Capítulo 12- Planes

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Eran más de las cuatro de la tarde, Xiang y Sienna tenían la dirección de la academia, y pensaban visitarla al otro día por la mañana. De pronto, el chico sintió hambre: recordó que no había bajado a almorzar.

—Sienna… ¿Ya comiste?

—No… —respondió la chica, que no había probado nada más que un panecillo con su café de la mañana.

—Yo tampoco. ¿Qué te gustaría comer?

—No lo sé… ¿ Qué tal comida italiana? Conozco un lugar no muy lejos de aquí, donde sirven unas muy buenas pastas —le aseguró Sienna. 

El lugar a donde lo llevó la chica no tenía el mejor aspecto: a esa hora casi no había gente, y un mozo, acodado contra la barra, esperaba a los clientes con cara de cansancio. Unas pocas mesas redondas y cubiertas con manteles cuadriculados en rojo y blanco, le daban a ese restaurante italiano un aspecto de cantina. Xiang la miró con cara de disgusto, pero Sienna le dijo que le tuviera confianza. 

A pesar de su aspecto, el lugar lucía limpio, y Xiang decidió confiar: Sienna pidió vino de la casa y le recomendó la lasagna, que para ella era el mejor plato del restaurante.

Xiang no sabía si era porque tenía hambre o por qué, pero ese plato le pareció uno de los más sabrosos que había probado en su vida. Hasta cometió el pecado de comer pan, que en su dieta, que lo obligaba a permanecer siempre delgado, estaba prohibido. 

—¿Viste que tenía razón? Este lugar es fantástico —dijo Sienna, orgullosa de su elección—. Otro día te traeré a comer gnocchi alla romana. Te encantarán.

—Pero cuando vuelva a China voy a pesar diez kilos más… —protestó el chico, que no quería pensar en la dieta extrema que iba a tener que seguir en China.

—¿Cuándo piensas volver? —le preguntó Sienna.

—Tenía tres meses de vacaciones acumuladas, pero ya prácticamente pasó uno —pensar en que tenía aún dos meses por delante alegró a Xiang, que le estaba tomando el gusto a la aventura. Pero la chica le dio una nueva idea:

—¿Y piensas pasar los dos meses  que te quedan aquí, en Nueva York?

—No lo sé… —dudó Xiang. Nunca se le había ocurrido pensar en que podía irse a otro lugar.

—Ya que estás aquí, deberías aprovechar a conocer lo que puedas del país. Estados Unidos es enorme, y hay muchas cosas interesantes para ver sin que tengas necesidad de alejarte tanto. Ahora que sabes un poco más el idioma, no se te va a dificultar alquilar un auto y salir a la carretera a recorrerlo, o tomar un avión y conocer alguna ciudad grande… Puedes ir a Miami,  o a Los Ángeles o…

Xiang la escuchó, pero le había quedado rondando su primera idea: alquilar un auto y salir de Nueva York por carretera, explorando lugares. Le parecía la propuesta más interesante, pero no se atrevía hacerlo solo:

—me gusta más la idea de alquilar un auto, Sienna. ¿Te gustaría venir conmigo…?

La chica pensó que esa podía ser una aventura divertida:

—¿Por qué no? —le respondió, pero después le guiñó un ojo—. Pero ser guía turístico es más trabajo: deberás pagarme más.

Xiang se rió. Ya se estaba acostumbrado al particular humor de la chica.

—Pagaré todos tus gastos, pero el sueldo será el mismo. ¿Te sirve?

—Seguro, jefe —le aseguró la chica—. Todo arreglado.

Obsesión en francés Donde viven las historias. Descúbrelo ahora