Capitulo 69

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Abrah Marcerano / Casa de Varenna

Cada paso que doy en esta casa es un cuchillo atravesando mi espalda, cada maldito rincón me recuerda a ella, estoy condenado a sufrir por su recuerdo.

Estoy justo fuera de la habitación de mi hijo, y no tengo idea si hago lo correcto en avanzar. Me quedo sujetando la manija por varios minutos, hasta que un quejido proveniente del lugar me hace entrar de golpe.

—¡¿Todo está bien?! —grito a toda la habitación. Dentro se encuentra una de las enfermeras que traje del hospital y Stella, que sostiene al bebé en sus brazos.

—Si señor, todo está bien —responde Stella.

—¿Y el niño?

—Él pequeño está bien, le dimos un baño y justo ahora se acaba de terminar su biberón. ¿Le gustaría cargarlo?

El corazón ha comenzado a impacientarse.

—Venga —me dice Stella. —Tome ligeramente su cabecita y su cuerpo apóyelo contra el suyo. Estaremos afuera por si nos necesita.

Él pequeño bebé no pesa más de 2 kilos, es muy ligero, su pequeña cobija huele a suavizante. De ella se asoma un pequeño rostro... un rostro tan inocente y angelical, hace gestos y muecas, acompañadas de quejidos. No lo había cargado hasta el día de hoy, no sabía que se trataba de un niño.

Es idéntico a ella, es como ver su sonrisa plasmada, su color de piel, su pequeña naricita y el destellante color de cabello. Es una extraña fusión de ambos, mi hijo es precioso, como su madre.

Ciao! —es lo único que logra salir de mis labios, siento un nudo en la garganta, las lágrimas comienzan a acumularse en mis lagrimales, me acerco más a él para poder sentirlo, y con una bella sonrisa me acaricia la mejilla con su pequeña y delicada mano, provocando qué cada lagrima que logré controlar estos días estallé. Me arrodillo en el suelo con él en mis brazos, el ser más inocente e indefenso, mi hijo está en mis brazos... mi hijo.

Lloro sin control, desahogando todo mi pesar y todo mi dolor, solo estamos él y yo, no hay nadie más.

—Perdóname —le digo. —No pude proteger a tu mamá, perdóname.

Lo envuelvo más en mis brazos y con pequeños gemidos siento que me responde.

—Te amo, nunca te volveré a dejar solo, siempre me tendrás, siempre te protegeré, no necesitaras nada más porque siempre estaré contigo. Sé que la extrañas, y lamento eso, aunque el vacío que dejo es irremplazable, intentaré compensarlo. 


EPILOGO

La vida no es sencilla, eso ya me ha quedado muy claro, cada experiencia ha formado lo que soy ahora. No debes temer Mia, he creado un mundo distinto para nuestro hijo. 

Abraham estará seguro, he vendido la mayoría de las propiedades con apellido Marcerano, nuestra casa de Varenna ha quedado en ruinas, la abandonamos después de solucionar nuestros problemas "sociales". Mi madre se ha mudado con Arleth a un lugar donde serán rodeadas de personas buenas. Mi negocio ha cambiado, por fin he hecho lo que he querido desde hace años, pues no hay "nada" que nos culpe de algún crimen cometido. Todo lo que tengo está a nombre de Abraham, por supuesto que todo es legal, incluso tu pequeña casa de México ha pasado a ser suya. Bueno, hasta que obtenga la mayoría de edad.

No estaremos solos, Stella, Nora, Taddeo y Agustín viajarán con nosotros. Tenemos planeada una vida muy pacifica, con todo el dinero que tengo podría vivir cien vidas sin siquiera poner un pie en mi trabajo.

No te preocupes por tu familia, ellos obtienen un cheque a tu nombre cada mes. Aunque desconocen lo que te ocurrió, ellos siempre envían cartas agradeciéndote. Al parecer tu vecina nos hace el favor de reenviarlas, por supuesto todas ellas se las leo a nuestro hijo, el cual es una maldita bestia que no deja dormir, me recuerda a alguien.

Aun me dueles, y me seguirás doliendo, eso tenlo muy claro. Y sabes que es lo que me duele aún más... que eres la décima sexta persona que me han arrebatado. Pero, bueno esa historia es para otra ocasión.  

Abrah Marcerano.

Abrah Marcerano

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La Décima Sexta ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora