Capítulo 16- Regreso

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—¡Xiang...! —Lee no podía creer en todas las cosas que el chico le estaba contando. A pesar de que se guardó para sí los momentos más privados, le habló hasta del terrible episodio con James. El custodio lo miró, asustado—. ¡Por Dios! ¿En qué cueva de depravados te metiste?

—Yo no tenía idea, Lee. Si hubiera sabido, ni siquiera me hubiera ido con Marielle a Estados Unidos. Pero bueno, algo bueno resultó de esa historia, porque conocí a Sienna.

—Sienna... ¿Por qué me parece haber escuchado antes ese nombre?

—¿Cómo que te parece haberlo escuchado antes? —le preguntó el chico, extrañado—. ¿De qué hablas, Lee?

—Me dijiste que ella vivió aquí, en China. ¿Podría haber sido una famosa o algo así?

—No, para nada. Sólo sé que estuvo un año en Beijing, y no se adaptó. Ella es un poco... liberal, digamos.

Xiang se rió solo, pero después se puso serio y triste, y el custodio lo miró con un poco de pena.

—Te enamoraste de esa chica, ¿verdad?

—Si, Lee. Me enamoré como un estúpido, porque sabía que ella no iba a seguirme hasta aquí.

—¿Y ella?

—No lo sé. Por la forma en que se fue, creo que tenía algún sentimiento por mí. Pero pienso que si me amara, hubiera aceptado mi ofrecimiento de venir conmigo.

—Bueno, pero eso no tiene nada que ver, Xiang. Tal vez pueda tener sentimientos por tí pero haber tenido una mala experiencia en China, y eso la condicione. No pierdas las esperanzas, y trata de mantener el contacto con ella.

—Si, voy a seguir en contacto, pero no quiero presionarla. Lo que tenga que ser, será.

—Bueno chico, descansa bien. Mañana tenemos un día bastante agitado.

Xiang suspiró: sabía que tenía que enfrentarse con los dueños de la agencia, pero ya sabía cómo lidiar con esa gente. Ellos no tenían más remedio que aceptar en parte las condiciones del chico, porque era una estrella y uno de sus principales generadores de ganancias, y eso él lo podía capitalizar a su favor.

Cuando llegó al otro día a la empresa, todos lo miraron, sorprendidos: estaba más hermoso que nunca, con su piel ligeramente dorada por el sol de Estados Unidos, muy descansado y con aspecto saludable. Saludó a todos con amabilidad, y se fue derecho a la oficina de su representante.

—¡El hijo pródigo ha vuelto! —exclamó el mayor, cuando lo vio.

—Guárdate ese sarcasmo —le respondió el chico—. Sabes que estaba en todo mi derecho a tomarme tres meses de vacaciones; hacía mucho que me tenías trabajando como un esclavo.

El representante no estaba acostumbrado a que el chico le respondiera de esa manera: siempre se había quedado callado y lo había dejado hablar a él. Algo había pasado: Xiang ya no era el mismo.

—¿Y ahora qué te pasa? ¿Por qué me hablas así? —exclamó, furioso—. ¡Recuerda que eres famoso gracias a nosotros, que te entrenamos y te dimos el mejor contrato de tu vida! Si no fuera por esta agencia, ¡tú no serías nadie!

El chico le respondió, sin bajar el tono:

—¡Ya pagué con creces lo que hicieron por mí, y lo sabes! ¡Hace años que les estoy generando más dinero que nadie, así que no me hagas ningún reclamo!

El hombre lo miró y resopló, disgustado, pero no le dijo más nada. Le extendió tres carpetas: eran los guiones de tres dramas que se iban a filmar y en donde su producción quería contratarlo.

—Aquí tienes, tres de los dramas en donde los directores han pedido por tí. 

—¿Solo son tres?

—No. Hay algunos más, pero éstos nos parecieron los mejores.

—Quiero verlos todos —reclamó Xang.

—Pero, ¿qué te pasa? —El representante estaba a punto de perder la paciencia—. ¿El viaje te hizo despertar la rebeldía? Siempre aceptaste lo que yo te digo. Sabes que busco lo mejor para ti. ¿Por qué ahora estás rechazando todo lo que te digo?

—Sólo quiero ver los guiones que me trajeron, y tratar de definir qué quiero hacer según mi propio criterio —argumentó Xiang, tan impaciente como el mayor—. ¿Es tan difícil de entender?

Protestando, el hombre abrió un  cajón de su escritorio y sacó cuatro folios más:

—Estas son las otras novelas. Todas son para filmar este año, pero estas cuatro me parece que no son para ti.

—Eso lo decidiré yo —le respondió Xiang, con voz firme. Luego se dio la vuelta y se fue de la oficina, con los siete folios bajo el brazo. Desde ese día, las cosas iban a ser así: quería tomar las riendas de su carrera.

Todo el día fue una locura de entrevistas, sesiones fotográficas y la filmación de un comercial que había quedado atrasado por sus vacaciones. En la entrevista, cuando le preguntaron por su ausencia, solo comentó que había querido descansar y había aprovechado su tiempo de licencia acumulada para viajar por el mundo. 

Llegó a su apartamento muy tarde, esa noche. Se dio una larga ducha, y pidió algo para comer por delivery. 

Mientras cenaba se puso a revisar los guiones: había de todo, algunos romances triviales y dramas de época, que casualmente eran los que le había seleccionado su representante. Pero entre los que había rechazado había un par muy interesante: uno era un drama policial y el otro una película bélica. Los dos papeles parecían ser muy desafiantes. Se quedó con esos dos y con el drama de época, que le había gustado mucho, sobre todo por los actores con los que iba a trabajar.

Tenía sueño, pero antes de dormir le mandó un mensaje a Sienna:

«Hola, linda. Aquí ya es de noche, y ya me voy a dormir. Me imagino que estarás en tu casa con Patrick. Espero que estés bien, y quiero que sepas que siempre te recuerdo. Te mando un beso. Xiang».

                           ***

Sienna recibía, todas las mañanas, los mensajes que Xiang le escribía antes de dormirse. A veces era un simple saludo, otras le contaba algún suceso del día. Un par de veces le mandó mensajes de voz, que le costaba oír porque la hacía llorar. 

A pesar de que intentaba negarlo, también se había enamorado de él. 

Lo extrañaba demasiado, e intentaba responder sus mensajes sin que se notara su nostalgia. 

Le contaba sobre Patrick o sobre su nuevo trabajo: la habían contratado en una academia, para enseñar chino mandarín. Tenía bastantes alumnos, y a pesar de todo, estaba conforme.

Mantuvieron el contacto durante un tiempo, y de vez en cuando hablaban por teléfono. Cada tanto, llegaba a casa de Sienna un ramo de flores, o algún obsequio de Xiang. Una vez le llegó un paquete con un gato de peluche tan parecido a Patrick, que la chica se rió hasta que le brotaron las lágrimas.

Obsesión en francés Donde viven las historias. Descúbrelo ahora