Capítulo 9

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La mañana amaneció con una espléndida luz que bañaba la habitación de Piper de cálidos rayos de sol. Esta misma calidez fue la que la despertó. Al principio no sabía donde se encontraba, ni tampoco sabía muy bien que hacía en aquella cama y como había llegado allí. Apenas recordaba lo que había ocurrido esa madrugada, pero presentía que algo había ocurrido y que ello era importante.

Se estiró perezosamente sobre el colchón y se levantó de la cama de un rápido salto, haciendo que las sábanas y el resto de las ropas de cama casi volaran sobre su cabeza. Se dirigió hacia la ventana descalza aún, y terminó de correr las cortinas para apartarlas. El sol que traspasaba los cristales la bañó con su calidez. Piper inspiró profundamente, y luego dejó escapar el aire muy lentamente. Salió al balcón tras abrir la cristalera, y se apoyó en la barandilla permitiendo que el sol bañara con su luz la suave piel femenina hasta hacerla brillar.

La joven tenía los ojos cerrados y respiraba el fresco aire sin saber que desde abajo alguien la observaba con avidez. Intentando grabar en su memoria aquella imagen de su diosa del olimpo recibiendo al sol mañanero que penetraba entre sus cabellos revueltos, y hacía brillar las guedejas de un modo enloquecedor para aquella que tan ansiosamente la miraba. Nunca había visto algo tan hermoso. Las finas telas del camisón adherida a su cuerpo resultaban muy reveladoras. El pelo, aún sin desenredar, le daba un aspecto felino que era a los ojos del que la miraba extrañamente tentador.

«Tengo que dejar de verla o haré algo que luego no podré perdonarme a mí misma. Lo mejor será que no esté con ella a solas o de lo contrario... volverá a ocurrir algo similar a lo de anoche. Otra súbita desaparición de ella como la de ayer y me quedo sin descendencia por culpa de la frustración», farfulló enfadada consigo misma.

Se quedó mirándola, fijamente, como si lo que tuviese ante sus ojos fuese un dulce sueño, una aparición, un delirio creado por su mente empapada de ella. Poseía la belleza y la pasión que siempre había querido en la mujer que convirtiera en su esposa. Nunca había querido una mujer recatada y remilgada, indudablemente esta jovencita no era de esas. Sin embargo, había algo raro en ella y tenía que descubrir el qué.

Un golpe sonó en la puerta de la habitación de la joven y la muchacha regresó a la habitación sin percatarse de la mujer que extasiada la contemplaba. Corrió al interior para responder a la llamada al mismo tiempo que abría la puerta. No encontraba su bata y no sabía donde podría haberla dejado. A decir verdad, no recordaba mucho de lo qué había ocurrido en la madrugada, pero una cálida sensación la recorría de pies a cabeza.

—Buenos días —dijo una alegre voz cuando ella abrió la puerta.

La muchacha que apareció en el umbral estaba radiante, tenía una sonrisa de oreja a oreja y su felicidad se translucía en su cara. A leguas se notaba que algo bueno le había ocurrido. Al verle la cara de felicidad, Piper sonrió.

¿Qué podría haberle ocurrido a su futura nueva hermana?

—Bueno, cuenta... ¿qué ha ocurrido para que vengas a mi habitación a las ...? ¿qué hora es? —preguntó un tanto desorientada.

—Son las nueve —contestó Victoria sonriendo al tiempo que entraba en la habitación, y se sentaba en la cama con cuidado de no arrugar su falda de montar.

Su pelo negro contrastaba con el marfil de su piel y el blanco de su camisa. Y el rojo de su chaqueta daba un color atrevido a sus mejillas. Piper la miraba fijamente mientras que los ojos de Victoria iluminaban su bello rostro con un deje de conocimiento y nueva consciencia de mujer.

—No me tengas en ascuas, por Dios cuéntame —dijo impacientemente la rubia.

—Vístete, vamos a ir a cabalgar con mi hermana. Nos está esperando — apremió alegremente la otra—. Y por Cristo, no te pongas pantalones, nunca se sabe como van a reaccionar los hombres.

🔱 MY LADY 🔱 G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora