Capitulo 10

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Por primera vez subo al primer piso, toda la escalera está muy iluminada como en la planta baja, me imagino que estará igual toda la casa. Conforme nos acercamos al primer piso, la casa comienza a cambiar, de un estilo moderno minimalista a un estilo más elegante, gótico y renacentista, digno de un palacio. Terminando de subir la escalera se encuentran dos enormes puertas de cristal, que dividen el pasillo con el camino al área de empleados. En cuanto cruzo esas puertas, es como si cruzara la frontera, me llega un olor riquísimo, de una casa sin duda limpia y costosa, no sé cómo explicarlo, pero esta casa huele como cuando adquieres un producto nuevo, mucho antes de que se familiarice con el olor personal. Esta es la sensación que me brindó en el primer instante que pisé el pasillo principal. Está lleno de grandes candelabros, espejos por doquier, cuadros de todos los tamaños con grandes pinturas, hay pequeños muebles con muchas fotografías y el piso que parece de mármol reluce de brillo. Todo está muy limpio, tal como cuando la miré por fuera, es por dentro, hay demasiadas ventanas que provocan que, entre demasiada luz, estoy enamorada de este lugar.

—Por aquí, señorita —me dice un hombre calvito con cara de enojón.

—Apresura el paso, Mia —comenta Magda.

—Voy detrás de usted —respondo. —Lo que pasa es que es muy rápida.

Yo sabía que la casa era grande, pero el lugar donde se encuentra la señora se encuentra a kilómetros de distancia. Aunque lo que digo no es literario, solo es una simple expresión, no puedo dejar de pensar: "¿cómo será posible que una casa mida tanto?". Incluso al paso que vamos no he podido memorizar el camino y, sin duda alguna, me perdería en el regreso.

—¿Lista? Está aquí dentro —me dice Magda, mientras toca la puerta.

—Adelante —se oye la voz de una mujer.

—Con permiso, señora. Le he traído a Mia, la nueva integrante del servicio —le comenta Magda.

—Excelente —responde mientras se pone de pie. Puedo observarla desde la puerta de lo que creo que es la biblioteca. Es una señora joven de unos 45 años, cabello claro, delgada, piel suave como porcelana, gran sonrisa y sobre todo muy, muy bonita.

—Hola, señora, mucho gusto me llamo Mia. Mia Santiago.

—¡Hola Mia! Encantada de conocerte, me llamo Anelle —me dice mientras me ofrece su mano.

La tomo gustosa y me da un fuerte apretón.

—Tomen asiento —nos dice a Magda y a mí, señalando uno de los sillones de la habitación. — Marcello que nos sirvan el té —le dice al Calvito.

—Por supuesto —responde el hombre y se retira.

—Eres una mujer muy hermosa, me sorprende tener una compañera, así como tú —continúa sonriente.

—¡Gracias, señora! Viniendo de usted sin duda es un gran alago.

—¿¡Señora!? ¡No, por favor! Dime Anelle —ríe.

Volteo a mirar a Magda y ella me asiente, supongo significa que está bien.

—Como usted prefiera, Anelle.

—Eso me agrada. Primeramente, quiero decirte que eres bienvenida a esta, que ahora es tu casa. Si tienes dudas, inquietudes y disgustos, no dudes en decirme. Lo más importante para mí es que se sientan bien en su nuevo hogar y su nueva familia, para que tengas una gran estancia porque será prolongada. Lo que quiero decir es que mires al futuro y encuentres tu lugar. Así que nunca te quedes callada, todo se puede solucionar.

¿Por qué mencionó la palabra «prolongada» y «futuro»? —pienso.

—¿Ya le asignaste habitación? —le pregunta a Magda.

La Décima Sexta ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora