Capítulo 28

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-Vamos -apremió Catrine.

Pero Viveka no podía moverse. Seguía con la mirada el balanceo de la jaula, zarandeada de un lado a otro por aquellos hombres, mientras que sus puños se apretaban junto a su cintura, un acto reflejo de la lucha. Si tuviera sus armas, tendría las manos envueltas en la empuñadura de la espada y en el asa del escudo, lista para pelear. 

-Vi... -oyó insistir a Catrine, susurrando su nombre y conteniéndose a tiempo para no decirlo. El comportamiento de Viveka había empezado a llamar la atención y algunos de los soldados ya les habían puesto un ojo encima-. Vamos -repitió.

Ella movió la cabeza de un lado a otro, negando y siguiendo el movimiento de la jaula a la vez. Había sido completamente hipnotizada por la rabia y la impotencia. No podía actuar, sabía que no era el momento, pero tampoco podía apartarse y abandonar a su madre a su suerte.

-¡Eh! -Ivar apareció en su campo de visión, sacándola del trance. Su expresión era dura, con los labios y el entrecejo fruncido; pero, después de haberle visto enfadado, Viveka pudo decir que eso no era lo que sentía en esos momentos, aunque tampoco sabía identificar lo que veía-, quiero otra -pidió, alzando su copa y vaciándola en el suelo, justo en el espacio que había entre ellos dos-. Esta está asquerosa -añadió, escupiendo encima del líquido-. ¿No sabéis hacer buena cerveza en estas tierras?

-Ahora mismo se la traigo -respondió, reaccionando por fin, y tomó la copa de Ivar-. Disculpad -dijo, agachando la cabeza antes de marcharse.

Viveka caminó con la vista pegada al suelo, respirando con dificultad. Las manos le temblaban tanto que no sabía cómo era capaz de sujetar la copa. Había estado a punto de arruinar todo, pero Ivar había llegado en el momento oportuno, salvando la situación. Le debía un favor enorme, sin él ya habrían perdido.

Se sobresaltó cuando Catrine llegó a su lado y la agarró del brazo, pero su cercanía le permitió calmar los nervios. 

-Tú no vuelves hasta la cena, ¿entendido?

~~

Viveka se mantuvo obediente durante la tarde, oculta en la cocina. No la reconocieron, por suerte, ya que había vigilantes hasta en aquella sala, y por eso Catrine fue la encargada de hablar poco a poco con cada uno de los habitantes de Valistue que se encontraban allí. La escucharon, entendiendo que ella no hablaría con ellos de no ser por algo importante, y no opusieron ningún tipo de pega al plan.

Cuando llegó la hora de la cena, cada uno empezó a cumplir su parte. Los encargados de la comida fueron sacándola con paciencia, provocando que la gente empezase a alterarse por el hambre y comiera con rapidez. Las raciones eran escasas, así que intentaron llenar el hueco con bebida, que también se hizo de rogar. Sin darse cuenta, Ivar les había proporcionado la excusa perfecta para sacar la cerveza y la hidromiel fuerte, así que eso fue lo que sirvieron aquella noche. La sed y el hambre hizo que bebieran rápido, copa tras copa, y Viveka se encargó de rellenar algunas de una forma especial.

Ansgard, quien parecía ocultar bastantes secretos, le había dado un par de frascos de veneno de elaboración propia. Se jactó de haber cazado animales extraños y de haber comprobado los efectos de sus venenos, así que llevaba siempre encima una muestra por si se daba la ocasión, justo como esa noche. Ella había guardado los frascos con mimo en un pequeño zurrón de Catrine y vaciaba aproximadamente un cuarto en cada jarra que rellenaba de alcohol. No obstante, Eeva y los demás no parecían estar muy seguros de esa parte del plan. Decían que los remedios de Ansgard no siempre eran los más acertados, así que eso tan solo lo estaban usando como un añadido. Su plan original, emborrachar a los soldados hasta que no pudieran coger las armas, era lo que estaban llevando a cabo con meticulosidad. 

La jarl de EngerestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora