Prólogo

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Los ruidos de la fiesta eran un murmullo de fondo para los dos hombres. La celebración ocupaba la plaza principal de la ciudad, pero los muros de la Gran Casa les protegían.

-Es una niña preciosa y veo que Kalevi está encantado con su hermanita -uno de los hombres habló, levantando su cuerno lleno de cerveza. Vestía una armadura de cuero y una cota de malla bajo esta, prendas que no se quitaba ni aunque estuviera en territorio aliado.

-La defenderá de todo, estoy seguro -asintió el otro. Su ropa era más relajada, una túnica ornamentada y sin nada de armadura aparente, pero el hacha colgaba de su cinto.

-Es un buen chico, y será un buen jarl, Ull.

Ull asintió, levantando también su jarra. Sin embargo, su rostro no reflejaba la alegría de la fiesta que estaba ocurriendo en el exterior, era pura preocupación.

-El futuro del niño está asegurado, los dioses han fijado su destino, pero no voy a dejar la vida de Viveka al azar -sentenció.

-Los dioses también tendrán un plan para ella.

-No voy a esperar a averiguarlo, Einar -cortó Ull.

Einar miró a su amigo y compañero. Como jarls habían tenido que pasar mucho tiempo juntos y hacía años que se conocían, desde antes incluso de ocupar los puestos de sus padres. No era fácil engañarle, pero Ull en concreto lo tenía especialmente difícil.

-¿Por qué me has invitado a la fiesta de tu hija en realidad? -preguntó sin rodeos-. Ni siquiera estás disfrutando de esto -añadió-, te he tenido que sacar de todo ese barullo para que no amargases la situación. 

-Magrit te dará las gracias luego.

-Tu esposa no tiene nada que agradecerme -negó Einar-. Y ves, ahí está. Siempre te ha costado hablar.

-Ya te he dicho lo que ocurre -le recordó Ull.

Einar se dejó caer en uno de los bancos del salón y miró a su amigo sin comprender nada de lo que estaba diciendo. Las anillas de su cota tintinearon con ese movimiento.

-El futuro de Viveka -insistió Ull.

-Vale -asintió Einar-, te preocupa, ¿pero qué tengo yo que ver con eso?

Ull desesperó y apoyó con fuerza la jarra sobre una de las mesas. Se quedó así, con ambos brazos rígidos sobre la mesa, y empezó a hablar:

-Pues Kalevi gobernará aquí y no quedará nada para Viveka, ¿entiendes?

-¿Quieres un territorio del reino para tu hija? -preguntó-. Eso deberías preguntárselo al rey, no a mí.

-No -Ull pasó una de sus manos por su cara-, quiero que simplemente tenga un hogar.

-¿Crees que Kalevi no va a dejar que su hermana viva aquí?

-No -negó-. Y si la echa me aseguraré de que mi espíritu le atormente de por vida. No se da la espalda a la familia. 

-Entonces Viveka tiene un hogar -dijo, abriendo los brazos como si todo estuviera solucionado-. No sé que te preocupa.

-No quiero que se case con cualquiera.

Einar se puso en pie.

-Yo estoy viejo para ella, si es lo que estás sugiriendo.

-¡Viejo asqueroso! -le gritó Ull, lanzándole su jarra. La poca cerveza que quedaba se esparció por el aire y apenas manchó al jarl, quien además esquivó el proyectil y soltó una carcajada que inundó el salón-. Tu heredero, estúpido.

La risa de Einar desapareció por completo.

-Yo no tengo hijos.

-Los tienes.

-¿Pretendes casarla con alguno de mis bastardos? -su pregunta sonó alarmada-. Solo hay dos, que yo sepa, y ya me estoy oponiendo a esa boda. Con cualquiera de ellos -matizó.

-Tu heredero no tiene por qué tener tu sangre -aseguró-, por mucho que esa haya sido la tradición y el motivo por el que nosotros somos jarls.

-¿Ull Svenson está aceptando ir en contra de las tradiciones? -Einar pronunció la pregunta con sorpresa e intentando que se apreciase el toque de burla.

-¿Por Viveka? Sí -dijo sin ningún ápice de duda.

Einar se acercó a su amigo.

-Entonces me aseguraré de que Viveka sea jarl de Engerest.


La jarl de EngerestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora