Capítulo 6

26 6 0
                                    

El final del verano estaba cerca y, aunque aún no había recibido ninguna noticia sobre su inminente boda, Viveka comenzaba a estar de los nervios. Había continuado en ese estado ausente durante unos días más, tratando de asimilar las opciones que le había presentado Dagny y todo lo que eso implicaba, pero poco a poco se había recompuesto. Sí, el destino estaba sellado, pero no podía permitir que eso le destrozase los últimos días de libertad. Había vuelto a entrenar, había vuelto a escaparse de sus obligaciones en el telar y había vuelto a hacer cola en la plaza para recoger su desayuno. También había empezado a pasar tiempo en el establo con Mardöll, ella siempre alegre al verla llegar y dejándose mimar. Incluso la había sacado para pasear con ella por el pueblo, donde, a pesar de estar mucho más vigilada que en cualquier otra parte, la cantidad de gente que había le permitía sentirse con mayor privacidad. 

Lo que no había hecho, ni pensaba hacer por el momento, era hablar con nadie más sobre el compromiso. Dagny lo sabía y, a pesar de su curiosidad, la chica esperaba con paciencia a que en algún momento Viveka sacase el tema. Sin embargo, no llegaban novedades, de ningún tipo, y eso era algo que hacia que los nervios de Viveka se disparasen. ¿Los dioses habían oído sus súplicas? ¿El compromiso estaba roto? ¿El chico había muerto? ¿La boda se retrasaba? Eran tantas las opciones que ya no sabía ni qué podía esperar. Quería una respuesta cuanto antes. 

Viveka alejó esos pensamientos y se concentró en el peso del arma sobre su mano. No tenía sentido preocuparse en ese momento, lo importante era estar pendiente del hombre que tenía delante.

-¡Vamos! -exclamó Sigurd, dando la señal de comienzo.

Viveka y él se lanzaron el uno contra el otro, blandiendo las espadas de metal con habilidad. Conocían sus estrategias, maestro y alumna eran capaces de anticipar sus respectivos movimientos, con lo que la única opción posible era plantear alguna acción diferente. En un bloqueo Viveka normalmente se habría apartado y luego habría vuelto a cargar, levantando su arma para asestar un golpe en una dirección diferente, todo con el objetivo de forzar al contrario a cambiar su guardia; pero en esa ocasión quiso introducir un cambio. Lejos de apartarse, Viveka se acercó más a Sigurd, cuya expresión de sorpresa ya hablaba por sí sola. Ella dejó que su espada se arrastrase sobre la de él hasta que la empuñadura quedó más o menos a la mitad del arma de su rival. En ese punto la espada de Viveka era más fuerte, el mango estaba al lado y ella tenía un control más preciso. Sigurd se lo había dicho: cuanto más cerca de la empuñadura tendrás menos rango, pero el control será mayor. Ella aprovechó y agarró con su mano libre la mano derecha de Sigurd, la que empuñaba el arma, y se aseguró de envolverla con fuerza, para impedirle cambiar la espada de mano y atacarla con la izquierda. Una vez eso estuvo asegurado, Viveka movió su espada al cuello de Sigurd, dando por concluido el combate. 

-Esa es nueva -la alabó Sigurd-, pero no te confíes -añadió, dirigiendo sus ojos hacia su cintura en una invitación para que ella hiciese lo mismo.

Allí la mano libre del muchacho, la que Viveka había considerado inofensiva, se encontraba sosteniendo un pequeño puñal que podría acabar con ella con tan solo un par de golpes.

-No... -murmuró, rindiéndose y apartando su espada-. No sabía que tenías eso...

-Nunca vas a saber los trucos que puede tener tu rival -repuso él-. De todas maneras, el movimiento ha sido bueno y es muy posible que tú me hubieras decapitado antes de que yo te apuñalase -volvió a felicitarla-. Bueno, quizás te habría dado un golpe, pero no habrías muerto por ello -bromeó.

-Muy gracioso -replicó ella, encogiéndose. El arma ahora apuntaba hacia el suelo, descansando sobre la punta de la bota de Viveka, mientras que con el brazo izquierdo se envolvía a sí misma.

La jarl de EngerestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora