Capitulo 64

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La familia ya está enterada sobre la reanudación de nuestro compromiso, sin duda me sobrará ayuda para organizar la fiesta. También le he pedido a Nora ayuda con lo demás. He hablado mucho, mucho con ella, sin duda se convirtió en más que una amiga para mí, es mi hermana. Sus consejos son tan útiles para llevar una mejor convivencia con todos los Marcerano.

—¡Mia! —exclama Arleth que viene desde el pasillo. —¿Necesitas algo más?

—¿Qué quieres decir? —pregunto recostada en el sillón.

—Para la boda, ¿necesitas algo?

—Todo está listo, no te preocupes.

—¿Estas nerviosa?

—Un poco.

—¡Uff! —suelta un gran suspiro. —¿Será que algún día yo estaré en tu lugar? ¿A un día de mi boda? Dudo que alguien deseé casarse conmigo.

—¿Cómo puedes decir eso? ¡Por supuesto que sí! Eres una gran persona, cualquiera quisiera ser tu esposo.

—¿Enserio? ¿Crees que alguien en su sano juicio deseará entrar a esta familia? —dice con ironía.

—Pues yo lo hice.

—Tu no cuentas, tu caso es distinto.

—¿Por qué es distinto?

—Porque tu trabaste aquí, no te quedó de otra, era mi hermano o un empleado.

Comienzo a reírme tanto que lágrimas salen disparadas sin control.

—Ya deja de reírte así, da miedo.

—Pues que cosas dices, hablas como si yo fuese una interesada.

—Lo digo de la mejor manera.

—Claro —respondo limpiándome los ojos. —¿Invitaste a alguien?

—Tu prometido no me dejó. Pero no importa, no tengo a quien invitar, seguramente bailaré con uno de sus amigos.

—¿Segura?

—Claro, no te preocupes.

—¿Sabes dónde están? Salieron desde muy temprano y no han regresado.

—Deben de estar terminando de organizar lo faltante, después de todo Abrah se ausentará por su luna de miel.

—Supongo...

—No te preocupes —me sonríe. —Te veo después.  

Espero el resto del día en el mismo lugar, Giuseppe como siempre se encuentra a mi lado. Desde aquí puedo observar ir y venir al personal, ya está casi todo listo para mañana, ¡no puedo creer que me casare!

Han pasado casi tres años... Gabriella ya está en México y yo sigo aquí, es curioso.

—¡¿Están bien?! —escucho a Anelle gritar.

Me he sobresaltado, estaba apuntó de dormirme.

—Tranquila —es la voz de Abrah. —Estamos bien, no quiero que grites.

—¿Cómo me pides eso? ¡Mira como vienen! —dice Anelle en un intento de susurro. —¿A ti que te pasó?

—Me tuve que esconder —responde Arek.

—¡Claro! —exclama ella. —¿Y tu padre?

—No obedeció las ordenes de Abrah, se separó del grupo.

Me levanto lentamente del sillón y entre los muebles me escabullo para acercarme al pasillo y poder escuchar mejor.

—¡¿Que estás diciendo?! ¡¡Abrah!!

La Décima Sexta ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora