Capitulo 37

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Abrah Marcerano / Departamento de Mia - Milán

Mi mente actúa rápido se perfectamente que hacer, ya lo he hecho antes, deshacerme de personas que le han hecho daño a mi familia o a mis seres queridos. El sentimiento siempre es el mismo, es curioso que Mia comentará que le falta oxigeno por las emociones que está pasando justo ahora, porque yo me siento igual, hay un dolor en el pecho, lo que sea que le hagan me lo están haciendo a mí, y eso nunca lo puedo perdonar.

En cuanto me acerco al edificio horrendo las personas a nuestro alrededor nos identifican, era de esperarse, jamás estoy por esta zona y tampoco ando haciendo visitas.

—Ya saben que hacer —les digo a mis empleados.

En cuanto abren la puerta del edificio deambulan por las escaleras con sus armas listas para atacar. Me encanta cuando derriban una puerta, ya lo he intentado y se siente genial a pesar de que horas después te duele un poco la pierna desde la pelvis. La chica se alarma al momento de ver su puerta derribada y mis hombres rodeando el lugar.

—¿Cuál es la habitación de Mia? —pregunto irritado por la situación. Ella no responde.

Uno de mis guardias se deja ir contra ella y la estampa en la pared sujetándola de su blusa.

—Te hicieron una pregunta, ¡¿Cuál es la habitación de la señorita Mia?! Responde o te vuelo la cabeza —este guardia siempre saca su arma para todo, esta algo loco, pero es muy servicial.

—Es esa de ahí —apunta temblando a una de las puertas. De inmediato todos los demás corren a la habitación a recoger todas las cosas. ¡Me encanta que piensen como yo! Es claro, ya que llevan años conmigo.

Permanezco en el marco de la puerta esperando, en un minuto ya está saliendo mi personal con maletas y cajas con las pertenencias de Mia.

—Vamos a hacer esto rápido, quiero te vayas de este lugar —le digo deambulando por el lugar.

—¿Qué dices? ¿Mia quiere que me vaya del departamento?

—¿Acaso eres idiota? Jamás dejaría que Mia volviera a esta pocilga —exclamo pateando una de las sillas. —Quiero que te vayas del país.

—¡No puedo hacer eso, tengo una beca en la universidad!

—Desde hoy ya no la tienes. 

Uno de mis guardias me indica con la mirada que ya han terminado, si algo se nos olvida ya se lo repondré. Así que veo la bolsa negra que le di a Mia y que olvidó por culpa de esta mujer, la recojo y ella me mira con recelo.

—Tienes 48 horas.

Inmediatamente salimos del edificio y nos dirigimos a la camioneta, hay más personas fuera supongo que son los que deben vivir en este lugar, ¿acaso tenían miedo de entrar? Ridículos.

En cuanto me acerco a la camioneta y abro la puerta para entrar veo a Mia derrumbada en el asiento, no tolero verla así.

—Ven aquí —le digo tomándola por los brazos y abrazándola como si se tratase de un bebe y fuera a mecerlo, la subo sobre mis piernas mientras ella se recarga en mi pecho y rompe a llorar de nuevo.

Mientras la camioneta avanza no tengo idea de adonde podríamos ir, había pensado en llevarla a uno de mis casinos de apuestas, pero ahora con la situación no creo que sea lo mejor. Así que me decido por uno de mis restaurantes que está cerca del centro de la ciudad, el fuerte de este lugar es su barra de licores, supongo que le podría caer bien un trago. Durante el trayecto dejo que llore todo lo que quiera, al fin y al cabo, ya no la va a volver a ver y es bien sabido que desahogarse ayuda con la pena.

La Décima Sexta ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora