Capítulo 17

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Las palabras de Tora le dieron a Viveka la energía que le faltaba. 

-Gracias -dijo antes de salir corriendo.

-¿Vivi?

Pero Viveka estaba demasiado lejos como para poder responder algo que se entendiese, así que no lo hizo. Bajó las escaleras de la muralla tan rápido como pudo y recorrió la distancia que la separaba del castillo hasta llegar al interior del mismo, donde fue directa a las cocinas. 

-¡Señora!

Ella ignoró las quejas de los criados, tampoco estaba haciendo algo tan grave, tan solo quería buscar al joven que la había conducido hacia esa puerta. Esquivó a todos los presentes y recorrió la cocina de arriba a abajo, fijándose en cada uno de los que se encontraban en la estancia, pero no le vio. Salió de allí, omitiendo las miradas incómodas y los susurros, y continuó buscando. El castillo era grande, pero no tanto como para que no pudiera encontrar a un criado en una tarde. Tendría que recorrer los pasillos de nuevo, revisar bien las esquinas por si acaso existiera otra puerta oculta, e incluso adentrarse en todas las habitaciones que pudiera. Ese chico podía estar en cualquier parte, quizás hasta ayudando a recoger todas las cosas del entrenamiento.

-¡Claro! -exclamó.

Viveka deshizo sus pasos y salió al exterior del castillo, procurando no chocarse con las personas que entraban. Fue evitándoles con paciencia; tenía bastante prisa por encontrar al chico, pero no ganaría nada si se tropezaba. Fuera escuchó que alguien la llamaba, posiblemente Tora, y se detuvo por un momento para lanzar un saludo rápido sin ni siquiera molestarse en fijarse de quién se trataba. Continuó su camino, escudriñando cada rostro que veía, fijándose en los rasgos. No coincidían con el recuerdo de su cabeza, hasta que de pronto oyó su voz.

-¿Me ayudáis con esto? -el joven pidió ayuda para mover una de las alpacas y nadie le hizo caso.

La amenaza, emitida en un tono tan distinto, retumbó en la cabeza de Viveka al oirle, pero estaba segura de que era él. El rostro coincidía con el de sus recuerdos, aunque no lo había retenido tan bien como le habría gustado.

-¿Qué necesitas?

Cuando el joven la oyó se irguió de nuevo, los músculos tensos en su cara. 

-Señora, yo...

-Vamos, será más rápido para los dos -le cortó, agachándose-. ¿A dónde tiene que ir?

El chico tardó en contestar.

-Eh... A esa esquina -señaló con la cabeza mientras se agachaba para coger bien la alpaca.

Una vez ambos agarraron las cuerdas que envolvían a la alpaca se pusieron en pie y la alzaron a pulso, moviéndola hasta el punto que él había indicado. No pesaba, era muy ligera, pero abultaba tanto que hacía imposible que una sola persona la moviese con facilidad. El montón cayó en el suelo con un leve golpe y el muchacho rápidamente trató de escaparse de la situación.

-Ven -Viveka le agarró del cuello de la túnica, por detrás, y le arrastró por las calles hasta un lugar que estuviera más lejos de las miradas.

El chico se dejó hacer, consciente de que su resistencia tan solo conseguiría llamar más la atención, y caminó junto a ella hasta que se detuvieron. Ambos se observaron, Viveka estudiando las posibilidades que tenía de obtener lo que buscaba. El muchacho no era mucho mayor que ella y en cierto modo no le gustaba lo que iba a hacer, pero era la única manera de enterarse de lo que estaba pasando.

-No puedo decírtelo -se adelantó él, apenas elevando la voz-. Si quieres hablar sobre eso, lo tengo prohibido.

-¿Sobre qué crees que quiero hablar? -ella también procuró emplear un tono bajo.

La jarl de EngerestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora