Capítulo 7

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Durante toda la noche Viveka estuvo ideando la manera de librarse del matrimonio.

Mandó a Kalevi a su dormitorio asegurándole que le contaría todo después de que hiciera el primer movimiento y luego empezó a pensar. Dagny había dado con la manera, su amiga había sido muy inteligente, pero las consecuencias podrían ser horribles. Quizás, si repasaba las leyes antiguas, encontraría alguna manera de solucionarlo de una manera favorable para todos. 

Y eso fue lo que hizo.

Se escabulló de la Gran Sala y corrió hacia los archivos de Valistue, un modesto edificio no muy lejos de donde ella vivía. Esquivó a los guardias que patrullaban sin muchos problemas y entró por la puerta principal. Al igual que la mayoría de edificios y viviendas de Valistue, era absurdo cerrar las puertas con llave, no había nadie dentro del pueblo que quisiera robar a sus vecinos y, si de verdad lo había, una puerta cerrada no iba a ser un impedimento. Habían desarrollado defensas en caso de que algún ejército atravesase la muralla, pero no se habían utilizado nunca.

Viveka tomó una vela que había junto a la puerta y la encendió gracias al fuego de la única antorcha del lugar. Una vez tuvo algo de luz recorrió la sala, toda llena de estanterías repletas de libros y pergaminos. Había una ligera escalera en una esquina que subía hasta la segunda planta, una especie de corredor con más estanterías pegadas a la pared, con un estrecho pasillo protegido por una barandilla que impedía que el visitante que quisiera hojear esos documentos se cayese por error. En el centro había una mesa de roble con varias sillas, las justas y necesarias para el escaso ajetreo que había en los archivos, y diversos puestos de escritura junto a las ventanas, para que las personas que allí trabajaban pudieran aprovechar al máximo las horas de luz. 

Allí, entre el silencio y las letras, Viveka se dispuso a buscar su salvación.

~~

Antes de que amaneciese, Viveka salió de los archivos y corrió de vuelta a la Gran Sala, revisando antes de salir de cada callejón para asegurarse de que no la veían los guardias. Ni siquiera se permitió dormir esa noche, tan solo continuó trazando su plan y se aseó, poniéndose la ropa que usaría durante ese día. Después corrió hacia la habitación de Kalevi y le despertó.

-Es lo que acordamos -le advirtió después de recordarle que debía distraer a su madre-. Necesito que me des el tiempo suficiente para llegar al telar entes que ella. No puede saber que he faltado.

-¿No se chivarán?

-No si al final del día cumplo con todo el trabajo que me hayan asignado -aseguró-. ¿Alguna idea de lo que vas a hacer?

-Tengo algo en mente -sonrió. Viveka le instó a seguir hablando con un gesto de su cabeza-. Nada, le iba a pedir consejos para el matrimonio -confesó, como si le diera vergüenza admitirlo-. Va a ser una charla complicada, espero que no entre en detalles y me hable solo de trucos para llevarme bien con mi futura esposa, pero estoy dispuesto a aguantar lo que sea -suspiró.

-Te debo una.

-Una muy gorda...

-Bueno, tampoco...

-¿Voy a aguantar a mamá hablando del matrimonio por ti y no me merezco una gorda? -espetó-. ¿Después de haberte entrenado estos años? ¿Después de haber construido un pasadizo secreto contigo para escapar de la ciudad cuando quisieras?

-Tú también le has dado uso a ese pasadizo -replicó Viveka. Kalevi la miró con agotamiento-. Es broma, es broma. Te debo demasiadas.

Él negó.

-Ve y haz lo que tengas que hacer, yo me ocupo de mamá.

 Viveka le dio un último abrazo y salió corriendo. Atravesó el pasillo con cautela y volvió a dirigirse a la puerta trasera, llegando a la calle. El pueblo comenzaba a despertar, así que ya no tenía que preocuparse tanto por los guardias y fue directa a su objetivo, una casa pequeña, no muy lejos de donde se encontraba la Gran Sala, en el extremo norte del pueblo. El espacio era reducido y algunos de los tablones de madera  que recorrían las paredes estaban roídos y carcomidos, pero algunos de ellos habían comenzado a ser reparados. No era la mejor casa de Valistue, desde luego, pero, teniendo en cuenta la situación que habían vivido Sigurd y su madre, podían sentirse agradecidos de que la casa hubiera aguantado tantos años.

La jarl de EngerestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora