Capítulo 28

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Unos golpes secos en la recámara de Piper sacaron a las amantes de un sueño profundo.

—Niña, despierte. Es el señorito Pearl. Tiene otra crisis —anunció una voz al otro lado de la puerta, que pese a la urgencia, no gritaba para no despertar al resto de la casa. La señora estaba habituada a esa clase de emergencia y nunca hacía falta gritar. La señora se despertaba al primer golpe. Piper miró a su esposa con ojos aturdidos y luego hacia la puerta. El destino se había Adelantado. Saltó de la cama al tiempo que recogía la fina bata de seda blanca que había dejado en el sillón frente a la cómoda, y abrió la puerta con decisión. El grito ahogado de la niñera resonó en toda la casa al ver salir tras su señora a una mujer desnuda.

Piper, espera —gritó tras ella.

El grito de la muchacha se intensificó cuando la vio abalanzarse hacia la puerta sin nada de ropa.

—Mierda —murmuró Alex al darse cuenta que iba desnuda.

Regresó a la habitación, cogió sus pantalones negros y su camisa, se los puso mientras miraba a ambos lados del pasillo.

—¿A dónde ha ido? —recriminó a la jovencita mientras la asía por los hombros y la sacudía levemente.

—Tercera puerta a la izquierda —murmuró la criada con la mirada casi perdida.

Piper llegó a la habitación donde sus hijos dormían y vio a Pearl sentado en la cama intentando respirar. Su otro hijo se había levantado y estaba sentado a su lado, le cogía la manita a su hermano.

—Mamá —musitó el niño —¿se pondrá bien Pearl?

Piper levantó a su hijo, lo mandó a su cama, y luego ocupó el lugar junto a su pequeño.

—Tranquilo, Pearl. Mamá está contigo.

Las palabras de Piper hicieron que Alex que entraba a la estancia se detuviera en seco.

«¿Mamá?, ¿había dicho mamá?».

La luz de la lamparita de gas apenas si iluminaba la habitación, pero la mirada fue atraída no hacia el pequeño que trataba de respirar con dificultad, sino hacia el que le estaba mirando a los ojos en ese momento.

¡Dios!, era como retroceder en el tiempo y verse en un espejo. Los ojos infantiles eran tan verdes como ella. El pelo negro como ala de cuervo, estaba largo al igual que ella. Una sensación angustiosa se instaló en su pecho y consiguió arrancar la mirada de ese niño y fijarla en su mujer con resentimiento.

Le había mentido.

Piper trataba de calmar a su hijo. Lo alzó y lo instaló en su regazo con todo el amor que siempre les mostraba.

—Tranquilo Pearl, cariño. Mamá te quiere y enseguida te pondrás bien.

Besó a su hijo en la frente y se volvió buscando a la niñera, pero en vez de con la chica, se encontró con la mirada acusadora de su esposa.

—Ahora no, por favor —imploró con los ojos cargados de lágrimas.

—No, ahora no —siseó entre dientes fijando la mirada en el niño de cabellos rubios que apoyaba la cabeza en el hombro de su mujer con la mirada perdida y luchando por respirar —¿Qué le pasa a tu hijo?

El tono de amargura con que lo dijo partió el alma de la joven por eso no pudo contener más tiempo la verdad.

—Nuestro hijo es asmático. Tú eres médico, sabrás qué es.

¿Había dicho nuestro hijo? Miró al otro niño que se había acercado tímidamente a ella, y de nuevo al que descansaba en el regazo de su esposa. La cabeza le daba vueltas. Había engendrado a dos hijos...

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