Capítulo 18

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Viveka corrió por las calles de Engerest de vuelta al castillo. La ciudad parecía estar deshabitada, sin vida, como si ya se hubieran marchado. Llevaban preparándolo una semana, pero de un día para otro todo había cambiado para ella. Quizás había sido inconsciente al no darse cuenta, de nuevo sumergida en su propia muralla de egoísmo, y ahora lo veía muy claro. 

La puerta del castillo apareció por fin ante ella y Viveka apretó más el paso. Recorrió todo el patio de entrenamiento y se coló por la escasa apertura, deslizándose y pegando un salto para no tropezar con el escalón. El interior estaba oscuro y sus ojos tardaron en acostumbrarse a la oscuridad, tiempo en el que ella no dejó de correr.

-¡Au!

Primero notó el impacto y luego sintió el dolor, acompañado del leve quejido. Se había chocado contra alguien, pero no había caído. Todavía era incapaz de distinguir algunas formas, tan solo veía sus manos agarradas a los antebrazos de la persona con la que se había golpeado. Se había detenido en seco y aprovechó el momento para recuperar el aliento y orientarse.

-¿Vivi?

La voz consiguió calmarla un poco más.

-¿Gudrun?

-Si.

-¡Gudrun!

Viveka se lanzó a abrazarla y su amiga se quedó tensa, tan solo esperando a que ella se tranquilizase. Al cabo de un rato la soltó y comprobó que sus ojos ya se habían adaptado al interior.

-¿Qué ha pasado? -la mirada de Gudrun se movió sobre Viveka, buscando algún tipo de herida o señal de peligro.

-No, nada, pero lo sé.

-¿El qué?

-Que nos vamos -resumió-. Tengo que ir a hablar con Einar.

-¡No, por favor! -ahora fue Gudrun quien se alteró.

-¿Por qué? -Viveka hizo una pausa entre cada palabra, remarcándola.

-Es un tema delicado y está muy tenso, podría matar hasta a su madre.

-Suerte que la jarl Olina ya esté muerta -replicó Viveka.

-No, no. No lo estás entendiendo -insistió Gudrun, con una sonrisa nerviosa-, el tema tenso eres tú.

Viveka trató de asimilar las palabras que acababa de oír.

-¿Qué?

-No he preguntado porque Tora me lo prohibió, pero algo le has hecho al jarl porque se enfada con oír tu nombre -confesó-. Pidió que no hablásemos con nadie de esto y nos reunió a las tres para dejarnos muy claro que tú no podíais saberlo.

-Ah, maravilloso -el enfado de Viveka crecía por momentos-. ¿Esa es vuestra amistad?

-¡Es nuestro jarl! -se defendió Gudrun-. Le juramos obediencia. Además, hemos intentado darte pistas -bajó la voz lo suficiente como para que solo pudieran escucharse entre ellas-. ¿No hablaste con Tora?

Viveka recordó la conversación en la muralla, cuando Tora la animó a no repetir los mismos errores. Sí, como habían podido, sus amigas la habían animado a averiguar la verdad. Lástima que ella hubiera estado demasiado ocupada lamentándose de sí misma y de su mala suerte por no saber lo que ocurría.

-Tengo que hablar con el jarl -concluyó, zafándose del agarre y marchándose de allí corriendo.

-¡Viveka! -escuchó gritar a Gudrun, pero no los pasos que indicaban que la estaba siguiendo. 

Avanzó por los pasillos y llegó hasta el del pequeño despacho donde el jarl Einar y ella habían hablado por última vez. Llamó a la puerta y un criado la recibió.

La jarl de EngerestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora