Marielle estaba invitada a una fiesta en la que se iban a presentar diferentes personajes de la moda. Xiang no había llevado ropa elegante para su excursión a Francia, y se sorprendió al ver un traje de su talla, colgado en el vestidor: un pantalón, camisa y moño negros, y un saco negro con unos labrados en unos apagados tonos cobrizos. Marielle se había encargado de todo.
Ella se vistió de negro, a tono con él: llevaba un vestido largo con un inmenso escote a la espalda. Xiang la observó e hizo un gesto de aprobación, y pensó en que a la vuelta él mismo se encargaría de quitárselo. Su sonrisa pícara no pasó desapercibida para Marielle, que se acercó a él para besarlo con lentitud, en un adelanto de lo que harían a su regreso.
La fiesta era lujosa y decadente. Se celebraba en la mansión de uno de los hombres de la moda más famosos de Nueva York.
Xiang se asombró al ver la extravagancia de los diseñadores, que iban con sus parejas del brazo, muchos de su mismo sexo, riendo a carcajadas y exhibiéndose sin pudor.
El chico sintió verguenza al notar que, a pesar de llevar del brazo a Marielle, muchos de esos hombres lo miraban, algunos con curiosidad, y otros con codicia. Comenzó a sentirse incómodo.
-—Eres la novedad aquí —le dijo Marielle al oído, mientras le daba a los mirones una sonrisa complacida—. Todos te admiran… y seguramente me envidian.
Xiang sintió que varios de esos hombres, algunos con edad para ser sus abuelos, lo desnudaban con la mirada, y por primera vez sintió que había cometido un error. Tal vez se había apresurado al marcharse a un país desconocido con esa mujer que lo había enloquecido, pero que al fin y al cabo, no conocía. Sintió un poco de ansiedad, y se fue al baño para mojarse la cara y relajarse un poco. Pero sin que se diera cuenta, alguien lo siguió.
Cuando entró al baño, no había nadie. Se lavó las manos y empezó a humedecer su rostro, cuando un hombre mayor y de aspecto fornido, vestido con un elegante traje, entró y trabó la puerta del baño.
Xiang se quedó mirando al hombre, sin entender qué hacía, hasta que de pronto el desconocido se le fue encima.
—¡¿Pero qué está hacien...?! —No pudo terminar de hablar, porque ya tenía la boca del hombre sobre la suya, que lo besaba por la fuerza.
Xiang trató de luchar y resistirse, pero el hombre lo abrazó con fuerza y apretó sus brazos mientras lo sujetaba contra el lavabo, sin dejar de besarlo. El chico no podía pedir auxilio y tampoco zafarse del agarre de ese hombre, que era mucho más grande y fuerte que él.
De pronto, unos fuertes golpes sacudieron la puerta del baño:
—¡Abre, James! ¡Sé que estás ahí! ¡Te vi entrar!
El hombre se asustó, soltó a Xiang, que cayó al piso, y abrió la puerta. Sin decirle nada al que había golpeado, se fue con prisa de allí.
Otro joven entró y observó al tembloroso y pálido Xiang que aún se encontraba en el suelo, y comenzó a preguntarle cosas en inglés. Xiang no entendía nada, y su cabeza tampoco podía procesar lo que le estaba pasando. Sólo atinó a decir:
—Marielle...
El otro chico salió, y unos minutos después volvió con la mujer, que corrió al ver a Xiang sentado en el suelo del baño, con la espalda apoyada en la pared, y sin poder controlar el llanto.
—¡¿Qué te pasó?! —le preguntó, asustada.
El otro chico respondió por él:
—James...
James era un famoso hombre de la moda, poderoso e intocable. Marielle conocía sus inclinaciones violentas y su afición por los chicos jóvenes, pero se olvidó de advertirle a Xiang que podía haber gente peligrosa en la fiesta.
Entre ella y el otro chico lo sacaron por la parte de atrás de la casa, y Marielle se lo llevó para su apartamento.
—Xiang, háblame… —le repitió la mujer varias veces, mientras iban en el auto. El chico solo miraba para afuera, con los ojos llenos de lágrimas. El chofer lo observó, intrigado, por el espejo retrovisor, pero no hizo preguntas.
Cuando llegó al apartamento, Xiang se quitó la ropa y se metió en la ducha, llorando de rabia e impotencia, por no haber podido defenderse. Quería sacarse de encima cualquier rastro de ese hombre. Sintió que si el otro chico no hubiera llegado, ese tipo podría haberle hecho lo que hubiera querido, y nadie iba a enterarse.
Cuando al fin salió del baño, Marielle quiso abrazarlo pero Xiang la rechazó, furioso:
—¡No me toques!
—Pero, Xiang… —musitó la mujer.
—¡¿Todos esos depravados son tus amigos?! —gritó el chico—. ¡Desde que entré a esa fiesta me miraron como si fuera un pedazo de carne! ¡Y después ese tipo en el baño...!
—Lo siento, querido —se disculpó Marielle—. Te juro que la próxima vez te cuidaré mejor...
—¡¿Próxima vez?! —Xiang estaba cada vez más furioso—. ¡No habrá ninguna próxima vez! ¡Yo me largo...!
—¡No, Xiang, no! —exclamó la mujer, alarmada—. ¡Espera! ¿Qué estás haciendo? —El chico había tomado su maleta y estaba tirando toda su ropa adentro—. ¡No puedes irte solo, Xiang! Yo te traje aquí y no puedo abandonarte. ¡Espera, por favor! —exclamó la mujer, preocupada ante la impulsiva conducta del chico.
—Soy un adulto, Marielle —le respondió Xiang, con toda intención de lastimar su orgullo—. No soy tu hijo ni tu juguetito para que tengas que cuidarme. ¡Déjame en paz!
Las palabras del chico le dolieron a la mujer, que lo dejó solo, para ir a llamar a su chofer.
—Está bien, como quieras —le dijo con voz apagada.
Xiang ni siquiera la miró cuando salió del apartamento detrás del chofer, que llevaba sus maletas. Marielle, furiosa, se desquitó con un florero, al que lanzó contra el suelo.
Xiang iba callado y cabizbajo, sentado en el asiento de atrás del coche.
—¿Tan malo fue? —le preguntó el chofer. El chico respondió con una seña afirmativa—. Diablos… ¿Qué te pasó, chico?
El chico le contó lo de la fiesta, pero cuando llegó al episodio del baño no pudo seguir y su voz se quebró.
—El mundo en que se mueve Marielle es una porquería, Xiang. La corrupción es muy grande, y el dinero lo compra todo: sexo, drogas, amigos. Ella no tiene más remedio que codearse con ellos por su trabajo, pero no es una mala persona. Trabaja demasiado y se esfuerza mucho.
—¡Pero me metió en la boca del lobo sólo para exhibirme! —protestó el chico, indignado—, y después ese tal James me encerró en el baño y...
—¡¿Qué?! —El hombre conocía la reputación de James—. ¿Qué te hizo ese infeliz?¿Acaso abusó de ti?
—No, pero casi… Me salvó otro chico.
—¡Demonios! —exclamó el chofer.
Xiang estaba demasiado cansado y ya no quería pensar más:
—Llévame a un hotel. Necesito dormir.
El chofer lo llevó a un hotel internacional, lo ayudó con la inscripción y se aseguró de que quedara bien instalado.
—Solo quiero pedirle un favor —le dijo Xiang, cuando el hombre se estaba por ir—. No le diga a Marielle que me hospedé aquí.
—Está bien, chico —le respondió el mayor—. Quédate tranquilo. Y te daré un consejo: trata de volver a China lo antes posible. Este lugar no es bueno para tí.
—Si, lo haré…
Xiang se quedó solo, en un país extraño y sin conocer el idioma. Sintió pánico, y corrió a meterse en la cama, donde se tapó hasta la cabeza, seguro de que no iba a poder dormir.
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Obsesión en francés
RomanceSi eres un chico joven, tener una aventura con una mujer mayor puede resultar una experiencia interesante. Salvo que la mujer se obsesione contigo. Historia de mi autoría. Prohibido traducir, adaptar o resubir.