Capítulo 20

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21 de Octubre de 1897

La lluvia arreciaba en el puerto. Los tres se apresuraban hacia el barco en medio de la desatada tormenta. Ya era mala suerte que hubiesen tenido que retrasar la salida de Inglaterra hacia Norteamérica durante casi un mes, como para que ahora perdiesen el barco.

-Podríamos haber salido en el anterior barco -dijo Jamie.

-¿Y correr el riesgo de que tanto mi hermana como mi cuñado nos descubriese a bordo? -graznó Alex-. De eso nada. Cuando me encuentre con mi mujer quiero que sea una sorpresa.

-Y tanto que va a serlo -murmuró el tío para sí mismo.

Abordaron el barco refugiándose en sus capas. Avanzaron por la cubierta sin saludar a nadie. De todos modos nadie les haría caso pues se encontraban enfrascados en sus tareas de mantener el barco en orden. El resto de pasajeros seguramente estaban en sus camarotes refugiándose del temporal.

-Por Dios, hace un tiempo terrible.

Les habían asignados camarotes continuos. Los dos primos se instalaron en uno, el tío en el otro. Ambos entraron en el suyo sacudiéndose las gotas de lluvia de sus capas de grueso paño negro. Estaban helados y para combatir el frío dieron un buen trago de la petaca que Jamie que, tan previsor como siempre, había escondido dentro del bolsillo interior de su chaqueta.

-Este frío cala los huesos ¿no estás de acuerdo conmigo prima? - preguntó Jamie.

-Sí que es cierto -corroboró Alex.

-¿Qué piensas hacer cuando encuentres a Piper?

-Lo primero que voy a hacer es arrastrarla a la primera cama que tenga a mano.

Las carcajadas de ambos llenaron la sencilla estancia que era el camarote.

-No sé por qué pero esa respuesta no me extraña en absoluto.

-La he echado tanto de menos que hasta el alma me duele -señaló Alex llevándose una mano hasta el centro del pecho para corroborar sus sentimientos.

-Ya imagino -susurró Jamie.

-Eh, ¿qué te pasa? -le preguntó Alex al tiempo que le echaba un brazo por encima a su primo.

-Ojalá yo pudiese encontrar un amor como ese del que tú presumes.

-Tampoco te lo aconsejo. El amor duele. No sabes de qué manera.

Las palabras de Alex estaban cargadas de melancolía y frustración.

-Bueno, tampoco es para amargarse -confesó su primo-. Es solo que a veces me siento tan solo... como si no hubiese en el mundo una mujer adecuada para mí.

-No te apures, en el momento menos esperado caes rendido ante la adecuada, y en ese momento, que Dios te ampare... porque no existe marcha atrás. Te roban el corazón y si pueden hasta la cordura.

Con un fuerte golpe en el centro de la espalda, Alex se apartó de Jamie. Se dirigió hacia uno de los camastros, y se tumbó de espaldas apoyando la cabeza en los brazos.

-Mírame a mí -continuó-. Me he pasado cinco años sin una mujer porque ante la sola idea de meterme entre las piernas de otra que no fuese Piper, este estúpido -dijo mirando a su entrepierna-, no se empalmaba. Ahora ríete si quieres, pero el muy cabrón, es pensar en ella...

Y ante la atónita mirada de Jamie el bulto que marcaba los pantalones aumentó de tamaño.

-Un día de éstos, estallo.

-Jamás había pensado que eso pudiese ocurrirte.

-Y duele joder. Tanto que un lago de agua helada no lo calma. Y ninguna sustituta sirve. Te aseguro que es de lo más humillante.

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