo viendo a la espadachina dorada, como decidió apodarla.

-Así es, hay una expedición.

-Muy bien – él dijo mientras enfundaba su espada – si vuelves a necesitar ayuda me lo puedes decir.

Él comenzó a alejarse sin percatarse de que la chica quería hablar de algo, decidió ser ignorante de como ella levantaba su mano derecha con afán solo para dejarla a medio camino, quiso llamarlo, pero se dio cuenta de que no sabía su nombre, comprendió que no eran más que dos extraños que habían llegado a un acuerdo momentáneo, uno que acababa de terminar justo ahora, su mano entonces comenzó a bajar mientras su mirada pasaba a ser una triste.

-Ahh, se me olvidaba – él dijo volteando a verla – felicidades por tu ascenso a nivel seis.

Eso basto para ella, fue más que suficiente para ella, pues asintió con una sonrisa que golpeó el pecho del chico de una manera que no comprendió, no fue amor o algo parecido, asombro tal vez, aun así, él hizo como si nada ocurriera, ya tendría tiempo para pensar en esas cosas, justo ahora lo que quería era salir de aquella persistente y molesta mirada que no parecía dejarlo en ningún momento, entonces de repente esta desaparecería y aprovechando eso, él también lo haría.

-Como no – él murmuro unos minutos después viendo como cierta camarera de cabello plateado se acercaba – era obvio que no se rendiría.

-Bell-san – ella lo llamo haciendo que fuera imposible para él alejarse – quería verte.

E ignorando que ella se encontraba abrazando su brazo izquierdo, escucho lo que tenía que decir, termino aceptando el lavar unos platos, serviría para hacer que su mente se centrará en otras cosas, en relajarse de su investigación en aquel laberinto, dejo su capa a un lado e ignorando una vez más cualquier tipo de reacción, él remango las mangas de su camisa y se preparó, planeaba terminar rápido dado el hecho de que faltaba poco para que abrieran el lugar.

Aquel de ojos rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora