CAPÍTULO. 32

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CAPÍTULO 32: Palermo.

Harry observaba como esos hombres hablaban entre ellos -en italiano para que él no entendiera una sola palabra-, aunque tampoco intentaba descifrar lo que decían, su atención se centraba en Lessy, quien dormía apoyado contra su pecho.

Al subir a la camioneta, quisieron quitarle al niño de los brazos, pero a pesar del dolor punzante en la zona lastimada, no se los permitió. Sin embargo, le preocupaba el hecho de que podía sentir los leves escalofríos de Lessy -parecía removerse entre sueños, buscando calidez en el cuerpo de Harry-. Necesitaba una muda de ropa seca y una manta para cubrirlo, pero no tenía los medios para conseguir aquello, no, por la mirada tan intimidante del hombre que tenía en frente.

Se mantuvo lo más sereno posible, sintiendo la respiración de Lessy, sus labios entreabiertos y soltando casi inaudibles ronquidos. Tenía el impulso de acariciarle la nuca, pero se limitó a que su barbilla rozara con la cabellera de su hijo.

Internamente pedía que no se despertara a causa del frío.

No sabía dónde los llevaban y estaba lejos de concebir una vaga idea, podrían llevarlos a cualquier lugar imaginable.

No pudo evitar apretar los dientes con molestia. Parecía una exageración -a propósito-, cuando esos hombres elevaban la voz, solo para hacer ahínco en lo que provocaba las carcajadas de los otros que, hasta el momento iban en completo silencio. Su niño se removía al escuchar ese innecesario bullicio y Harry quería pedirles -exigirles- que, cerraran la boca.

Cuando la camioneta paró, uno de los hombres -el más corpulento de todos-, le indicó que bajara y Harry obedeció, acomodando mejor el cuerpo del niño¬, con el cuidado necesario para no despertar a Lessy. Resintió el dolor en su brazo por lo complicado que fue bajar cargando el pequeño cuerpo, pero no iba a separarse de él.

Observó cómo sus captores no bajaban sus armas y pensó en lo estúpidos que se veían -estaba claro que no pretendía, ni podría escapar-, no arriesgaría a su hijo en un intento vano de fuga.

Miró alrededor percatándose que se encontraba en una pista de aterrizaje y a metros por delante, divisó un jet privado de gran tamaño. El hombre que caminó delante se detuvo para indicarle que suba por las escaleras y Harry obedeció una vez más.

Esperaba que sus captores lo siguieran, pero subió solo y estaba claro el motivo, al entrar se encontró con dos hombres de traje -igualmente armados- y dos azafatas a su costado que permanecían con un semblante neutral. Uno de ellos le indicó que avanzara por el pasillo, hasta llegar a esos típicos y lujosos espacios que simulaban una pequeña, pero cómoda sala de estar.

Al hacer contacto visual, con quien claramente era el anfitrión -pensó que lo conocería en un momento distinto a ese-, recordó haber escuchado de él, pero era la primera vez que se encontraba con Joseph Bonano, cara a cara.

—Por favor, no te sientes —habló el hombre, jugando con una copa de brandy en su mano derecha—, podrías ensuciar el asiento.

Harry frunció el ceño por tan deplorable sonrisa burlona que esbozada el hombre. Pero, su vista se desvió a Lessy, quien estornudó y sorbió su nariz -fue un alivio que no despertara-, tenía frío, no había otra explicación y si no le cambiaba la ropa podría enfermar.

Joseph lo observó de pies a cabeza, prestando atención en la extremidad afectada, pero dejó de lado el comentario sarcástico que iba formulando, tenía otro tipo de apreciación que necesitaba compartir con su invitado

—Tres años sin ver a tu hijo —dijo Bonano—, mejor dicho, sin saber que tenías uno ¿para qué? Para encontrar al padre de tu hijo, casado y al niño llamando papá a otro hombre —dio un sorbo a su bebida, ensanchando la sonrisa cínica que lo representaba—. Eso... ¿acaso no te hace sentir rencor hacia Damiano?

《Pequeño Ladrón》M-Preg [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora