Epílogo

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-¡Bygul!

Viveka corría por los pasillos de Engerest detrás del gato. Había podido ir a recogerlo a Valistue poco después de que se celebrase el funeral por todos los caídos en la batalla, entre ellos Gudrun. Tora, Hilda y Viveka habían hecho un pequeño ritual aparte, dedicándole un momento en lo alto de la muralla de la ciudad, el último lugar donde había estado con vida. Marcaron la zona y colocaron una piedra marrón en su lugar, fijándola con parte de la masilla que estaban usando para reconstruir la muralla. La habían escogido porque les recordaba a los ojos de Gudrun. 

Ese no fue el único rito funerario al que acudió Viveka. Cuando pudo viajar a Valistue, esta vez con Ivar a su lado, Lise y ella celebraron un pequeño funeral por su sobrino. A pesar de las palabras de su cuñada, Kalevi y ella habían decidido enviarlo definitivamente al valhalla en cuanto recuperaron Valistue, con lo que Viveka se había perdido el ritual. Lamentaba no haber estado allí, pero la guerra había tocado a su puerta y ella debía acudir. Por suerte Lise sabía lo importante que eso era también para ella y no puso ninguna objeción cuando Viveka pidió darle su particular adiós, aunque quizás fue más sorpresa que Ivar se quedase junto a ellas, al lado de Kalevi, observando todo. 

En esa visita había podido hablar con su madre, sanando también algunas heridas con ella, y pudo ver a Sigurd con más calma, quien había regresado al poblado nada más terminar la batalla de Engerest y ahora ocupaba con alegría su puesto como capitán de la guardia del jarl. Dagny seguía haciendo prosperar el negocio de su familia, planteándose incluso el mudarse a Hudpenger para explotar al máximo todas sus oportunidades, pero quería quedarse en Valistue hasta que la reconstrucción terminase, aportando todo lo que pudiera. Ella había cuidado de Bygul en su ausencia y, como era de esperar, no se quedó tranquila hasta que Ivar no admitió que el animal había sido un regalo de boda atrasado. 

-Dijiste que todo cambió cuando torturé a Hennerik -le asaltó Viveka cuando se encontraron a solas-, pero a Bygul me lo diste antes.

-Habías luchado bien y te lo merecías -él se encogió de hombros-. Además, el animal parecía asustado y sabía que tú lo cuidarías. ¡Y tu amiga es...!

-Desesperante -le interrumpió-. Lo sé -reconoció. El pobre Ivar había sufrido en sus propias carnes lo que era tratar con Dagny.

-Entiendo que se le den tan bien los negocios.

Con aquel viaje también había recuperado a Mardöll. La yegua había sido vista por los alrededores del pueblo y algunos aldeanos, reconociéndola, la habían llevado de vuelta a los establos, esperando que Viveak regresase un día a por ella. 

Ahora estaba de vuelta en Engerest, en su ciudad, feliz de que todo estuviera volviendo a la normalidad. Hilda y Tora estaban colaborando como las que más en la reconstrucción y Viveka solía unirse a ellas, recogiendo las piedras y asegurándose de que después del trabajo iban a la taberna a disfrutar como antes. Perder a Gudrun había sido duro, pero tenían que seguir.

 Ansgard también se había quedado a ayudar, al igual que Haakon y Breno. Los tres parecían contentos con esa parte del trabajo y, mientras Eeva se ocupaba de algunos asuntos en la capital junto a Borg, no tenían nada mejor que hacer.

-¡Bygul! -le volvió a llamar Viveka.

El gato se había detenido delante de una puerta y la arañaba, maullando con fuerza. Era el despacho del jarl Einar y sabía que Ivar estaría allí. El animal parecía tener un don para encontrarle, quizás porque su esposo le consentía como si fuera un bebé. 

Viveka cogió al gato y la puerta se abrió. Para sorpresa de nadie, Ivar se encontraba al otro lado y sonrió ampliamente al verlos a ambos.

-Hola -saludó hacia Bygul, acariciándole la cabeza. Viveka se tuvo que conformar con un beso en la frente.

La jarl de EngerestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora