La tarde empezaba a caer, y con ella los nervios de la joven iban en aumento. Era el día de su boda, y Piper no podía dejar de temblar. Se miró en el espejo por centésima vez en una hora, y lo que vio no le gustó. Sus ojos estaban cargados de una tensión muy impropia de ella. Era horrible sentirse como un preso al que tienen que ejecutar en pocos minutos. Su cabeza le decía una cosa, su corazón otra bien distinta, y ambos pugnaban por imponerse al otro. Cuando pensaba en su prometida, lo hacía con el corazón, éste y su cuerpo la habían reconocido como la compañera de su vida, pero su mente le decía que por mucho que lo intentara esa noche, las cosas no iban a funcionar. Necesitaba más tiempo, mucho más tiempo: un tiempo que Alex no le iba permitir tener.
Contempló su imagen de nuevo. El vestido, con corpiño de terciopelo blanco, le entallaba el talle como una segunda piel. Se alisó la falda de seda, y después la sobre falda de organdí que le daba aún más volumen y hacía que su cintura se estrechase hasta límites increíblemente pequeños. Sus mejillas estaban pálidas. Las pellizcó en un intento de infundirles cierto color, pero al momento volvieron a palidecer. Sintió una sensación molesta en el pecho. Se estaba ahogando en sus propias dudas, se estaba ahogando en sus propios sentimientos, y no podía dejar de temblar. Un frío nada habitual se había instalado en sus huesos partiendo desde sus riñones.
La puerta de su habitación se abrió y por ella entró su hermano Daniel.
Estaba tan asustada...
El joven la miró.
—Dios, estás preciosa.
Se acercó a ella con paso vacilante, tenía que darle ahora lo que le había pertenecido desde su nacimiento. Su abuela se lo había dejado en herencia, y su madre lo había guardado hasta un día como el de hoy: el día de su boda. Antes de partir para Inglaterra, cuando estaban a punto de embarcar, se había acercado a él y se lo había entregado con la promesa de que se lo entregara a ella el día de su boda.
No había querido aceptarlo, no había querido por una sencilla razón, él no quería que este día llegase, había pretendido llevarse a su hermana de vuelta, pero la reacción de ella frente a la que hoy se convertiría en su esposa, le había hecho desistir de su idea.
Entró y cerró la puerta, quedándose a solas con ella.
La besó. Estaba muy orgulloso. Sabía que estaba asustada, pero firme en su decisión, y por ello se enorgulleció aún más. Era fuerte, más fuerte de lo que ningún hombre podría imaginar. Mantenía sus férreas decisiones por mucho que le costasen, y eso era de admirar. Metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta, y sacó un paquete envuelto en papel azul con una cinta de seda blanca.
—Esto te lo envía madre.
Piper levantó la cabeza y miró a Daniel a los ojos. Las manos le temblaron cuando asió el pequeño paquete. Lo abrió con dedos trémulos y un sollozo escapó de sus labios cuando reconoció el juego de pendientes que había llevado su abuela paterna el día de su boda. Los pendientes de zafiro refulgían a la luz de la lámpara como el mar a la luz del sol.
—Algo viejo —comentó su hermano.
—Sí, algo viejo —repitió ella al tiempo que una lágrima descendía por su mejilla.
Daniel volvió a meter la mano en el bolsillo de su chaqueta y extrajo otro paquete. Esta vez era una caja cuadrada, un estuche de terciopelo azul oscuro con una pequeña chapita de plata donde había una inscripción en caracteres ingleses.
—Algo nuevo —dijo Daniel.
Piper leyó las palabras grabadas y sonrió. Abrió la caja y una exclamación de sorpresa escapó de sus labios. Sobre un lecho de fina seda blanca había un hermoso collar de oro blanco con diamantes engastados formando una media luna, y dentro de esa media luna el zafiro más perfecto que ojos humanos hubiesen visto.
ESTÁS LEYENDO
🔱 MY LADY 🔱 G!P
FanfictionAlex Pearl Vause, es la libertina más perversamente posesiva y seductora de Londres, y es la heredera del ducado de Herby, pero su poderoso rango viene acompañado de una responsabilidad que ella no desea: la de contraer matrimonio con una extranjera...