Capitulo 63

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Signora! —me saluda el piloto.

—Buenos noches, ¿listo para volar?

—Claro que sí.

Los demás guardias ya se encuentran en la plataforma de despegue, uno de ellos me ayuda con mi maleta y con mi Lucas.

—No va a volar sola —señala la jaula.

—Por suerte no será así —respondo sonriente mientras subo al avión.

Creo que Abrah no se ha comunicado con alguno de ellos, ya que no hay rastro ni gestos que me hagan pensar lo contrario.

—¿Sabe si mi esposo se encuentra en Italia? —le pregunto al piloto, al pasar por la cabina.

—Si, el señor continúa en Varenna.

—¡Menos mal! —exclamo. —A viento y popa.

Él piloto sonríe y de manera muy amable me desea un feliz vuelo.

Como es muy tarde decido irme a la cama, aprovecharé al máximo la noche para dormir bien y llegar con mucha energía. Tengo tantas emociones atravesando mi mente qué no logro conciliar el sueño, todas aquellas cosas que Gabriella me dijo no salen de mi cabeza, espero no se collen en mis sueños.

—Señorita.

—¿Sí? —puedo ver con la imagen distorsionada de la pequeña azafata.

—Le he servido el desayuno, ya estamos cerca del destino.

—¡Enserio! ¿Dónde estamos?

—Ya entramos a territorio europeo.

—¿Cuánto falta para llegar?

—2 horas, tal vez menos.

—¡Uff! Que genial, ni siquiera sentí el vuelo.

—Eso fue porque aprovecho la noche.

—¡Por eso les pedí viajar a esa hora!

—Buena elección —me sonríe. —La espero en su asiento.

—Voy enseguida.

Gracias al excelente personal de servicio, mi desayuno resulta ser ¡Perfecto! Y con ayuda de los guardias puedo alimentar a Lucas. Cuando el avión se acerca más y más a mi destino las piernas comienzan a temblarme nuevamente. Sé que suena estúpido, pero no tengo idea de cómo Abrah me vaya a recibir, yo no quería irme, pero era necesario venir a México, tenía mucho sin ver a mi familia y que mejor momento para aprovechar la oportunidad. 

En cuanto el avión aterriza perfectamente y el personal del aeropuerto se acerca a recibirnos, tomo mis cosas y tranquilamente salgo del jet. Los guardias del lugar revisan mis documentos, colocan un sello por aquí y por allá y me dan la autorización para proseguir.

—Señora —me dice Alonzo. —¿El señor sabe de su regreso? No hay ninguna camioneta esperándonos.

—Emm, no lo sé... tal vez pensó que volveríamos después y vienen retrasados. ¿Y sí tomamos un taxi?

—¿No estará incomoda?

—¡Claro que no! Ayúdame a conseguirlo, por favor.

—Por supuesto, señora.

Al salir, una camioneta nos espera justo en la puerta, es lo más parecido a lo que solemos usar. Mis amigos de negro me ayudan de nuevo y emprendemos camino con la mejor vibra, las calles lucen tal cual como cuando me fui, solo que... he notado que no hay tantas personas afuera como antes. Siempre lograba ver niños jugando, el repartidor de periódicos, las señoras comunicativas y sobre todo las que barren las calles, también uno que otro señor regresando de trabajar.

La Décima Sexta ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora