Capitulo 9

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Permanezco recostada por unos minutos, cierro los ojos y me concentro en escuchar el viento, los árboles en movimiento, las aves que están en sus nidos y las que están en el aire, estoy tan llena de tranquilidad que me pierdo en el momento.

—¡Hey, tú! ¿Qué haces allí? ¿Por qué cruzaste la barda? —grita un hombre a lo lejos. —¡Te estoy hablando!

Me percato que a la persona que le está hablando es a mí. Me levanto del suelo a asustada, viene corriendo como loco y trae un arma en la mano.

—Tranquilo amigo —le digo mientras levanto las manos.

—¿Quién eres? ¿Por qué cruzaste la barda? —exclama.

—Tranquilo, trabajo aquí.

—¡Claro que no! Yo conozco a todos los empleados —suena molesto.

—Soy nueva, hoy llegué con Magda de Milán —le digo aún con las manos arriba.

—A mí nadie me informó nada.

—Mira, aquí tengo mi radio —se lo muestro. —Si quieres, pregúntales.

Me mira fatal, creo que no me cree.

—Hey, Magda, ¿hoy entro una nueva empleada? —pregunta por su radio.

—¡Hola! Así es, se me paso avisarte, llegamos hace unas horas.

Se pone su radio en el cinturón.

—Bien, mucho gusto. Me llamo Taddeo —me dice ofreciéndome su mano, ahora sonriendo.

¿¡Qué!? Así, nada más, le aclaran las cosas y ya cambia de humor. ¿Qué le pasa a este hombre? Es totalmente impredecible.

—Hola, Taddeo. Mucho gusto, me llamo Mia —le digo aceptando su mano.

—Mia, ¡Qué bello nombre! —me dice sonriendo como niño.

Le devuelvo la sonrisa algo nerviosa e incómoda.

—Una disculpa Mia, tienes que entenderme, las cámaras detectaron mucho movimiento, como si alguien estuviera corriendo como loco, en esta parte de la casa nadie viene.

Qué vergüenza si alguien revisa esos videos.

—No te preocupes, entiendo me imagino que es parte de tu trabajo.

—Por supuesto, soy el jefe de seguridad —me sigue sonriendo. No sé por qué todos los hombres que trabajan en esta casa te ven como si fueras carnada, ¿qué les pasa? Aunque Taddeo es muy atractivo, no sé por su forma de hablar, que me recuerda a Agustín, hasta en los ojos coquetos.

—Y, ¿por qué entraste a trabajar aquí? —me pregunta.

—Bueno, realmente fue porque Magda me lo ofreció, y llego justo en el momento en el que lo necesitaba, no habría razón para rechazar la oportunidad.

—Me alegro por ti, y por todos en esta casa, con tu belleza, nos vas a alegrar todos los días —me dice con voz coqueta.

¡Ay no! Ya va a empezar este tipo. Ni siquiera sé cómo responder a los halagos.

—Estoy segura de que nadie se va a fijar en eso.

—Mia, estás en la casa de los solteros.

—¿Qué? —No puedo evitar mirarlo con mi peor cara de espanto.

Suelta una carcajada. Wow, se ve lindo.

—Hablo en serio, estoy seguro de que te han llovido los cumplidos, ¿O me equivoco? La mayoría de los empleados de esta casa son hombres, y también son jóvenes, así que te recomiendo que te fijes en alguien o te molestarán todo el tiempo.

La Décima Sexta ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora