Capitulo 66

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Al terminar la fiesta de celebración, todos los invitados dejaron sus obsequios, sus buenos deseos y su vomito por todo nuestro jardín. Pasamos a retirarnos a nuestra habitación, ya habíamos esperado por ello toda la noche y lo único que conseguimos fue cambiarnos de inmediato y arrojarnos a la cama a dormir, estábamos acabados.

Nuestras maletas ya estaban listas para partir a la mañana siguiente, nuestra luna de miel ha sido planeada cuidadosamente. Un recorrido por todo Europa, para después viajar más al oriente, Rusia, junto con la India, China, Corea y Japón. Jamás me hubiese imaginado viajar a esta clase de lugares, pero ha sido increíble, he probado cientos y miles de platillos, gracias a la comida mexicana he resistido más que Abrah, que cada rato va al baño.

En este pequeño viaje nos acompañó toda su guardia personal, y aunque no charlo con ellos, su compañía resulta amena. Stella y Carlos también vinieron con nosotros, aunque no se si les agrade mucho estar en la habitación de al lado.

—¡Señora, buenos días! —exclama Stella en cuanto me ve salir de mi habitación.

—Hola, Stella ¿qué tal tu mañana?

—Ha estado bien, ¿y el señor?

—Sigue durmiendo —me siento en el comedor. Al parecer ya han traído el desayuno.

—¿Le sirvo?

—No, no se preocupe. Stella usted vino solamente como apoyo, no significa que nos va a servir todo el tiempo. ¿Por qué no sale?

—¡Como puede decir eso señora!

—Hablo enserio, Abrah no sé a qué hora vaya a despertar, y los demás guardias están en las mismas, ayer sí que se excedieron de tragos, ¿cree que tendrán humor para salir? Lo dudo. Y yo no me siento muy bien que digamos, así que hoy toca estar en la suite.

—¡Ay, señora!

—¡Ay, Stella! —la arremedo. —Haga lo que le digo, desayune y vaya a conocer por allí.

—De acuerdo —responde alegre. —Gracias señora.

—No es nada —le giño el ojo.

El día de hoy nos encontramos en Tailandia, llevamos cerca de un mes de luna de miel, Agustín está en contacto con Abrah al menos una vez al día, aunque Abrah le dio luz verde para todo, él no se siente aun confiado en tomar decisiones. Lo más curioso de todo es que nadie, ninguna persona que nos acompaña en este viaje ha estado de mal humor, aunque bueno, no es como si pudiesen comportarse así. Todos sonríen, todos son cooperativos y hasta chistes lazan de vez en cuando.

Una virtud que sin duda tiene mi esposo es que es muy generoso y respetuoso con su gente, así que ellos trabajan con mucho gusto. Hemos tenido que huir de uno que otro lugar donde Abrah se termina encontrando personas que no le agradan o donde Abrah no les agrada. Lo cual ha resultado algo tenso, pero, al fin y al cabo, la rutina de Abrah se está volviendo la mía. Trato de acostúmbrame más a ello, su vida es algo rara, pero sé que puedo manejarlo.

—¿Le sirvo más tallarines? ¿pure? —me pregunta Stella y yo niego con la cabeza cubriéndome la boca. —¿Le ocurre algo señora?

Me paso de inmediato el bocado que tengo y con una enorme necesidad de vaciar el contenido de mi estómago, tomo un poco de agua.

—Lo mejor será que me dé un baño.

—La veo algo pálida señora.

—Estoy bien... ¿sabe dónde se encuentra Carlos? 

—Hoy le toco cuidar la puerta.

—Ya veo... iré con él.

—¿Necesita algo? Yo puedo pedírselo.

La Décima Sexta ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora