Capítulo 13

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Cuando Viveka y Kalevi salieron,  Ivar ya estaba esperándola montado en su caballo. El hombre agarraba las riendas con impaciencia, moviéndolas constantemente y haciendo que el animal diese vueltas de un lado para otro. Al ver que su esposa salía se detuvo frente a las escaleras, junto a la yegua de ella, y la observó casi sin pestañear. 

-Me estaba despidiendo -se sintió obligada a excusarse al llegar a su lado.

-Sí -añadió su hermano-, ha sido culpa mía.

-Bueno -habló por fin Ivar-, tampoco es como si no fueras a volver a verles, no hacía falta una despedida tan larga.

Viveka ignoró por completo el reproche y se centró en lo importante. Con esa frase acababa de confirmarle que le aportaría cierta libertad, al menos la suficiente como para poder estar con su familia. Su hermano también pareció comprenderlo y sonrió con satisfacción.

-Es la primera vez que nos deja, entiende que no estemos acostumbrados -aun así, Kalevi siguió defendiéndola.

Ivar le contempló una vez y después se dirigió hacia los padres de Viveka sin molestarse en responderle.

-Encantado de haberles conocido -se despidió.

Sus padres asintieron, pero no dijeron nada más. Tampoco es que Ivar les hubiese permitido decir cualquier cosa, apenas había terminado de pronunciar esa frase y ya se estaba alejando hacia la cabecera de la comitiva. 

Viveka lanzó una última mirada a Kalevi y a sus padres, con la promesa de un reencuentro y la disculpa por la actitud de Ivar. Había dicho que supliría sus faltas y las de su esposo, y esa era una de ellas. Abrazó a su hermano con fuerza y después se acercó a sus padres. Ellos la abrazaron a la vez, envolviéndola, y Viveka cerró los ojos. No quería marcharse, quería quedarse allí eternamente, rodeada de esa calidez y amor, pero sabía cuál era su deber. Se apartó de ellos y un criado la ayudó a subirse a su yegua. 

-Ull -el jarl Einar se situó a su lado, ya montado en su caballo, y colocó una mano sobre el hombro de Viveka-, cuidaremos bien de ella.

-Sabes lo que pasará si no lo haces -amenazó su padre con un deje de broma, aunque la verdad tras esas palabras era más que obvia. 

El jarl Einar se rio con ganas.

-Lo sé, lo sé -reconoció-. Nos veremos pronto -añadió tras una pausa.

-Hasta pronto -contestó su padre.

Viveka no pudo decir nada, tan solo asintió e hizo que Mardöll diese media vuelta, atravesando la comitiva que había llevado el jarl Einar. Él la adelantó y se colocó al frente, junto a Ivar, pero fue el joven quien habló.

-Marchemos -ordenó, iniciando la marcha.

Todos comenzaron a moverse, Viveka bien rodeada por los caballeros de Engerest. Algunos de los habitantes de Valistue se habían acercado para curiosear y ellos le hacían gestos de despedida con la mano. Eso le hizo acordarse de Dagny, con la que no había hablado desde anoche, cuando se acercó a felicitarla por su boda. Se revolvió inquieta en la silla, pensando en que no había podido despedirse de su amiga, pero tampoco podía solucionarlo. Ya habían comenzado la marcha, ahora no podía detenerse. Continuó avanzando, fijándose más en la gente que se acercaba, esperando verla de alguna manera, pero fue imposible. 

Poco a poco se fueron acercando a la muralla, a la puerta principal del pueblo, y Viveka sintió una presión en el pecho. Era como si algo se hubiera introducido dentro de su cuerpo y estuviera estrujando sus pulmones desde dentro, provocándole dolor y falta de aire. Sus músculos se tensaron y se reblandecieron a la vez, haciendo que casi se cayera del caballo. Algo estaba fallando con ella, no podía continuar, pero tampoco quería dar ninguna voz de alarma. Se forzó a su misma a fingir que no había pasado nada y a seguir adelante. Volvió a sujetarse con fuerza, dejando que los nudillos se le pusieran blancos por apretar tanto las riendas, y se recompuso. 

La jarl de EngerestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora