Capítulo 30

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De alguna forma, Ansgard consiguió abrir el candado de la jaula y Magrit salió de allí, corriendo directamente hacia su hija.

-Vivi...

Ella abrazó a su madre con fuerza, dejándose envolver entre sus brazos. Viveka no se podía creer que lo hubiera conseguido, que al menos esa parte hubiera salido bien y ella estuviera allí, libre por fin de esa jaula. El tiempo se detuvo para ella en ese instante, limitándose a disfrutar de él. No había batalla, no había muerte, no había dolor. La herida de su brazo no escocía y tampoco tenía el rostro manchado con la sangre de sus enemigos. 

-Emmm -la extraña intervención de Ivar hizo que Viveka soltase a su madre-. Vaya humos -sonrió cuando ella le miró con odio-, pero esta fue tu idea y la batalla tiene que acabar cuanto antes.

Viveka suspiró.

-Cierto...

-No -se negó Magrit-, tú no vas.

-Madre... -ella dejó la frase en el aire-. No vas a convencerme de lo contrario.

-Pero...

-Estará protegida -intervino Ivar. Llevaba en la mano un peto de cuero y un par de piezas más que podían pasar por un set completo de armadura, uno que podría servirle a Viveka. No sabía exactamente de dónde había salido, pero por las manchas de sangre quizás era de alguno de los soldados enemigos-. Además, estaremos con ella.

-¿Igual que has estado estos dos años? -reprochó Magrit.

-¡Madre! -se quejó Viveka-. Ivar tenía sus motivos -hizo una pequeña pausa. No se había imaginado nunca defendiéndole-. Ahora está aquí y nos está ayudando.

-No me gusta.

-Aunque ya no viva aquí -comenzó-, Valistue siempre será mi pueblo. Quiero pelear y acabar lo que he empezado, y no vas a impedírmelo.

Su madre negó y sus labios se estiraron en una sonrisa extraña, demasiado triste. 

-Has crecido demasiado estando lejos de mí -habló.

Ella imitó su gesto. El parecido en ese momento entre ambas era increíble.

-Esto es lo que siempre he querido hacer.

~~

Viveka salió de la Gran Sala por la puerta de atrás, moviendo los hombros y el cuerpo intentando acostumbrarse a la armadura. No era la suya y el cuero se había amoldado a los músculos de otra persona, provocándole cierta incomodidad. No obstante, era mejor eso que salir desprotegida. 

-Estate quieta -ordenó Ivar, tan bajo que solo ella lo oyó. El grupo que había decidido salir a pelear era pequeño, tan solo ellos, Ansgard y un par de aldeanos, mientras que el resto habían acordado permanecer en la Gran Sala para atender a los heridos.

-Es difícil -replicó, también en voz baja.

Ansgard levantó el puño, obligándoles a detenerse. Justo delante de ellos aparecieron varios soldados corriendo hacia uno de los incendios. 

-Tienes suerte -sonrió, mirando hacia el frente-. ¡Vamos!

El pequeño grupo se lanzó hacia los soldados, aprovechando el momento de despiste. Viveka no quería usar la espada, le parecía que le había resultado incómoda para todas esas batallas con los oponentes tan cerca, así que había decidido recuperar su cuchillo. Lo sostuvo con fuerza, lo había llevado en la mano desde que salió de la Gran Sala, y se abalanzó contra uno de los soldados, derribándolo. Ambos cayeron al suelo mientras a su alrededor se desarrollaba el combate. Viveka clavó su cuchillo en la nuca de su rival y luego rodó sobre sí misma, usando el propio impulso para levantarse. Lanzó una rápida mirada al resto, buscando dónde podía ser de ayuda. Encontró el momento, uno de los aldeanos estaba teniendo dificultades, y corrió hacia allí dispuesta a acabar con eso. Sacó la espada, en ese caso le sería más útil, y se acercó todo lo que pudo. Con un corte ascendente, Viveka seccionó la pierna del soldado, haciendo que perdiera el equilibrio y cayera. En ese momento, el aldeano le decapitó. 

La jarl de EngerestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora