Capítulo 19- Shanghai

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Cuando el vuelo de Los Ángeles arribó a Shanghai, Sienna estaba hecha un mar de nervios. Sabía que alguien la iba a esperar al aeropuerto, y que solo iba a ver un cartel con su apellido, "Señorita Yang", que habían acordado  usar para no levantar sospechas.

Se había puesto unos lentes de sol y un tapabocas, y hasta  llevaba el cabello teñido de otro color para pasar desapercibida. Habían pasado cuatro años, tiempo que para un famoso significaba el olvido absoluto, pero para un escándalo como el que ella había protagonizado, no significaba nada. Tenía mucho miedo, pero su deseo de ver a Xiang era mayor.

Cuando salió por la puerta de desembarque, la sorprendió el mar de gente que iba y venía por el lugar. 

Un hombre con un traje oscuro sacudía un letrero con su apellido escrito mientras miraba, algo ansioso, a la gente que llegaba.. Ella se acercó para saludarlo con una ligera reverencia:

—Hola...

—¿Señorita Sienna? ¡Por fin! Su vuelo se retrasó un poco  —le dijo el hombre, que parecía aliviado de verla—. Mi nombre es Yu. Lao Chen estaba muy nervioso y me llamó varias veces.

El vuelo de Sienna se había retrasado media hora por mal tiempo, y Xiang había enloquecido al custodio con llamadas y preguntas. 

—¿Lao Chen? —preguntó Sienna, que nunca había escuchado ese título antes, y le había parecido muy divertido.

El teléfono de Yu sonó antes de que pudiera responderle a la chica.

—Si, Lao Chen. No se preocupe, ya está aquí conmigo. Solo me falta recoger el equipaje —El hombre hizo una seña afirmativa con la cabeza y luego le extendió el teléfono a la chica—. Lao Chen quiere hablar con usted...

—¡Sienna! —El alegre grito de Xiang, cuando la escuchó saludarlo, la llenó de emoción.

—Xiang... —le respondió, con la voz quebrada. El custodio la miró con simpatía.

—¿Estás bien, amor? —El chico le hizo una pregunta detrás de la otra, sin dejarla responder—. ¿Cómo estuvo el viaje? ¿Estás muy cansada? 

—No, bebé... —Chen la miró, y la chica se avergonzó por su expresión de cariño. Por desgracia, en ese país tenía que ser más discreta—. No te preocupes. —Debía acostumbrarse a que ya no estaba en Estados Unidos. En China no se podía ser demasiado expresivo con la pareja. Por lo menos, no en público—. ¿Dónde estás, Lao Chen? —El apelativo le había encantado, y pensaba usarlo bastante.

—Estoy en Changzha, linda. Mañana a la noche llego a Shanghai. ¿Me vas a seguir llamando así? —preguntó—. Solo mi personal me llama Lao Chen, y no todos. Los más cercanos solo me dicen Xiang...

—¿No te gusta? —le dijo ella, con picardía.

—Tú sabes que me gusta todo de ti, pero ese nombre me suena extraño... —Xiang se imaginó con ella en la cama, llamándolo Lao Chen, y se rió.

—Mmm... —Sienna se imaginó un montón de cosas al oír esa risa.

—¿Qué? —le preguntó Xiang,  con fingida inocencia.

—Pensaba en qué sería lo que te hizo tanta gracia...

—Tonta. Ya te enterarás.

—Eso espero —Con una risita, la chica le pasó el teléfono al custodio, porque ya venía su equipaje por la cinta.

—Soy Yu de nuevo, Lao Chen —le informó el custodio a Xiang.

—Muy bien, lleva a Sienna directo a mi apartamento. Y procura que nadie la vea.

—No se preocupe, Lao Chen.

Por el camino, la chica se asombró de lo diferente que era Shanghai a la Beijing que ella recordaba de la época en la que había vivido allí: la ciudad era muy moderna y llena de gente, y muy limpia, aunque el cielo estaba algo contaminado, y no se veía mucho el color azul. 

Pronto salieron de la zona más céntrica de la ciudad, y se dirigieron a una lujosa zona residencial. El apartamento de Xiang se encontraba en un barrio cerrado, muy seguro y exclusivo, al que solo se podía ingresar con una tarjeta especial. Yu le extendió la suya al guardia de seguridad de la puerta, y él dejó pasar el auto sin problemas. A Sienna, a pesar de que no la conocían, no le hicieron ninguna pregunta. 

—Señorita Sienna... si en el futuro usted desea ingresar aquí, no va a poder hacerlo si no tiene una tarjeta de éstas. Como la idea es que usted salga siempre custodiada por nosotros, no sería necesario que tuviera una, pero si usted quiere, para su seguridad, podemos encargar que se la hagan.

—No sé, Yu, no lo había pensado. Tal vez más adelante... —Sienna planeaba quedarse por un mes o dos, pero no había tomado decisiones a largo plazo y no quería pensar demasiado en ello. Solo quería ver a Xiang y estar con él. Ella no solía hacer planes a hacer planes a futuro, porque estaba segura de que eran una pérdida de tiempo y algo que al final nunca se llegaba a cumplir.

El auto bajó por una rampa, a un subsuelo donde estaban los estacionamientos. Subieron al piso de Xiang. Sienna, una chica sencilla y poco habituada a los lujos, se sintió un poco cohibida al darse cuenta de que el estilo de vida de Xiang era totalmente contrario al de ella.

                           ***

—¿Hola?

—Mamá, soy Xiang...

—¡Hijo...! —Los Chen no tenían noticias de su hijo desde hacía meses. El chico les había avisado que se iba, para que no se pusieran nerviosos, y ellos, acostumbrados  a su modo de ser reservado, se habían quedado tranquilos, esperando noticias.

—Lo siento, sé que debí llamarlos antes, pero desde que llegué no he parado de trabajar.

—Me lo imagino, hijo. Pero debes moderarte un poco si no quieres volver a enfermar —Como sabía que todo acerca de su vida se filtraba al público, Xiang le había contado a sus padres acerca de su ataque de pánico. 

—No te preocupes, mamá. Me siento mucho mejor —dijo el Xiang, y luego le preguntó—: ¿Tienen planes para ir a Shanghai en los próximos meses?

La señora le dijo que que no iban a ir por un tiempo, pero comenzó a hacerle preguntas. Xiang término hablándole sobre Sienna.

—¿Norteamericana? —inquirió la mujer, un poco sorprendida.

—Sus padres son chinos, mamá. Pero no sé si me aceptará. Ella no quiere vivir aquí.

—Si te quiere, vivirá donde tú vivas, hijo —le respondió su madre.

—Creo que sí me quiere, pero este país fue muy cruel con ella...

Obsesión en francés Donde viven las historias. Descúbrelo ahora