Capítulo 23- Naturaleza

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Xiang iba en su moto por un camino solitario y tranquilo, con Sienna, que se sujetaba de su cintura. La chica le pedía que fuera a mayor velocidad, pero él iba despacio, con miedo de tener algún percance y que ella saliera lastimada. De a poco empezó a perder el miedo y a aumentar la velocidad, provocando los gritos de Sienna, que se abrazaba aún más fuerte a su cintura.

Recorrieron varios caminos rurales, que el chico ya conocía porque solía transitarlos cuando quería andar en moto sin que lo reconocieran. No se toparon con nadie, salvo algún ciclista que paseaba por la orilla del camino, y muy pocos autos.

Llegaron a un recodo, al borde de una ladera arbolada, en donde había un descanso para estacionar y mirar el paisaje: desde la altura se podía ver, a lo lejos, los edificios mas altos de la ciudad, asomar por encima de los árboles.

Sienna quería tomar fotos a todo, pero sobre todo de Xiang, que estaba precioso con sus lentes de sol y la campera de cuero. Le sacó unas cuantas, y después le pasó el aparato al chico para posar, sexy, sobre la moto. Xiang le tomó un montón de fotos desde diferentes ángulos.

—Después me las mandas, linda. Yo también las quiero tener.

—Primero voy a revisar y a eliminar las que están feas, y después te mando las otras.

—¡No, mándamelas todas...! —le rogó el chico—. No elimines ninguna, son todas muy bonitas...

—No lo creo. Vas a querer esas fotos para reírte de mí cuando yo no te vea...

—¡No... te juro que no...! —le aseguró Xiang. Pero se rió, y ella no le creyó.

—¿Viste? ¡Me estás mintiendo! Ahora no te mando ninguna.

Xiang trató de convencerla con un abrazo y un beso tierno, y ella por poco le entregó el teléfono. Él sabía cómo seducirla y convencerla sin muchos argumentos.

Se quedaron un rato en ese lugar, disfrutando del clima. Pero Xiang le dio una noticia que a la chica no le gustó mucho: debía irse de la ciudad al día siguiente, y quería llevársela con él.

—Pero, ¿ y si nos descubren?

—No te preocupes, linda, tengo el escondite ideal para tí. Estarás a la vista de todo el mundo.

—¿Eh? 

—Si. Serás mi asistente.

Sienna se atemorizó al principio, pero si no aceptaba iba a pasar muchos días lejos de él, y al final aceptó. 

Xiang ya tenía todo listo, seguro de que iba a convencerla: viajarían con  cuatro guardaespaldas, dos para cada uno. Los custodios de Sienna iban a fingir que protegían solo al chico.

Ella no llamó mucho la atención durante el viaje: iba vestida con un jean bastante grande y una enorme chaqueta, tapabocas y sombrero, y llevaba el bolso de Xiang como cualquier asistente. Habían practicado las cosas que ella debía hacer: cómo debía comportarse, y dónde tenía que estar durante la filmación de un programa de televisión al que el chico estaba invitado.

En el aeropuerto, decenas de admiradoras los apuntaron con sus celulares y grabaron el trayecto de Xiang desde el auto hasta la zona de embarque. Para evitar que la filmaran, Sienna se había quedado bastante atrás, acompañada por uno de los custodios. Nadie le prestó atención.

Viajaron sin hablarse más de lo necesario, para no llamar la atención, y cuando bajaron del avión, dos horas después, los esperaba otra horda de admiradoras.

Sienna quedó cansada solo por ese viaje, y no pudo imaginarse lo que sería para Xiang, que hacía varios viajes a la semana, lidiar con la gente que se agolpaba a esperarlo y con los eternos trámites de embarque y desembarque dentro de cada aeropuerto.

Obsesión en francés Donde viven las historias. Descúbrelo ahora