Alex atravesó la estancia seguido a corta distancia por su primo que pronto se perdió de vista. Era como una interpretación que ambos hubiesen ensayado miles de veces. Se entendían a la perfección y el plan tenía que funcionar. Miraba a un lado y a otro de la espaciosa estancia buscando a su mujer. Ciertamente había muchas hermosas damas ataviadas de los más ingeniosos disfraces, pero Alex sabía que su mujer estaría en esa ocasión embutida en colores brillantes: en una apariencia deslumbrante.
Un reflejo color carmesí atrajo su mirada y allí estaba ella. Cuando Alex la vio con aquel vestido rojo, ya no le importó nada, en lo único que pensaba era en levantarle las faldas y penetrarla como loca. Su miembro estaba endurecido a más no poder. Dios cuanto la había echado de menos, era increíble que hubiese aguantado casi cinco años sin acostarse con una mujer. Se acercó a ella con la máscara bien sujeta a su sitio. Si había algo que no quería era que sus cuñados la reconocieran, lo que había planeado para esa noche para ella y su esposa, solo les incumbía a las dos, a nadie más. La rozó con el dorso de la mano cuando llegó hasta ella, ella la reconoció... no lo había creído de otra manera, sabía que solo con su presencia ella sabría que estaba a su lado, era algo que no había cambiado con los años, y algo que nunca cambiaría en su relación.
Se reconocían mutuamente, aún sin verse.
La sacó a bailar, sabía que serían la comidilla de todos los conocidos de Piper: la triste viuda, viuda que de pronto vestía con un color tan llamativo como provocativo, y que llevaba un escote de infarto para alguien que aún llora a su esposa.
Y ella, un desconocido para la sociedad de New Orleáns, bailando con la apenada viuda. La tomó en sus brazos y notó como su piel le respondía, sonrió bajo la máscara.
—Tranquila cariño, después de este baile, buscaremos algún lugar para estar solas.
—Conozco el lugar idóneo en esta casa señora —respondió con una pícara sonrisa.
Mientras giraban en la pista de baile fueron atrayendo las miradas de todo el mundo. Los cuchicheos incrementaron, eso desde luego no era de extrañar, pero con un poco de paciencia las miradas girarían hacia otro lado.
Desde luego la distracción llegó antes de lo esperado.
A un gesto afirmativo ce cabeza, Jamie tropezó accidentalmente, por supuesto, con una dama que parecía fuera de lugar. Ninguno de los dos amantes comprendió en ese momento que habían ayudado al destino a girar de nuevo la rueda. No llegaron a terminar el baile. Casi la sacó a rastras del salón de baile en medio de la confusión, y ella le condujo a un despacho abandonado de la segunda planta. Si alguien las había visto salir, no se dieron cuenta. Estaban ambas borrachas por la necesidad del contacto con la otro. Entraron en el despacho y sin mediar palabra, Alex cerró la puerta. La besó en los labios con el ansia contenida del deseo insatisfecho por muchos años.
Ella le respondió con igual frenesí. La lengua de ella traspasó los labios de Alex.
Oh, sí, ella sabía muy bien lo que tenía que hacer para satisfacer a su pelinegra. Con gran maestría bajó la mano por su cuerpo y la detuvo justo allí donde Alex se moría que estuviera. Desabrochó la pretina del pantalón y los botones de la bragueta. Sabía lo que iba a encontrar tras la frágil barrera de tela. El miembro endurecido de Alex fue estrechado en su mano suave, acariciadora. Estaba duro como una roca pero caliente como una brasa.
La condujo hasta el escritorio y allí la subió al tiempo que le levantaba las faldas voluminosas hasta la cintura. Le abrió las piernas y se colocó entre ellas, Piper seguía con el firme miembro en su mano y no dejaba de torturarlo con caricias lentas desde la punta hasta el tronco, acariciando la bolsa de sus testículos y de nuevo el pene.
—Tranquila, o me vas a hacer eyacular en los pantalones —susurró contra sus labios.
Ella se mordió el labio, pero no cesó de acariciarlo, atrayéndole hacia ella. No llevaba ropa interior, era consciente de lo que iba a ocurrir en la fiesta cuando los dos se encontraran, y no quería barreras innecesarias.
Alex apartó la vista de su cara y la bajó hacia el triángulo de vello rubio oscuro que ocultaba su centro de mujer. Luego fijó la mirada en su mano, que se perdía en el interior de sus pantalones. Era justo. Llevó su mano hacia ese centro de calor húmedo y deslizó el indice en la vagina. Estaba húmeda, caliente. Con el pulgar comenzó a acariciar el clítoris de su mujer, notó como ella separaba más aún las piernas y no se lo pensó dos veces, introdujo un segundo dedo en aquella cavidad que tan bien aceptaba sus caricias. La oyó gemir, e instintivamente apretó su miembro casi dolorosamente.
Se sentía inflamado por la necesidad.
Siguió acariciándola con igual maestría: dentro, fuera, y nuevamente dentro, hasta que con un suspiro ahogado ella llegó al clímax por primera vez aquella noche. Retiró la mano y la subió por el costado hasta el escote de su vestido, lo bajó para dejar libre sus senos, entonces se inclinó, y mientras con una mano acariciaba uno de sus pezones, la boca se satisfacía del otro. Ella dejó de acariciarle el miembro y susurró en su oído:
—Ahora, vente conmigo ahora.
Alex no necesitó más estímulo, dejó que el pantalón se deslizara por sus caderas al tiempo que la tendía a Piper sobre la dura superficie del escritorio. Los pechos plenos se erguían como cúpulas de deseos de su cuerpo. Se acercó más al cuerpo de su mujer, y de un duro y certero empujón, deslizó su flagrante miembro en la cueva húmeda que con tanto ardor y ansia le esperaba. Para no soltar un alarido de satisfacción, la joven se mordió el labio mientras el miembro duro y grueso de su esposa la taladraba una y otra vez. Aquello era el paraíso. Las cálidas paredes de su vagina daban la bienvenida a ese tronco duro que la perforaba una vez, otra, y otra, hasta el último aliento. Nuevamente tardó muy poco en llegar al orgasmo, y cuando eso sucedió, las paredes de su vagina se contrajeron alrededor del henchido pene. Alex soltó un jadeo que era casi de dolor, y que a la vez le extrajeron hasta la última gota de vida. Salió del interior de ella, y metió la mano en el bolsillo de su chaqueta del que sacó un pañuelo. Se limpió antes de cerrarse los pantalones, a continuación, apretó la tela en la entrepierna de su mujer para absorber la mezcla de semen y fluido femenino. Levantó a Piper del escritorio sin mediar palabra, y le cerró el escote del vestido, ella lo miró a los ojos mientras se bajaba y colocaba las faldas en su sitio. Atrapó la mano del pañuelo que Alex ya se disponía a guardar en el bolsillo de su chaqueta y se lo quitó.
—Esto lo guardo yo —y acto seguido dobló el pañuelo, lo olió, sonrió, y lo guardó entre sus senos—, ven a buscarlo esta noche a mi dormitorio. Se separaron en silencio y cada una volvió al salón por sus medios.
Un rato más tarde, Piper consiguió despertar el instinto de protección de su hermano, y antes de que terminara la fiesta, la joven pudo volver a casa con su hermano y su cuñada. La sonrisa afloró a sus labios al pensar en el juego practicado sobre el escritorio del despacho de sus anfitriones. No obstante, pensaba en unos juegos más maliciosos para cuando Alex fuera a su cama esa noche, dejaría la ventana abierta tal como le había dicho.
Tan solo de pensar en sus juegos, una cálida humedad le mojó las piernas, y tuvo que apretar los muslos para no manchar la ropa y que nadie se diera cuenta de qué estaba pensando en la oscuridad del carruaje. Con los ojos cerrados e intentando calmar su agitado corazón, no pudo ver la mirada que intercambiaron sus familiares que se sentaban frente a ella en el coche.
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No olviden dejarme sus comentarios y ⭐.
Nos leemos mañana, mentes pecadoras 😈
Que tengan una linda noche😘
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🔱 MY LADY 🔱 G!P
Fiksi PenggemarAlex Pearl Vause, es la libertina más perversamente posesiva y seductora de Londres, y es la heredera del ducado de Herby, pero su poderoso rango viene acompañado de una responsabilidad que ella no desea: la de contraer matrimonio con una extranjera...