Capítulo 22-Juntos

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La cena no era importante: Sienna y Xiang tenían otras prioridades. Se habían imaginado ese reencuentro muchas veces. Él observó la piel de la chica, sus bellas y delicadas curvas, y esos ojos dulces que lo miraban con deseo, mientras sus ropas caían una a una al suelo.

—Qué difícil fue estar lejos de tí…

Abrazados y con besos mezclados con palabras, habían llegado al dormitorio y cayeron sobre la cama sin fijarse en nada más que en sentirse, piel contra piel.

Tenerla así, entre sus brazos, temblorosa y llena de deseo, arrastró a Xiang y lo hizo olvidarse de todo. En su mundo existían ellos dos y esas olas de placer que los inundaban. Y su amor. Nada más.

                            ***

Xiang despertó cuando un rayo de sol golpeó su cara. Apenas podía abrir los ojos, pero sintió el peso de Sienna sobre él: se habían quedado dormidos después de hacer el amor. La abrazó con cariño y la llevó de costado, para recostarla en la cama. Ella se quejó un poco.

La observó dormir, con su cabello revuelto y su respiración suave. Vio que aún llevaba puesta la pulsera del buey que él le había regalado, y sonrió mientras miraba la suya, que tenía al dragón. Nunca se la había quitado: aunque a veces tenía que llevarla escondida para evitar chismes, siempre estaba con él.

—Sigue durmiendo, linda. Ya vengo… —le dijo al oído. Después le dio un beso en el cabello antes de levantarse.

Estaba muerto de hambre, pero primero se dió una ducha caliente, para aflojar sus músculos cansados. 

Se vistió tratando de no hacer ruido, para no molestarla. Pero Sienna dormía tan profundo que ni se despertó cuando a él se le cayó una de sus zapatillas al suelo.

En la cocina, por un momento estuvo tentado de calentar la cena que Li les había dejado preparada, pero eran las diez de la mañana. Prefirió desayunar allí y después prepararle el desayuno a Sienna, para llevárselo a la cama.

—Linda… —la llamó, con la bandeja en la mano.

—Mmmmm… —respondió la chica, y después siguió durmiendo.

—Vamos, linda, despierta… —insistió Xiang—. Te traje el desayuno.

La chica abrió un solo ojo y lo miró mientras se quejaba, porque quería seguir durmiendo. Cuando vio la comida se despertó un poco: también estaba hambrienta.

—¿Es para mí? —preguntó.

—No, para mí —le respondió Xiang, serio—. Tú vete a hacer el tuyo… —No pudo terminar la frase sin reírse.

—¡Qué tonto! —se quejó la chica, mientras le quitaba la bandeja.

—¡Eh! ¡Espera! Hay dos cafés, uno es para mí...

—No... ¡No te lo doy!

Casi tiraron la bandeja sobre la cama por pelearse, a las risas. Al final Xiang se apropió de su taza, y la chica desayunó mientras él bebía su café y la observaba.

—¿Está bueno? Sé que estás acostumbrada al desayuno americano, pero si te hacía huevos revueltos seguro incendiaba la cocina...

—¿Tan mal cocinero eres?

—No lo sé. Creo que si practicara podría cocinar bien, pero no tengo tiempo —Xiang hizo un pequeño puchero, y Sienna le respondió con otro igual:

—¡Pobrecito…! —le dijo en tono de burla.

—¿Te estás riendo de mí? ¡Ahora vas a ver!

Xiang puso la bandeja en el suelo y se abalanzó sobre la chica para hacerle cosquillas. De pronto se percató de que ella había estado todo el tiempo desnuda y cubierta solo con la sábana, y se detuvo, pensando que iba a avergonzarla.

—Voy a llevar la bandeja a la cocina —dijo, intentando disimular—. Dúchate y después, si quieres, podemos salir.

—No —respondió Sienna. Xiang la miró, extrañado:

—¿No quieres ducharte?

—Si, si quiero... pero contigo.

—Pero yo ya me… —La chica no lo dejó terminar: salió de la cama, lo tomó de su playera y lo arrastró al baño. Mientras observaba el cuerpo desnudo de Sienna, Xiang se olvidó de todo: tironeando de su ropa para quitársela, llegó también casi desnudo a la ducha. 

A Sienna le gustó que Xiang le lavara el cabello: sentir sus dedos masajeando su cabeza, y cada tanto recibir un tierno beso mientras tenía los ojos cerrados, la puso feliz. 

Se bañaron uno al otro con cierta dificultad, porque las sensaciones los distraía de su trabajo. Hicieron un desastre en la cama, cuando salieron empapados de la ducha, abrazados y besándose, sin preocuparse nada más que por volver a hacer el amor. 

                         ***

—Ven, pruébate esto —Xiang le extendió a Sienna un casco de moto.

—¿Y para qué quieres que me pruebe esta cosa?

—¡Vamos linda! Hazme caso… —protestó el chico.

—Está bien, está bien… ¡Qué impaciente! —El casco le quedaba bien, y el chico la observó, satisfecho:

—Muy bien. Éste será tu casco desde ahora. —Después le preguntó—: ¿Trajiste jeans?

—Si, claro… —Sienna no entendía las preguntas de Xiang, pero le siguió la corriente. Fue a cambiarse de ropa: se puso un jean y una camiseta, y el chico se vistió igual.

Xiang abrió una puerta de su vestidor y sacó dos chaquetas de cuero. Le pasó una a ella.

—Vamos a dar una vuelta en moto —le informó—. ¿Qué te parece?

—¿En serio? —Sienna no entendía cómo podían salir sin ser descubiertos, y se inquietó un poco—. ¿Pero cómo harás para que no te reconozcan?

Xiang notó su cara de miedo y le dio un tierno abrazo, para calmarla:

—Lo he hecho muchas veces y nunca tuve problemas. Confía en mí; no pasará nada.

La salida de Xiang no era tan sencilla, y con Sienna debia tomar precauciones extra: primero llamó a sus custodios y a los de la chica, que llegaron en dos autos diferentes. Después salieron del apartamento separados y con algunos minutos de diferencia, y fueron a una zona apartada de los suburbios.

Llegaron a una casa de estilo campestre, a las afueras de la ciudad, que tenía un amplio jardín y estaba cerrada con un muro muy alto, para mantener la privacidad. Los custodios se marcharon con los autos y los dejaron solos a pedido de Xiang. Ese era un lugar seguro y desconocido para la opinión pública.

—Sienna —le explicó Xiang—, esta casa es de mis padres. Ellos se quedan aquí cuando vienen a la ciudad, y yo la uso para guardar mi moto.

La chica se sobresaltó y miró para todos lados, pensando que los padres de Xiang iban a aparecer de golpe. El chico se rió de su miedo:

—¡Tonta! Ellos viven muy lejos y no van a usar la casa por un tiempo. —Por reírse, la chica le dio un par de golpes en un brazo—. ¡Ay! Eso me dolió...

—Lo tienes bien merecido...

—¿Ah sí? ¡Ven aquí…!

Xiang intentó perseguirla, pero la ágil chica salió huyendo a las carcajadas. Le iba a ser muy difícil alcanzarla.

Obsesión en francés Donde viven las historias. Descúbrelo ahora