Capítulo 2- Despertar

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De a poco, Xiang recuperó la conciencia. Con los ojos cerrados, solo pudo escuchar algunas voces y luego un silencio profundo. Apenas intentó abrir los ojos, una fuerte luz lo obligó a cerrarlos. Sintió  que alguien lo sacudía con suavidad mientras lo llamaba:

—Xiang… Xiang, ¿puedes oírme?

«¿Qué me pasa?», pensó, asustado. No podía moverse, y menos responder a esa persona que le hablaba. El miedo de creer que estaba muerto lo hizo abrir los ojos de golpe.

—¿Cómo te sientes, muchacho? —La amable voz del hombre que lo había llamado, lo tranquilizó un poco.

—No sé qué pasó… —murmuró, confundido.

—Tuviste un ataque de pánico y después te desmayaste, Xiang. ¿Recuerdas que estabas en una camioneta y te sentiste mal? —le preguntó el hombre, que después le dijo que era un doctor, y que las personas que estaban con él lo habían llevado al hospital luego de su desmayo.

—No sé lo que pasó… Estaba mirando unas fotos en mi celular y vi un lugar muy hermoso y solitario, y solo deseé estar allí... —Xiang se puso pálido y volvió a sentir que le faltaba el aire—. No me siento bien… —murmuró. El  médico le ordenó a una enfermera que le administrara un sedante. Cuando salió de la habitación, unos minutos después, lucía preocupado.

—¿Cómo está Xiang? ¿Ya nos lo podemos llevar? Estamos muy retrasados —preguntó su asistente mientras miraba hacia la habitación del chico.

El médico no le respondió, pero con un gesto severo, le preguntó:

—¿Usted es la persona a cargo del paciente?

—Algo así —dijo el asistente—. Su representante está en Shanghai, y yo soy el encargado de su agenda.

—Muy bien, entonces hablaré con usted. Venga conmigo a mi oficina —respondió el médico, con brusquedad. El asistente lo siguió, intrigado—. Se lo voy a decir con claridad, a ver si me entiende: la salud de Xiang en este momento es muy frágil. Está al borde de un colapso nervioso. No puede seguir trabajando; tiene que hacer reposo por un tiempo.

—¿Que Xiang no puede trabajar? —le respondió el asistente—. ¡Imposible! ¡Tenemos contratos firmados, presentaciones, grabaciones, una fila de gente que está esperando para ofrecerle filmar series o ser invitado a programas! ¡Ya descansará cuando deje de ser famoso! ¡Ahora no puede!

—¡¿No entiende la gravedad de lo que le estoy diciendo?! —exclamó el médico—. ¡Si Xiang no deja de trabajar ahora, tal vez no pueda volver a hacerlo por el resto de su vida!

—¡Demonios! Debo hablar con su representante... —se quejó el asistente, y salió con prisa de la oficina del médico. Cuando llegó a la sala de espera, Lee, que estaba muy preocupado, intentó averiguar qué estaba pasando, pero el asistente no le prestó atención: debía comunicarse de forma urgente con Shanghai.

El custodio escuchó la conversación del asistente: a pesar de no oír lo que le respondían del otro lado, se enteró de lo que le ocurría a Xiang y no le extrañó: lo estaban exprimiendo debido a su fama, y que volviera a enfermarse era cuestión de tiempo. Pero cuando el asistente cortó la llamada y le contó la decisión que había tomado la gente de la agencia, se sorprendió:

—El representante de Xiang me dijo que de ninguna manera puede dejar de trabajar. Sólo nos da una semana para que descanse, y después debe retomar sus actividades.

—¡Diablos! —exclamó Lee. Ya sabía cómo funcionaba la máquina de fabricar idols: después de que no quedara nada de él, elegirían a otro para hacer lo mismo. 

Pero con Xiang tenían un problema: él no era un idol cualquiera. Había llegado mucho más lejos que los de su generación, se había convertido en su principal generador de ganancias y en una gran estrella, adorada por millones. Tenían que cuidarlo un poco. 

—Puede ir a donde quiera por una semana, y tú tendrás que acompañarlo, Lee. Es mejor que vayan los dos solos a un lugar tranquilo, donde no los conozcan. No queremos publicidad sobre este incidente —indicó el asistente—. No podemos permitir que alguien se entere de que está enfermo, porque si no las marcas pueden retirar sus patrocinios.

Xiang estaba medio dormido cuando el custodio entró a su habitación, despacio y tratando de no hacer ruido. Le había tomado cariño a ese silencioso y trabajador muchacho, y quería ayudarlo. El chico se despertó y bostezó:

—¿Ya nos vamos? —le preguntó al custodio.

—Xiang… —le respondió Lee—, hay algo que tengo que decirte. El médico te notó algo agotado y recomendó que descanses unos días. En la agencia decidieron darte una semana para que vayas a donde quieras. Yo iré contigo para cuidarte. ¿Hay algún lugar a donde quieras ir?

Los ojos de Xiang se iluminaron al recordar aquel paisaje que le había provocado tanta nostalgia, y exclamó:

—¡Al sur de Francia!

Obsesión en francés Donde viven las historias. Descúbrelo ahora