Capítulo 4

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Aunque ya han pasado 5 meses desde que llegué a Italia, poco a poco me he sabido adaptar, aunque odie mi trabajo, no significa que este muy mal vivir aquí, en realidad solo odio a mi jefa, bueno también odio su casa siempre esta asquerosa. Lo que si no me gusta nada es que no veo a Gaby porque siempre está ocupada, la han mandado a lugares fuera de la ciudad a tomar algunas fotografías ya que se unió al periódico escolar y es sumamente importante, ya que obtiene puntos para mejorar su calificación, aunque en ocasiones no me gustaría que se fuera no puedo hacer nada ya que es la razón principal por la que vinimos a este lugar.

En ocasiones quisiera que mi vida fuera distinta, ya que para la edad que tengo llevo una vida completamente aburrida parece que tengo 50 años, me levanto temprano desayuno, voy a trabajar, regreso a casa, tomo un baño, ceno y a dormir. Así es, esa es mi rutina de todos los días, no está mal, pero tal vez sí, para una joven de 22. Hoy desperté muy soñadora y sobre todo conquistadora, pensando que hoy las cosas cambiarían, ¿pero que van a cambiar? Si no dejo de hacer lo mismo, con temor a romper las reglas, haciendo exactamente lo que los demás quieren, ¿Será que esta forma de vivir es la correcta?

En cuanto llego a la casa de la puerta morada, me paro frente a ella apunto de tocar, recuerdo todo lo que me propuse antes de tomar la decisión de venir a Italia. Yo quería ser la mejor chica independiente de la vida, y a que me refiero con esto, yo quería dejar una huella en este mundo, quería enseñar a los niños, quería ayudar a los más necesitados, quería tomar una vocación de la cual me dedicara con el corazón, yo quería ser grande, quería llegar a ser todo lo que no pude ser en su momento por obstáculos de la vida, con la invitación de Gaby ni siquiera comencé o lo tome en cuenta, fue como si mi yo misma se hubiera escondido en mi interior con un miedo absoluto de flotar.

Ahora frente a este lugar que detesto demasiado y he soportado hasta el punto de llorar por las noches deseando que las cosas fueran diferentes, hoy me decido a renunciar, a comenzar de nuevo, mi tiempo es valioso, yo soy valiosa, merezco algo mejor que esto, que se pudra Doña Carmina en su pulguienta casa, yo renuncio.

Y así, como lo dije, lo hice. Hablé con la doña, y con la cara en alto me di la vuelta y seguí mi camino, claro sin dejar de lado los gritos y amenazas que me lanzaba la vieja gorda sudorosa. Ahora sí, amigos soy libre.

Mientras voy camino a casa con pasitos y brinquitos de vez en cuando, observo lo bonita que es la ciudad, tan agobiada estaba que no recordaba lo lindo que era el barrio donde vivía. Muero por contarle a Gaby todo lo que ha pasado y sobre todo mi liberación, me rio como boba por la calle, le sonrió a cada persona y como es costumbre saludo a todos los perros y gatos que se cruzan por mi camino, estoy tan feliz que podría besar a un extraño ahora mismo, incluso por momentos vienen a mi memoria momentos tan molestos que me resultaban y que en cambio ahora me provocan risa, y no una risa a normal si no una carcajada, la gente me mira por momentos, seguramente pensaran que estoy loca.

Justo en la esquina de mi casa hay un bar café que siempre tiene clientes, se oye mucha bulla seguramente un ebrio loco como siempre, ¿pensándolo bien... hace cuanto que no bebes un trago Mia? Desde no se... la preparatoria, me vuelvo a reír como loca.
¡Vamos!

Camino rumbo al lugar que por la hora debe ser por el café (otra risa), cuando voy entrando veo que acierto, hay demasiada fila en la barra de café, la señora que se encarga del área no puede hacer todo al mismo tiempo, va a la caja regresa a la máquina de capuchino, y luego va por lo vasos, vuelve a cobrar, ya se le tiro el café, y por supuesto la gente no deja de gritar como si eso le facilitara las cosas. De algún momento a otro siento como si esa presión fuera para mí, así que me brinco la barra y comienzo ayudarle, ella me mira con cara de "¿Quién mierda eres?" pero la ignoro lo importante ahora es despachar a toda esta gente, como puedo y entiendo lo que tratan de decirme los clientes molestos, a completo algunos pedidos, cobro algunas cosas, claro preguntando los precios, unos minutos después los clientes se van y otros se sientan en las mesitas.

—Gracias, ¡quién mierda seas! —me dice la señora.

Ven se los dije, ella me lo dijo con la mirada.

—Soy Mia, vecina —sonrió para despejar la incomodidad. —Y no es nada, solo quise ayudarte un poco.

—¿Por qué suenas tan raro? No eres de por aquí, ¿o sí? —me pregunta.

—No, de hecho, soy mexicana.

—¿Mexicana? Te refieres de México, ¿el país?

—Si, ¿lo conoces? —me emociono.

—No, nunca he ido.

—Mmm, pues es muy bonito —surge momento incomodo. —¿Y alguien más te ayuda?

—No, siempre estoy sola.

—Órale... —no tengo ni idea de que hablar con ella, aparte de que no tengo mucho vocabulario. —Y... ¿Cómo te llamas?

—Martina, mucho gusto —me estira su mano. No puedo evitar observarla, tiene alrededor de 35 años, baja de estatura, piel blanca y cabello castaño, se mira algo seria pero gentil.

—Igualmente, Martina.

—¿Tienes empleo?

—No, ¿por qué? —le pregunto.

—¿Quieres trabajar aquí? —su pregunta me toma por sorpresa, prácticamente hoy es mi primer día sin empleo, bueno horas y esta señora de la nada me ofrece trabajo en su cafetería, ¿debería aceptar? De todos modos, tendré que buscar un empleo en cualquier momento, y resulta que este me queda a solo tres edificios de mi casa, así que sin más pensarlo vuelvo a tener empleo.

El horario es realmente flexible, entro temprano salgo temprano, entro tarde salgo tarde, nada complicado. La verdad es que resulta muy agradable trabajar aquí, en momentos el ritmo es pesado ya que no deja de ser un negocio de alimentos, pero en otros tengo tiempo hasta para leer un libro, también me ha servido muchísimo el contacto con las personas ya que mi italiano se desarrolló por completo, no es por presumir, pero hay personas que ya no detectan mi acento extranjero, aunque claro me falta algo de velocidad y vocabulario, pero en cuanto escucho una palabra desconocida para mi le pregunto a Martina. Sin duda ella ha sido una gran jefa, bueno, aunque en realidad ella no es la dueña de la cafetería como lo había pensado, sino que es la gerente, resulta que los empleados no duran mucho por aquí, ya que no soportan al real dueño del lugar, la verdad es que yo no lo he tratado aún, lo he mirado un par de veces, aunque ya van varios meses que trabajo aquí no he tenido la oportunidad de hablar con él, creo que ni cuenta se ha dado que tiene una nueva empleada.
Algunos clientes me han puesto algunos reportes por mi torpeza, es que no tengo la culpa de que el piso del lugar este muy resbaloso, ya que he derramado café, licor y snacks sobre varias personas, aunque en el momento pongo mi cara de preocupación, cuando voy tras la cocina me parto de risa, por cierto, el personal de la cocina George y Juan son realmente agradables, se la viven contándome chistes y preparándome deliciosa comida para llevar y me la coma en casa acompañada del televisor, así es del televisor, ya que mi compañera de departamento nunca esta, pueden creer que no hemos podido hablar como quisiera desde que... no sé, ¿nos mudamos aquí? Trato de entenderla, espero pronto se desocupe para volver a dedicarnos unos días para nosotras, ya han pasado 11 meses y Gaby y yo no hemos ido a conocer juntas el centro, la mayoría de los días no llega a dormir o se queda en casa de otras amigas hacer tarea, le he llamado preocupada de vez que en cuando, pero ella me explica que es necesario todo el esfuerzo que hace, debe ser muy complicada su carrera aquí en Italia.

Como sea, el día de hoy iré a una tienda de accesorios para el hogar, voy a recoger unas cortinas super bonitas que aparte y una nueva vajilla, también compre unos cuadros para la pared, y un nuevo florero que el anterior que tenía lo rompí. Esto es mi día con día, resulta mil veces mejor que hace unos meses que me la vivía llorando, y ahora estoy muy feliz con lo poco que tengo.

La Décima Sexta ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora