Capítulo 20- Confesiones

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El apartamento de Xiang era espacioso y moderno. La sala estaba dominada por un amplio ventanal, por el que entraba el sol del atardecer. La vista de la ciudad era estupenda.

Cuando Sienna entró con el custodio, los recibió una mujer de estatura baja y aspecto amable, que saludó a la chica con cortesía:

—Señorita Yang, mi nombre es Li. Voy a acompañarla aquí hasta mañana, cuando venga Lao Chen.

—Un gusto, Li… —musitó la chica, un poco impresionada por la sala, qie parecía de revista.

Li había empezado a trabajar con Xiang hacía ya unos años, como empleada doméstica contratada por la agencia. Con el tiempo, ella y el chico habían creado un lazo de amistad y confianza, y él hizo lo mismo que con Lee: la contrató por su cuenta. Deseaba rodearse de personas de confianza, y de a poco se había hecho un círculo de asistentes que lo cuidaban y protegían su vida privada con celo. Un día los reunió para informarles de la llegada de Sienna, y les había pedido que la cuidaran como si se tratara de él mismo.

Li llevó a Sienna a un dormitorio, y le mostró un vestidor vacío donde podía acomodar sus cosas. 

—Si quiere darse un baño, le prepararé la bañera enseguida, señorita Sienna.

—Oh... sólo me voy a dar una ducha. No hace falta —respondió la chica, aún cohibida ante los lujos que veía cada vez que entraba a una nueva habitación de ese apartamento. La mujer la dejó sola para ir a preparar la cena, y ella arregló su ropa y se bañó. Estaba un poco cansada, así que bajó a cenar aunque tenía más ganas de acostarse. 

La comida estaba deliciosa. Li era una gran cocinera, y solía prepararle platos a Xiang que después almacenaba, para que nunca le faltara comida casera cuando estaba en Shanghai. Sienna cenó casi en silencio. Recordó con verguenza que había hecho dormir a Xiang en su deshecho sofá, y sacudió la cabeza para apartar ese pensamiento.

—Señora Li...

—Solo Li, por favor —le respondió la señora, y luego le sonrío.

—Muy bien, Li. Quería preguntarte si Xiang es muy famoso…

—Si, señorita. Es una estrella en ascenso. Por eso nos pidió especialmente que la cuidemos. Tiene mucha gente que lo quiere, pero también muchos que lo envidian y buscan hacerle daño.

—¿Piensas que vine en un mal momento? —le preguntó la chica—. Tal vez mi presencia aquí pueda perjudicarlo.

—¡No, señorita! ¡No piense eso! Creo que me expresé mal. Lao Chen ha pasado por un millón de tormentas, y siempre ha salido fortalecido. Pero usted...

—¿Yo qué?

—Si se enteran de su existencia, pueden intentar lastimarla solo para hacerle daño a él. ¿Comprende?

—Si, eso lo entiendo bien. Ya lo hablé con Xiang pero no quiso entender razones.

—Típico de él —La mujer sonrió—. Cuando quiere algo, Lao Chen no se detiene por nada. Pero esa característica, que en otros puede resultar riesgosa para su carrera, lo ha mostrado como una persona auténtica y luchadora, y lo ha vuelto aún más popular.

—Si, pero a los famosos no se les perdona que tengan pareja.

—No crea, señorita. A cierta edad es normal que tengan una novia y que planeen su futuro. Yo creo que todo va a salir bien.

—Yo no sé...

—No se preocupe, señorita. Déjelo todo en manos de Lao Chen. Él sabe lo que hace.

—Es que yo todavía no decidí nada… —le respondió la chica, mientras revolvía su comida, distraída.

—Tiene que tener confianza en los investigadores, señorita —le dijo la mujer, de pronto—. La verdad se descubrirá muy pronto...

Aunque la mujer aún la miraba con una sonrisa esperanzada, Sienna se puso roja de verguenza, al darse cuenta de que Xiang le había revelado su pasado.

—¿Usted también sabe quién soy…?

La mujer no le respondió enseguida. Después de unos segundos de meditar su respuesta, le dijo:

—Es que... Lao Chen nos contó algo, para que estuviéramos alertas por si alguien la reconocía.

—Dios… —Sienna no sabía si enojarse, llorar, o irse al cuarto y encerrarse: todo el pasado que había intentado enterrar por cuatro años, se le vino encima de golpe. Sintió que había cometido un error al volver, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¡No, no señorita, no llore, por favor! —exclamó Li, mientras se levantaba con prisa de su lugar para ir a su lado.

—¿Y qué quiere que haga? —exclamó la chica, que ya no podía contener el llanto—. Imagino lo que piensan de mí, que me acerqué a Xiang para limpiar mi nombre, o peor, ¡que lo voy a arrastrar conmigo!

La mujer tomó las manos de Sienna:

—Si viniste a China sabiendo que hay una investigación, es porque eres inocente. Si fueras culpable no habrías venido. Aquí nadie te juzga —le aseguró Li—. Sabemos lo cruel que es el mundo de los famosos porque hemos tenido que apoyar a Lao Chen cuando tuvo problemas. Y cree que los ha tenido, y grandes. También te apoyaremos a tí.

Sienna observó a Li: su mirada era sincera y su apretón de manos fuerte y cálido. Se sintió un poco mejor, y al fin pudo esbozar una ligera sonrisa. La mujer sonrió con ella:

—Así me gusta, señorita. Sea valiente. Todo se va a aclarar.

—Sienna... llámame Sienna, y no me trates de usted… Recién no lo hiciste.

—Muy bien, Sienna —le respondió la mujer.

—Si no te molesta, Li, me voy a dormir. No puedo más.

—Si, claro. Pero antes de que me olvide, permíteme darte algo que Lao Chen dejó para ti antes de irse —La mujer le entregó una bolsa, y Sienna se fue al dormitorio y se acostó, antes de revisar el contenido: era un teléfono celular bastante más moderno que el de ella. En la bolsa también había una carta:

«Conociéndote, estoy seguro de que no compraste un chip de este país y aún conservas el de Estados Unidos. ¿Me equivoco? Permíteme aprovechar y darte un regalo de bienvenida. Cuando lo configures, agenda mi número y mándame un mensaje. Un beso, Xg».

Un rato después, Xiang recibió un mensaje a su celular. Era una foto de Sienna, en la cama y haciendo un gesto de tirar un beso. El chico se apoyó el aparato en el pecho con rapidez, para esconder la pantalla, pero por suerte no había nadie cerca.

—¡Qué chica tan loca! —Sonriente, guardó la foto en su galería.

Obsesión en francés Donde viven las historias. Descúbrelo ahora