Capitulo 68

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Abrah Marcerano / Casa Varenna

Una escena, la que siempre aparecía en mis pesadillas, en mis miedos más profundos está pasando. Siempre sé que hacer, como debo actuar, como proceder ante cualquier situación, pero justo ahora me he quedado en blanco. Gritos, disparos y alarmas suenan a mi alrededor, pero lo único que me puede importar es el ser que reposa en mis brazos, se me está yendo de las manos.

—¡Vámonos! —grito a cualquier hombre que siga de pie, pero no hay nadie.

Cargo a Mia con cuidado y la subo a la parte del copiloto, subo de inmediato a la camioneta y conduzco al hospital más cercano. A pesar de que me alejé del lugar los disparos no han cesado. Un auto negro me persigue desde el restaurante, aunque intento perderlo conduciendo a gran velocidad me es imposible, más y más autos se unen a la persecución, busco entre la guantera un arma, he perdido la mia. Gracias al dios o lo que sea que se encuentre sobre nosotros logro encontrar una pequeña, servirá para defenderme a una corta distancia.

—¡¡Mia, necesito que despiertes!! ¡¡No te duermas!!

Un enorme camión se estampa justo en la llanta trasera, por suerte esta porquería de camioneta aun funciona. Estoy a unos cuantos metros del hospital Adriem, si puedo llegar.

—¡Hijo de puta! —grito al auto vecino, tomo una de las pequeñas bombas de humo y la lanzo a la calle, una tras otra. Necesito perderlos.

Entro por una pequeña rampa que dirige al estacionamiento subterráneo, creo que no tendré mucho tiempo, pero tal vez el suficiente para que estabilicen a Mia.

—¡Por dios señor! ¿Qué ocurrió? —exclama una enfermera al verme llegar con ella.

—¡¡Atiéndanla!! Le dispararon, está embarazada ¡¡hagan algo!!

Han comenzado a escucharse disparos en la calle, están cerca.

—Señor, necesito que venga conmigo —dice una enfermera.

—Esos malditos bastardos quieren entrar. ¡Cierren el hospital! ¡¡Es un orden nadie entra ni sale de este lugar hasta que yo lo diga!!

—Pero señor no podemos hacer eso, hay pacientes.

—¡Todos morirán si esos hijos de perra entran!

El guardia obedece y con su radio advierte a todas las entradas del hospital.

—Nos encerraremos, protegeré a esta gente —anuncia el guardia.

Asiento con la mirada y corro tras la puerta a donde se llevaron a Mia.

Busco en cada habitación y no hay rastro de ella, ¡¿dónde mierda esta?!

—¡¿A dónde te la llevaste?! —le pregunto a una de las enfermeras.

—No... sé... de que habla.

—Mi esposa, mi esposa, ¡¿dónde está?!

—No tengo... idea señor.

—¡¡Búscala!! —grito.

—Su esposa esta por aquí señor —anuncia un médico.

—¡¿Donde?! ¿Dónde está?

Él me indica el camino y aun estando fuera de la habitación logro escuchar el alboroto que está ocurriendo dentro.

—Si lo desea puede entrar, pero le advierto que no será lindo.

Sin pensarlo dos veces entro al lugar, la sangre que vi en su cuerpo hace unos minutos no es nada comparado con lo de ahora, su estómago ha sido intervenido, el bebé que tenía dentro ya no está. ¿Acaso está muerto? Ella luce pálida, amoratada y sin un rayo de luz.

La Décima Sexta ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora