Capítulo 18

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Trato de arreglar mi habitación un poco mientras pasa el tiempo y alisto mis cosas para más tarde. Es curioso, pero yo también me siento emocionada. No conozco a nadie de esa fiesta, pero el hecho de salir me recuerda la libertad que antes tenía. Cuando se hacen las 4 de la tarde, recuerdo que tengo que subir con Arleth para comenzar a arreglarnos como las bellas damas que somos. Nora se la pasó dormida hasta las 2 pm, para después subirse a la habitación de Arek. Desde hace horas no ha vuelto a bajar, ojalá pueda decirle dónde voy a estar para que no se vaya a preocupar y arme un escándalo. Ya que su radio está descargado y ella ni siquiera se ha dado cuenta.

Tal como cuando subí a la habitación de Arleth hace varias horas, hago exactamente lo mismo, no quiero que me vean. Llevo mi vestido y mi bolsa de maquillaje. Si alguien me ve, pensará que no sé qué cosas, necesito apurarme. En cuanto llegó al ascensor, presionó el botón para solicitarlo y que bajé, pero de pronto escuchó la voz de Abrah y de Agustín. Vienen del pasillo de la izquierda, me tengo que esconder. Justo al lado del ascensor hay un pequeño hueco donde está una planta interior muy grande, así que no lo pienso más y me escondo detrás de ella.

—¿Cómo te fue con los japoneses? —le pregunta Agustín a Abrah.

—Lo de siempre, esos malditos me quieren vender todo más caro, nunca quieren negociar.

—Tal vez si les dices que lo vas a pensar, cambien de idea.

—Estoy harto de negociar con ellos, le diré a William que mejor él se encargue de ellos.

¿Quién será William? —pienso.

—Todo lo que no puedes resolver se la pasas a él —le dice Agustín riendo.

Se colocan justo frente al ascensor y presionan el botón, aunque yo ya lo había hecho.

—Como es mitad alemán, le tienen más confianza —responde Abrah.

—Oye, acabo de ver el auto que te regaló tu madre, ¡qué suerte tienes! Está precioso, ¿cuándo me vas a dejar darle una vuelta?

No tenía idea que ya se lo habían entregado. ¿Sabrá que fui yo quien lo escogió? Mierda las hojas me pican, pero si me muevo me descubrirán y será mi fin.

—Yo fui quien lo terminó pagando.

—¿Qué? ¿Acaso no lo pagó tu madre de su propio dinero?

—Claro que no, ella no tiene tanto y mucho menos para gastar en un auto así. Lo pagó con la chequera que está en blanco, y el dinero de esa cuenta es mía, está a mi nombre. Ella solo me hizo el favor de ir a comprarlo, pero yo fui quien dio el dinero.

No puedo creerlo, ¿será verdad todo lo que está diciendo? Tiene que ser cierto, ellos no tienen ni idea de qué yo estoy aquí escondida.

Agustín se ríe a carcajadas y Abrah le sigue la corriente. No puedo creer la hermosa sonrisa que tiene. ¡Por dios que me está pasando! ¿En qué tonterías piensas Mia? Relájate.

—¿Y se lo dijiste?

—¿Por qué haría algo así? Mi mamá tiene la ilusión de que ella me lo compró, para mí está perfecto.

Suben al ascensor. Se cierran las puertas y, por lógica, comienza a subir. Es el momento para salir de mi escondite.

Vuelvo a presionar el botón para que baje en cuanto los dejé en el cuarto piso. Cuando llega, me subo y cierro de inmediato. Presiono el botón 2 y ¡Pum! Ya estoy en el segundo piso. Corro a la habitación de Arleth y, como si ella supiera que estaría en la puerta, me abre de inmediato.

—¿Con qué te gustaría comenzar? —me pregunta Arleth.

—Yo pienso que, con el maquillaje, ¿tú qué opinas?

La Décima Sexta ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora