🔱 MY LADY 🔱 G!P

Capítulo 2

Todo había ocurrido a mediados del año 1858 en Londres. Su madre tenía en aquellas fechas tan solo dieciséis años, y sus padres, los abuelos de Piper, habían decidido que había llegado la hora de que la menor de sus hijas contrajera matrimonio, concertando una alianza con los duques de Herby, abuelos del futuro marido de Piper.

Carol se casaría con el segundo hijo de la pareja, un joven de veintitrés años que había tenido algunos problemas. Carol ya conocía a Lee, lo había visto en la boda de su hermana Anna dos meses antes, y pese a ser bastante atractivo, a Carol no le gustaba, mucho menos después de que intentara arrinconarla para robarle un beso.

Su madre no volvió ni a verle pues en el viaje en tren desde Londres a Colchester, Carol conoció al atractivo americano. Ni siquiera pisó la ciudad pues, en la parada que el tren hizo en Chelmsford, Carol desapareció acompañada del teniente de caballería Bill Chapman. En septiembre de ese mismo año contrajeron matrimonio en Washington. La única noticia que de Carol supieron sus padres, ocurrió seis meses después. Se trataba de una escueta carta donde les anunciaba que se había casado y que era feliz, y que por favor tratasen de comprenderla.

Un teniente americano no era lo que Eleanor y Edward querían para su bella hija, pero ya no se podía hacer nada para evitar lo ocurrido. Tres años después, en octubre de 1861, se les comunicó la noticia de que Carol había dado a luz a un par de preciosos niños de ojos azules y cabellos dorados como el padre, y, aunque se encontraba en perfectas condiciones, había llegado un momento en el parto en el que se había temido por su vida.

Posteriormente, en junio de 1874, les llegó la noticia que en marzo su hija Carol había dado a luz a una niña a quien bautizaron con el nombre de Piper Elizabeth Chapman, cuando ya nadie esperaba que volviese a tener más hijos.

Y ahora, ahora... Piper se veía obligada a pagar el insulto que su madre le había hecho a esa familia tantos años atrás.

Fue obligada a salir de su hogar por su propia madre. Lo cierto es que a Carol se le había roto el alma al hacer aquello, pero estaba convencida de que era la única posibilidad que tenía Piper para ser esposa y madre. Carol sabía el rechazo que su hija sentía hacia los hombres en general, de lo dispuesta que era y lo impulsiva que se conducía, y no la había engañado nada el beso que Piper le había permitido a Tom. Cuando ella le demandó explicaciones, había sido muy clara: el beso la había reafirmado en su postura de no casarse jamás.

Carol había meditado mucho, y había llegado a la única conclusión posible: un esposo por obligación era la salida. Había estado a punto de mandar a su hermana una carta negándose a ello, pero tras pensarlo mejor y consultarlo con Grace, se dio cuenta de que era la mejor forma de pagar una deuda. Con gran dolor en el corazón le había comunicado a Piper lo que debía hacer. Gracias a Dios, su marido estaba en Washington, y no pudo impedirlo.

La muchacha no podía creer lo que su madre le había hecho pues era como enviarla al mismísimo infierno, peor aún, enviarla a los brazos de un hombre era peor que vivir eternamente en el purgatorio. Conocía por su madre que era el hijo mayor del duque de Herby, del nuevo duque, pues su padre había heredado el título tras la muerte de su hermano quien al morir no había dejado varón en su descendencia, era por tanto el nieto mayor de aquellos con quienes sus abuelos maternos habían acordado la alianza.

Pálida como nunca, Piper entró en su camarote. Pensaba en como podía ser aquel que muy pronto tendría poder sobre ella. Seguramente sería bajo, y... no, no podía evitar compararle con sus hermanos, lo más probable es que no se pareciese en nada a los hermanos de sus mejores amigas.

—¡No! —gritó Piper llevándose los puños a las sienes—, jamás me rendiré, regresaré a casa, le escribiré a padre y vendrá a buscarme. En cuanto llegue a Inglaterra, desapareceré. Nadie podrá encontrarme y ese hombre menos. Si me encuentra lo mataré, o me mataré yo, cualquier cosa antes de verme obligada. ¡Dios mío, no me hagas pasar por esto!