Capítulo 31

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Una vez se apagaron los incendios los supervivientes fueron acumulándose en la plaza, a las puertas de la Gran Sala, donde habían formado una pira con algunos leños. Viveka llegó allí con la cría entre sus brazos, acariciándola para calmarla. No la había soltado en ningún momento desde que Ivar se la dio y no pensaba hacerlo hasta que estuviera en un lugar seguro. Quería vigilarla, comprobar que no le hubiera pasado nada y darle de comer si lo necesitaba. 

Eeva y todos los demás estaban junto a ella. El grupo se había reunido al completo, a falta de Sigurd y Kalevi, a los que había perdido de vista. Le habían asegurado que estaban bien, que se estaban ocupando de un asunto y que no tenía de qué preocuparse, pero ella seguía inquieta. 

-Deja que lo coja -le había pedido Eeva de nuevo, tendiendo las manos hacia el gato. 

Viveka ya había perdido la cuenta de las veces que se lo había dicho. Igual que todas las anteriores, ella se negó y continuó acunándolo. Ya no sabía si lo hacía por el animal o para tranquilizarse ella misma. 

Poco a poco se formó un corro frente a las escalinatas, dando espacio para lo que fuera que estaban esperando. Mientras, la gente se abrazaba y sonreía, feliz de haberse librado de la amenaza por fin. No obstante, aún quedaban muchos flancos abiertos y eso tan solo era una pequeña victoria. Le habría encantado celebrar con todos, sentirse tan pletórica como ellos, pero simplemente no podía.

-¡Oh, por fin! 

Oyó a Dagny antes de verla. Su amiga se acercaba por su izquierda, atravesando el círculo como si nada le importase. Ambas se abrazaron con fuerza, Viveka pasando a sostener al gato con una sola mano, y Dagny le dio un beso en la frente.

-Juro que te odio y te adoro a partes iguales -sonrió-. Esa maldita cabecita tuya -dijo, revolviéndole el pelo a Viveka. No llevaba trenzas, las había deshecho antes de empezar la batalla, así que todo su cabello se esparció libre por donde quiso.

-Gracias -asintió ella, aún seria, tratando de despejarse el rostro.

Dagny sonrió más y entonces se fijó en el gato.

-Oh, pero qué cosita -musitó, acariciándolo-. ¿Cómo se llama? -preguntó, aunque no le dio tiempo a responder-. Conociéndote, seguro que lo llamas como uno de los gatos de Freya -se rió. Viveka no lo había pensado, aunque tenía que reconocer que el nombre de Bygul le gustaba-. ¿De dónde ha salido?

-Ivar lo rescató de entre los escombros y me lo dio -contestó, haciendo un gesto con la cabeza hacia el hombre que estaba a su espalda. 

Él se giró levemente al oír que le mencionaban. Las observó durante unos segundos e inclinó la cabeza como saludo hacia Dagny, pero apartó la mirada al instante. 

-¿El te lo regaló? -la muchacha apretó los labios procurando no reír.

-Eh... ¿Podría decirse que sí?

Dagny se acercó más hacia ella y la rodeó con un brazo. Su boca quedó cerca de su oído y la escuchó murmurar:

-¿Sabes? He oído que en algunos lugares los novios regalan gatos en las bodas en honor a Freya -hizo una pequeña pausa y observó a Ivar-. Tal vez él sigue esa tradición.

Viveka se escabulló del brazo de su amiga.

-Un poco tarde para eso, ¿no crees?

-Yo solo lo digo -se defendió-. Igual lo ha hecho ahora por algo -añadió, sin borrar esa sonrisa contenida de su rostro.

-Cállate -se quejó Viveka, agitando la mano que tenía libre, ahuyentando esas ideas.

Su amiga se carcajeó y la abrazó de nuevo, rodeándola desde atrás. 

La jarl de EngerestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora